sábado, 30 de septiembre de 2017

LA PAJA DEL ESCOCÉS




Falacias en Oposición

La vida del hombre lógico es difícil, porque existen más de 200 falacias, que son esos argumentos que parecen ciertos al escucharlos en primera instancia, pero que luego, bajo la lupa de la lógica, terminan siendo... bueno, falaces.

Pero en esta oportunidad venimos a ofrecer, para la cartera del caballero o el bolsillo de la dama (tiempos de evitar comentarios sexistas), un post sobre falacias que apuntan en direcciones opuestas. Me explico. Hay falacias que sesgan las afirmaciones en un sentido concreto. Pero si para evitar esa falacia uno plantea una estrategia discursiva mooooy en el otro sentido, termina cayendo en otra falacia. Es un poco lo que sucede con algunas reglas gramaticales: no hay que abusar del dequeísmo ("pienso de que"), pero tampoco del queísmo ("es hora que me escuchen").

Con algunas falacias pasa justamente esto. Si nos pasamos de vivos para evitar una, solemos caer en otra. Un ejemplo interesante es el argumento de autoridad, según el cual se asume una afirmación como verdadera únicamente por los laureles de quien lo dijo. La falacia está muy bien, pero la pregunta es si humanamente somos capaces de evaluar ciertas ideas por nosotros mismos. Si Einstein dijo que la relatividad se explica como X y no como Y, le vamos a creer porque, la verdad, la inventó él. Todos debemos apelar, en alguna instancia, a alguna autoridad al dar una opinión, porque no podemos ponernos a evaluar solitos todo lo que se dice por ahí. La división del trabajo nos obliga a descansar en la autoridad. Y en estos casos, la posición razonable es ni muy muy, ni tan tan. Apelar a alguien que sabe sobre un tema por el que ha sido reconocido por sus pares, me parece perfectamente válido. Apelar a tu tío borracho e iletrado para afirmar que Dios existe solo porque sabe hacer asado, es falaz.

La Paja del Escocés

No se me asusten, este no es un post sexual. El subtítulo resume dos falacias que van en oposición. Una es la falacia del Hombre de Paja, según la cual se representa exageradamente la posición ajena con el fin de criticarla más fácilmente (la descripción es adecuada: es más fácil derribar a un hombre de paja que a uno de verdad, incluso si se está... en fin, sigamos).

La otra falacia del subtítulo es la llamada No True Scotsman, o Ningún Escocés Verdadero, que refiere a la negación de una afirmación sobre lo que es o lo que dijo alguien, simplemente porque esa persona no es o nunca dijo exactamente eso. La anécdota que da origen a la falacia es del filósofo Anthony Flew:  

Imagine a Hamish McDonald, un escocés, sentado con su Glasgow Morning Herald viendo un artículo acerca de cómo el 'Maníatico sexual de Brighton ataca de nuevo'. Hamish se estremece y declara que "Ningún escocés haría algo semejante". Al día siguiente se sienta a leer su Glasgow Morning Herald de nuevo y, esta vez, encuentra un artículo sobre un hombre de Aberdeen cuyas brutales acciones hacen que las del maníatico sexual de Brighton parezcan casi caballerescas. Este hecho muestra que Hamish estaba equivocado en su opinión pero ¿lo admitirá? No es probable. Esta vez él dice: "Ningún escocés verdadero haría una cosa semejante".

Como vemos, esta falacia va en dirección contraria a la del Hombre de Paja. Vamos a una aplicación económica para terminar de confundirnos.

El Nunca Verdadero Neoliberal de Paja

Es normal que en nuestro país se use el término "neoliberal" con demasiados objetivos. Cuando se usa el término de manera no del todo apropiada, caracterizando posturas y políticas sin demasiadas precisiones, estamos construyendo un hombre de paja, o más precisamente, un concepto de paja. 

Pero también debe evitarse la finta continua de pretender una precisión infinita en la definición de un término. Cuando nada puede ser adjetivado como neoliberal, la pureza le gana a la discusión racional, y terminamos apelando al Nunca Verdadero Neoliberal, sea escocés como Adam Smith, o de cualquier otra nacionalidad.

Ni cualquier política o pensamiento es totalmente neoliberal, ni tampoco lo es ninguna. Clasificar y adjetivar es una necesidad para lograr transmitir una idea, no podemos exigirle a esos adjetivos ni demasiada laxitud, ni demasiada exactitud, porque si no corremos el riesgo de no poder siquiera comunicarnos.


