sábado, 22 de julio de 2017

SESGOS, LUJOS Y CRISIS - PARTE I



Todos sabemos que ser frugales y ahorrativos es una virtud, pero a la hora de hacernos notar, lo que realmente importa es lo que consumimos. Señalizarse como pobre atraerá almas caritativas, pero no nos va a llevar lejos en la carrera capitalista. Los humanos elegimos una forma curiosa para remarcar nuestro valor: el consumo lujoso.

A veces nos hacemos notar siguiendo modas, consumiendo igual que otros. Pero otras veces queremos tener bienes que nadie más pueda tener, eso que se llama esnobismo. Durante una tormenta de nieve en Nueva York en 1888, empezó a escasear la leche y su precio explotó. Los ricos, entonces, iban a los bares y… ¡Mozo, una ronda de leche para todos que yo invito!

En nuestro trabajo también nos gusta ser únicos. El economista James Duesenberry teorizó que preferimos un salario de 45.000 pesos donde todos ganan 25.000, que de 50.000 pesos donde todos ganan 80.000.

En las finanzas también queremos impresionar. Los inversores hombres, típicamente, confían demasiado en sí mismos. Y cuando la evidencia en contra de nuestras intuiciones se acumulan, justifican sus fallos como sea. Por eso los comentarios de los analistas al cierre de los mercados nos recuerdan a las opiniones de los entrenadores de fútbol cuando pierden: “¡Y qué querés, la acción de Techint se tiró en el área y el arbitraje financiero cobró penal!”. 

En suma, nos traiciona nuestra natural disposición a ser pavos reales. Lo triste de todo esto es que, como planteaba el economista Thorstein Veblen (sí, el maleante de la foto), el gasto en impresionar a los demás constituye un enorme desperdicio de recursos sociales. 

En Argentina lo que más nos gusta hacer para diferenciarnos de “la chusma” es emular los gastos de los países ricos. Barrios con estilo francés, shoppings a la americana, autos y ropa importada, vacaciones en lugares exóticos…

¿Y se pudieron diferenciar los “ricos” argentinos del resto? Observemos el ingreso del argentino medio en proporción al ingreso medio de los países más desarrollados. Queda claro que nos falta bastante.



Pero los pobres están mucho más lejos. Este es el 20% de menores ingresos: 



Y ahora lo mismo para el decil de mayores ingresos, es decir, el 10% más rico: 



Esto ya tiene otro color. Los ricos no parecen estar tan lejos de nuestra envidiada Europa. Como ven, no todos los argentinos somos subdesarrollados. 

Algunos sentirán indignación al ver estos números, quizás por la inequitativa distribución del ingreso, quizás porque creen que el lujo es vulgaridad. ¿Cómo llegamos a esto? Lo develamos en el próximo post.

sábado, 15 de julio de 2017

BILINKIS, LEMMINGS Y LA TEORÍA ECONÓMICA



Este jueves nos visitó en Dos Tipos de Cambio un tal Santiago Bilinkis. Como buen economista que soy, lo recibí lleno de prejuicios. Pensé: otro pibe que heredó la empresa de papi, ajustó unos contactos con clientes y proveedores, viajó al exterior a copiar modelos, y los aplicó sin mayor dificultad a un país subdesarrollado como el nuestro. Y ahí tenemos al "emprendedor", "futurólogo" y "tecnólogo" del que hablan tantos medios.

Rara vez me equivoqué tanto. Bilinkis es un animal casi de otra especie, que condensa una enorme cantidad de virtudes. Si alguna vez te asaltó ese pensamiento egoísta e infantil de que el mundo sería un gran lugar si todos fueran como vos, Bilinkis es ese tipo de persona que te hace reconocer que el mundo en realidad necesita muchos más como él.

Pero no he venido a repartir flores por que sí. Quiero hablar del caso Bilinkis y su relación con la teoría económica. Que la hay y mucha.

¿Qué es un entrepreneur?

