miércoles, 12 de diciembre de 2018

MEDIA CHILENA: PARTE I


Estuve una semana en Chile, mitad en Santiago y mitad en Valparaíso, tiempo suficiente para no aprender absolutamente nada sobre este país. Sin embargo, como todo homo sapiens que se precie no resisto la tentación de sacar conclusiones apresuradas con muestra n=1. En lo que sigue, unos breves prejuicios sobre lo que vi. La parte I sobre Santiago, la II sobre Valpa.

Transporte

Uno llega y lo primero que aprecia es el transporte. Aterrizamos fenómeno pero nadie aplaudió, cual película de cine que no es de dibujitos. El aeropuerto Merino no tiene nada especial, pero moverse desde ahí es mucho más cómodo y barato que acá. Me tomé un micro hasta el centro valor 100 mangos, para luego tomar el fantástico subte.

El subte es fantástico, no porque sea lindo, feo, sucio, limpio, barato o caro, rápido o lento, con asientos o manijas, iluminado o no, ni nada eso. Es fantástico porque cumple con la única condición que todo viajero de subte valora: que vengan uno detrás del otro. Es lo que hace que los pasajeros lloren de emoción al tomarlo. Ni un vagón comedor compensaría jamás algo tan simple y tan importante a la vez.

Santiago tiene Uber, con algunos quilombitos también por allá, parece. Pero funciona. El Easy Taxi también está bueno. Todo muy seguro, amable y a precio razonable.

Y no como acá

En algunas cosas, Santiago se parece cada vez más a una sucursal de USA. Malls interminables, con millones de almas desesperadas por comprar, colas imposibles en los probadores, marcas súper baratas y de las otras. Están las mismas marcas de ropa de USA, con un par de excepciones (por ejemplo, no está Payless Shoes).

Tuve el placer de renovar mi vestuario en H&M, el Macogüens sueco, que tenía ofertas irresistibles, aunque de bastante mejor calidad que la marca local. Es realmente increíble (¿triste?) que aun con un tipo de cambio recontra desfavorable las diferencias de precio de las ofertas sean de 2 o 3 a 1 a favor de los chilenos. No entiendo, los aranceles no son ni el doble ni el triple. No sé bien cómo funciona la cosa pero la liberalización comercial sola no puede explicarlo.

Mercados, mercados

Moré en la zona de Bella Vista, con cafecitos y restaurantes simpáticos, pero que igual creo están lejos de lo mejor que tenemos en Palermo. La competencia funciona pero no anula, los precios convergen y comer afuera cuesta algo más que en CABA. La propina es fija en 10% y se carga a la tarjeta. En el morfi el tipo de cambio sí refleja la paridad de precios internacionales.

Entre las curiosidades lingüísticas, el dulce de leche es manjar, el acompañamiento es agregado, y la carne que lleva de todo arriba (fritas, huevo, arroz, etc) se llama "a lo pobre". El cortado simple es... un cortado. Y el café solo se llama americano.

Pero la acción comercial real está en la calle. En ciertos lugares se venden incluso cosas "sanas": fruta, frutos secos, jugos. Es acá donde se acaba la asociación con USA y empieza el estilo "país en desarrollo", por decirlo suavemente. Miles, miles y miles de puesteros en las calles y avenidas pueblan la ciudad, sin contar a los que van caminando. Debe haber alguna organización por parte de la Alcaldía, pero no logré determinar bien la lógica. Los mercados de comida en la calle tienen su propio centro, y el sábado nos vimos en la imposibilidad técnica de transitar por allí, atosigados por una maroma infinita de almas de todos los países latinos que pugnaba por no sé qué.

Sigo sin entender del todo cómo es que este sistema termina en un país desarrollado, pero los que saben tendrán su explicación.

Gente

Que yo sepa, los chilenos no nos odian. Ok, nadie va a ponerse a putear a un cliente, pero en Argentina he visto cada cosa... Nadie puso cara al saber que yo era de acá, y la cordialidad y la solidaridad fue absoluta. De nuevo, muestra uno, pero es lo que vi.

Otro sabor a USA es que los autos paran en las esquinas y dejan cruzar al peatón. Tuve que evitar acostumbrarme porque volvés a Argentina y te pisan.

Anécdota menor: hago una cola larga en una máquina del subte para sacar la SUBE (se llama BIP) y la máquina no tenía tarjetas. Pregunto y el asistente (siempre hay un asistente fijo ayudando en las máquinas) me indica en qué máquina sí había. Vuelvo atrás a rehacer la cola, y un morocho clase baja me llama y me invita a ponerme adelante de él. Agradecí casi emocionado y el tipo hizo un gesto entre desgano y resignación que me partió el alma. En fin...

Politics

Mi costado progresista se sintió cubierto al asistir al Museo de la Memoria. Mi sensación al verlo fue que toda la cuestión de la resistencia, los recuerdos, la justicia, las canciones de Jara y Parra, las revoluciones fallidas y los sueños de solidaridad quedaron como un regalito barato del poder a los progres o semi progres que añoran al de la foto que ilustra este post. 

Pero es obvio que la política económica no se ha definido ni de cerca por los deseos de la izquierda, ni siquiera la moderada. A cambio, los gestores han tenido el gesto, el poco costoso gesto, de permitir estos juegitos sociales. Un poco triste lo que digo, pero es lo que me vino a la mente en ese momento.

Concluiendo

Santiago tiene barrios lindos y de los otros. Creo que tiene menos varianza que CABA, donde todo parece más extremo, desde Once a Las Cañitas.

Si tenés que comprar, dale a la ropa de cadenas baratas (Ripley, Paris, Johnsons, etc), que siempre será más económico que acá, no importa el cambio. Lo otro que es mejor son las hojitas de afeitar, que están afiladas, un hecho desconocido por nuestras pampas.


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