Esta conclusión es perfectamente generalizable a todos los denunciadores seriales de falacias. No sé si existe la Falacia de la Obligación de No Incurrir en una Falacia (FONIF), pero si no la hay, debería haberla. Salvo que alguien considere, con razón, que la FONIF no es sino una falacia más.







sábado, 23 de septiembre de 2017

EL PODER DE LAS HISTORIAS


Esta semana simplemente compartimos una nota de un Tipo de Cambio que se publicó en el diario La Nación del domingo pasado. He aquí:

http://www.lanacion.com.ar/2063470-la-sombria-ciencia-de-la-economia-de-narrativas

Mi impresión con todo esto de las historias es que cada vez más la economía necesita de otra disciplinas. Necesitamos entender cómo la gente forma expectativas, cómo decide, cómo piensa, en qué se equivoca y en qué no. Cualquier idea que mejore nuestra percepción acerca de cómo somos los humanos necesariamente mejorará nuestros modelos, no sé si por hacerlos más "realistas", pero al menos sí para ayudarnos a buscar los aspectos relevantes a modelar. 


martes, 19 de septiembre de 2017

CONDUCTA Y MACRO: NUEVOS MALOS ENTENDIDOS


Siguen las confusiones respecto del impacto de la no racionalidad individual sobre la macroeconomía. En un post anterior habíamos sembrado algunas dudas sobre la aproximación a la macro de Martín Tetaz, alguien que escribió explícitamente sobre Economía de la Conducta pero parece mantener en la visión agregada la perspectiva mainstream

Ahora el que viene con un argumento similar es el excelente bloguero Juan Francisco Jimeno (JFJ), que postea regularmente muy buenas notas en Nada es Gratis. Juan dedicó un artículo corto a la economía de la conducta llamado Homo oeconomicus credulus

Luego de referirse a algunos sesgos tradicionales, principalmente relacionados con la construcción de historias, JFJ se concentra en las posibles razones que los explican. Indica que las creencias humanas tienen motivaciones (presentes en la función de utilidad), pero también emociones que, aun siendo erróneas, nos hacen valorar esas historias. Por ejemplo, nuestras creencias nos hacen sentir que respetamos determinados principios, y esto nos hace sentir bien. En otros casos, sostener una creencia no del todo racional nos puede ayudar a alcanzar determinados objetivos. Estas ideas dieron lugar a una rama prometedora llamada Economía de la Conciencia.

Para proteger a nuestras historias de la realidad objetiva, explica JFJ, los humanos recurrimos a no prestar atención estratégicamente, o directamente a negar la realidad. Y aquí empieza el lío, porque a JFJ no se le ocurre mejor idea que ejemplificar este sesgo humano con la macroeconomía española actual. Para JFJ, algunos analistas, políticos o parte del público niegan la realidad al no reconocer las ventajas de las reformas económicas actualmente en discusión. Se refiere a tres de ellas: la reforma al sistema de pensiones; la reforma laboral y la consolidación fiscal.

En una palabra, JFJ considera que no favorecer una agenda basada en las recomendaciones de la economía tradicional es sinónimo de negar la realidad. Esta ilustración me parece demasiado apresurada, por dos razones principales.

Abusos Epistemológicos

Dictaminar sin más que las políticas citadas se han demostrado como beneficiosas y que se han constituido en verdades reveladas que la "gente común" no quiere ver me parece un abuso epistemológico. 

Y la verdad, estamos lejos de hablar de leyes verificadas. La teoría detrás de esas medidas está en plena discusión dentro de la disciplina y me animaría a decir que en algún caso, también dentro de la propia mainstream. El contraste empírico tampoco es muy sólido, sobre todo el de la reforma laboral y la consolidación fiscal. Uno debe esforzarse haciendo cherry picking si quiere favorecer estas posiciones.

El autor transmite, quizás sin intención, la idea de que quien no piensa en clave ortodoxa es un irracional que se cree historias, y que está lleno de sesgos. Pero el récord de aportes al bienestar mundial de la macroeconomía mainstream ha sido bastante limitado como para andar haciendo tanta bandera. Negar que algunas experiencias de liberalización fallaron miserablemente, ¿no es acaso un buen ejemplo de irracionalidad de algunos economistas?.

Fundamentos irracionales de la macro

Pero en el argumento de JFJ hay un error mucho más fundamental. Los modelos que él defiende como "verdaderos" dependen crucialmente... ¡de los supuestos de racionalidad! Cuando los agentes no son racionales, algunas medidas propuestas por JFJ derrapan. 

Por ejemplo, el éxito de la reforma laboral depende de que el análisis neoclásico del mercado de trabajo, que asume plena racionalidad de empleadores y empleados, se cumpla a rajatabla. Basta con incorporar un mínimo de emociones, normas o sesgos cognitivos en esos modelos para obtener resultados muy distintos, y por lo tanto sugerencias de política matizadas, o alternativas.

La consolidación fiscal va mucho más allá en términos de requerimientos de racionalidad individual. Se necesita, por ejemplo, que los inversores incorporen en sus cálculos actuales los beneficios de las futuras reducciones de impuestos derivados de una política fiscal sustentable, ignorando al mismo tiempo la floja demanda provocada por esta misma política. Too much.