Keynes basó su Teoría General en la idea del entrepreneur y su depresión y angustia ante la incertidumbre generalizada. Pero hay dos tipos de inversores, los del Principio de la Demanda Efectiva (PDE) y los de la Ley de Say (LS). Los primeros son más estáticos y dependen de que haya demanda. Los segundos son más activos y buscan compensar la falta de demanda con nuevas maneras de hacer negocios. Por supuesto, hay momentos en que las cosas están tan mal que casi todos son PDE, y momentos tan buenos que los PDE se transforman en LS, porque mientras venden mucho aprenden trabajando.

Bilinkis es un LS, un destructor creativo por naturaleza. Y seguramente constituya la esencia del capitalismo. En cada emprendimiento logró leer las ganancias de eficiencia de un negocio, más que el estado de su demanda. Y sin embargo, el inversor representativo en la teoría económica estándar es siempre el mismo. Pero un país lleno de Bilinkis no es igual que un país que no tiene ninguno. Y esa quizás sea la diferencia en el futuro entre la posibilidad de desarrollarse o de quedarse rezagado.

Instituciones y clima de negocios

¿Qué instituciones y qué clima de negocios producen más Bilinkis? (que suerte que es un apellido plural). Por supuesto, no allí donde se prohíba internet o el uso del excel. Pero por encima de ese mínimo indispensable, no hay mucha diferencia. Los Bilinkis son imparables. Prueban y fracasan todo el tiempo y, más que matarlos, sus fallos los fortalecen. 

Lo que debe remarcarse es que este es un aspecto de su personalidad: en cuanto Bilinkis siente que no está haciendo algo nuevo, sale y hace otra cosa. Suena a frase de libro de autoayuda, pero refleja bien su actitud: "salir siempre de la zona de confort". Por lo tanto, no es obvio cómo se producen los Bilinkis, pero todo indica que intentar generarlos debería ser una prioridad absoluta de la política tecnológica de un país.

Bilinkis y la enseñanza de la economía

Además de todo esto, Bilinkis es economista (por eso lo invitamos, ejem...). Estudió en San Andrés y en el reportaje del programa contó una anécdota inmediatamente reconocible por todo licenciado: "Estaba en Macro II estudiando el modelo de Barro (supongo se refería al modelo de equivalencia ricardiana). El pizarrón rebalsaba de ecuaciones sin sentido y yo me paré y le pregunté al profesor: qué tiene que ver esto con la realidad? El profesor me contestó sin dudar: '¿La realidad? ¿Y qué importa la realidad?'. No me lo olvido más".

O sea que, ironías del destino, un profesor que presuntamente enseñaba economía y recomendaba políticas, estaba retando a un futuro hacedor del capitalismo por estar ingenuamente preocupado por la realidad. La irrelevancia teórica, por lo tanto, no es únicamente una preocupación del alumno vago que no entiende la importancia de las abstracciones, sino también una preocupación fundamental de una persona que entiende mejor que la mayoría de los economistas de qué la va el desarrollo. 

Más Bilinkis y menos Lemmings

Bilinkis no hace beneficencia (o sí, pero él no es importante por eso), hace negocios. Compite y afecta a algunas empresas y construye otras, destruye empleos en otros lados y crea propios. Es la movilización de recursos encarnada en una sola persona. Y esta actitud, en el capitalismo, paga. 

El sistema puede vivir con empresarios Lemmings, capitalistas repetitivos, cómodos, fugadores, explotadores, maltratadores, y estáticos. Pero si querés crecer en serio, necesitamos muchos Bilinkis, todos distintos y creativos, todos arriesgados e impredecibles, suicidándose y renaciendo en cada emprendimiento.

No por nada "Bilinkis" en ruso significa, justamente, "asumir riesgos" (*).



(*) Ok, esto es lo único que es mentira de este post.















viernes, 7 de julio de 2017

¿POR QUÉ ODIAMOS A PAENZA?



La gran mayoría de los niños y las niñas odian las matemáticas. Los adultos también, pero lo importante es que esto le pasa a los pequeñines y pequeñinas. Temprano en la vida, quizás antes de que ninguna cultura o enseñanza los condicione. Y mientras Adrián Paenza se desvive para hacerlas más intuitivas, más aplicadas y más divertidas, esta situación casi no ha cambiado y el porcentaje de gente que aborrece de la matemática permanece más o menos constante (creo). ¿Es posible encontrar una explicación para esta fobia? La Psicología Evolucionista da un inicio de respuesta.
Comencemos por contar el clásico experimento diseñado originalmente por Wason en 1966, quien mostró a un grupo de personas cuatro cartas con las siguientes inscripciones de un lado:

Detrás de las cartas también hay inscripciones: las cartas tienen letras en una cara, y números en la otra. Por ejemplo, del otro lado de la carta con la B hay un número, y detrás del 3, una letra. Ahora se le propone a un grupo de gente lo siguiente: “Si una carta tiene una vocal de un lado, entonces tiene un número par del otro lado. Se solicita dar vuelta solo aquellas cartas necesarias para verificar si esta regla se cumple”.
Mucha gente elige dar vuelta solo la carta con la “A”, pero muchos inspeccionan también el dorso de la carta con el “2”. Unos pocos eligen el resultado correcto, que es girar la carta con la “A” y la carta con el “3”. Dar vuelta la carta con el “2” no nos brinda información adicional, porque la regla no dice que todas la cartas con número par de una cara deban tener una vocal en la otra. Pero girar la carta con el “3” es un test definitorio, ya que esta carta no debe contener una vocal en el dorso si queremos asegurarnos que la regla se cumple.
A primera vista, esto es simplemente una falla técnica. Podríamos pensar que las humanas no están hechas para aplicar estas reglas abstrusas de la lógica formal. Pero esta conclusión es apresurada. Consideremos el mismo experimento conceptual, pero aplicado a una situación diferente. El problema describe ahora una situación hipotética en un bar, en donde un empleado debe asegurarse que los menores no estén tomando alcohol. Las cartas tienen ahora las siguientes inscripciones:

La nueva regla es entonces: “Si X es menor de edad, no debería estar bebiendo alcohol”. En el dorso de las dos primeras puede figurar que la persona está o no bebiendo alcohol. Al dorso de las dos últimas, habrá una persona menor o mayor de edad. La regla es idéntica a la anterior, y la disposición de las cartas es la misma. Lo que dicen ambas es básicamente lo mismo: “si ocurre lo que dice la cara visible de la primera carta, entonces debe ocurrir lo que dice la cara visible de la tercera carta”. En el primer caso era “si es vocal, tiene que haber un par en el dorso”, y ahora es: “si X es menor, X no debe estar bebiendo alcohol”.
Esto echa luz sobre la fobia a las matemáticas de los niños y las niñas en las escuelas, y también sobre la repulsión que muestran muchos adultos y adultas para plantear y resolver problemas en términos abstractos o matemáticos. Tranquilos entonces, que no les guste la matemática es natural. Y lo natural... es una porquería.


domingo, 2 de julio de 2017

UNA PROPUESTA ABSURDA - NO LEER ESTE POST




Pasarán cien mil años y seguiremos discutiendo sobre si el ganador de un encuentro mereció o no hacerlo. En este post nos adentramos en esta polémica y hacemos una propuesta imposible de considerar, implementar y aceptar.

En edad de merecer

Existe una posición puramente pragmática, podríamos llamarla "instrumentalista", que niega de plano cualquier insinuación de que el merecimiento sea un concepto útil. Lo único que cuenta es el resultado y listo. No se trata de una posición completamente obtusa. Pensemos que medir los goles es fácil (aunque no perfecto), pero medir el mérito no tanto. Contar goles reduce al absurdo cualquier discusión sobre quien es mejor o peor. El mejor es el que hizo más goles y ahí termina el debate. Y a comer facturas.

Pero el fútbol, claramente, no es solo goles. Por ejemplo, normalmente nos interesa determinar, en función de como jugamos hasta hoy, si nos irá mejor o peor en los próximos partidos. Basarse sólo en los goles para hacer este pronóstico es un error que haría echar de inmediato a cualquier técnico. El fútbol requiere planificación, elegir jugadores, corregir fallas de funcionamiento, ajustar la defensa, reforzar el ataque, diseñar nuevas estrategias. El puro resultado dice muy poco sobre esto. Todo lo otro podría resumirse en una medida de cómo jugamos, que bien podría ser el merecimiento.