Aquí radica el fundamento de mi posición respecto de la relación entre sesgos cognitivos y macro. Los sesgos, que modifican los "fundamentos microeconómicos", deben necesariamente alterar las conclusiones de los modelos que los agregan. Puro y simple, pero no todos lo perciben así.

Conclusión

La insuficiente humildad que transpira la nota de JFJ tiene un transfondo teórico problemático. Se cree que la macroeconomía debería ser una ciencia dedicada a hallar soluciones técnicas para el bienestar basadas en el libre funcionamiento del mercado. Yo prefiero entender la profesión de una forma más mundana: como una disciplina que ayuda a remarcar la existencia de intercambios entre dos o más aspectos que no pueden obtenerse al mismo tiempo. El mejor ejemplo de la aplicación de estos intercambios es el propio título del blog de JFJ, "Nada es gratis". Yo agregaría: incluso esas medidas, Isco...










sábado, 2 de septiembre de 2017

¿DESEQUILIBRIO = CUALQUIER VERDURA?


Nuestro post anterior propuso salir de la lógica del análisis puro de los equilibrios. La intención era remarcar la importancia de los procesos en lugar de los puntos de partida y de llegada.

Sin embargo, por tuiter dos muy buenos economistas levantaron la mano, y no para pedir ir al baño. Uno de ellos, Emiliano Libman (que además tiene blog propio), comenta que el equilibrio  es "lo que tu teoría dice que pasa" (ok, tiene que responder en 140), y que por lo tanto no se puede soltar. Coincide con él Eduardo Crespo, economista argentino que investiga en la Universidad Federal de Río de Janeiro, quien explica que el equilibrio indica "hacia dónde va la economía", y que el problema es cuando este equilibrio se asocia con el pleno empleo o las situaciones óptimas. 

Hasta aquí creo que estamos de acuerdo, aunque quiero hacer dos aclaraciones. Primera, es común que la mainstream asuma que la economía se autocorrige, y por ende asocia equilibrio con posiciones eficientes. Esta me parece una postura que vale la pena abandonar, o al menos no limitarnos a ella. Coincidimos en que estudiar un "equilibrio con desempleo", por ejemplo, es una búsqueda teórica útil. Segunda, si el equilibrio es "hacia donde vamos", entonces no me resulta tan claro cómo distinguir entre procesos, equilibrios y predicciones. Sigo insistiendo en que definir un punto de equilibrio es una apuesta metodológica para hacer los modelos tratables, y que sigue valiendo la pena entender qué pasa en el medio.

El problema, por supuesto, es cómo hacer esto. Como bien dice Crespo, los desequilibristas pueden terminar en el cualquiercosismo, el todo vale. Esto quizás es cierto, pero no me parece que haya demérito epistemológico en esta aproximación.

En primer lugar, "saber que no sabemos" es un aporte importante. La teoría de la inversión keynesiana parece ser un buen ejemplo de esta idea. Buena parte de los chascos que nos llevamos en nuestra profesión provienen de creer que sabemos más de lo que en realidad sabemos.

Segundo, la teoría del desequilibrio es una expresión de algo más general, que son los problemas de coordinación. La descoordinación del proceso deriva en equilibrios múltiples, y ayuda a entender fenómenos muy relevantes, como por ejemplo las crisis bancarias. El punto aquí es que entender lo que pasa "mientras no hay equilibrio" ayuda a definir los caminos hacia donde podría ir la economía. 

Finalmente, quiero ilustrar la relevancia del proceso con un ejemplo burdo, para que se entienda en qué estoy pensando. Supongamos que encerramos en una habitación a 100 personas durante 50 años con comida suficiente para (i) 50 personas durante 50 años, ó equivalentemente (ii) 100 personas durante 25 años. 

Un análisis mainstream tradicional quizás se quedaría en una descripción de un punto de llegada donde la oferta de comida iguale a la demanda. El mercado resolvió el problema de asignación y chau pinela (cada palabra de esta frase debería ir entrecomillada). 

Un análisis de equilibrio Libman-Crespo (?) de hacia donde la va la economía, ¿qué haría diferente? No estoy seguro, pero quizás podría postular bajo qué condiciones llegamos a (i), (ii), o a una situación intermedia.  

El análisis del proceso puro se concentraría en investigar qué harán los agentes en el medio, y por qué. ¿Se matarán entre ellos para que la mitad viva 50 años y el resto nada? ¿Coordinarán para vivir todos 25 años? ¿Ponderarán por alguna dimensión la distribución de comida? Lo interesante de esta búsqueda no es solo su interés intrínseco, sino su natural necesidad de consultar otras disciplinas, algo a lo que la economía no termina de acostumbrarse.

Quizás con Emiliano y Eduardo estamos pensando lo mismo y expresándolo diferente, pero en cualquier caso el post inicial requería algunas aclaraciones. El resultado final fue este post. Otro día les cuento el proceso entre ambos.