Ahora bien, ¿por qué el resultado de un partido de fútbol no refleja automáticamente el merecimiento? Hay una razón en el formato del deporte futbolero. Como dicen en Los Simpsons, el fútbol tiene pocas anotaciones, y algunas circunstancias más que podríamos describir como "de peligro de gol", la mayoría de las veces no confirmadas en la red.

Las pocas anotaciones hacen que el azar reine en una proporción mayor que en otros deportes. En tenis, la suerte puede determinar el ganador de un punto si una pelota pegó o no en la línea, o si pasa o no del otro lado después de tocar la red. Pero las opciones de puntuar son alrededor de 60 por set, y la Ley de los Grandes Números asegura que, en un solo partido, es difícil que alguien gane un partido "sin merecerlo". En el básquet, las oportunidades de anotar de cada equipo se dan cada 20 segundos o menos, así que en un partido completo el azar casi no juega. En estos deportes, la diferencia entre merecimiento y resultado desaparece. 

Pero en el fútbol, las aproximaciones al arco con verdadero peligro pueden ser, en un partidazo, de 10 por equipo. Si uno aprovechó 2 y el otro 1, casi lo mismo, la baja y similar efectividad (10% y 20% respectivamente) se vuelve irrelevante y uno solo se lleva todo el premio. Y ni hablar de los tiros en los palos, los efectos raros de la pelota, y los fallos arbitrales que definen partidos. Como el azar es tan importante en el fútbol, muchas veces gana el que "no lo merece". 

Pero me falta definir cómo medimos el dichoso mérito. Comienzo diciendo que criticar este intento de precisión es hipócrita. Todo futbolero habla de merecimientos, y entiende perfectamente qué significa que un equipo jugó bien o mal. Y si bien es cierto que hay horas en una jornada en las que el día y la noche se parecen, y que hay partidos donde los merecimientos son parejos o indistinguibles, en la mayoría de los casos sabemos perfectamente de qué estamos hablando. 

Ping-Pong: el Mereciómetro

Los periodistas deportivos han logrado identificar más que bien un mereciómetro llamado ping-pong. Se suman las llegadas de riesgo y el que llegó más fue el que mereció ganar. Para saber si el ping-pong es un buen estimador del merecimiento de ganar y si se transforma en resultados de mediano plazo, se puede poner a prueba en un campeonato de 38 fechas. El partido es empate si la cantidad de llegadas es parecida y/o baja. 3 a 1 o 2 a 1 no es diferencia suficiente. Si la diferencia es 3 o más, se da el partido por ganado. Los goles también se suman, y valen doble. Si hay dudas con la calidad de las llegadas, se puede sumar una o media, en función del peligro. Por ejemplo, un penal perdido valdrá 1, un remate desde lejos que pasó cerca, valdrá 1/2. (¿Qué es una llegada de riesgo? Es indefinible, pero tampoco es definible qué es un pibe. Con todo, la mayoría de las veces la clasificación será sencilla, y los casos límite serán la excepción). Si sumando así, al finalizar el campeonato el orden de los equipos se parece al que salió por goles, entonces el ping-pong es un buen estimador del merecimiento, y del nivel de juego del equipo.

Podríamos preguntarnos para qué todo este lío si al final terminan todos en la misma posición. Pero el merecimiento y los goles efectivos solo se igualan en torneos largos. En torneos cortos o en instancias de eliminación a un solo partido, el azar de los goles predomina, dando lugar a todo tipo de injusticias e inequidades. Los equipos grandes, que suelen contar con el beneficio de la duda en muchos fallos arbitrales porque los gritos de sus hinchadas presionan al juez (esto está probado en varios papers), obtienen con más asiduidad que los chicos el pasaje a rondas sucesivas cuando el partido "estaba para cualquiera". (Las ventajas por tener más dinero también son injustas, pero esto requiere otro tipo de medidas, más parecidas a las que toma la NBA en EEUU).

Un propuesta absurda para no leer

Premiar al que merece tiene una ventaja enorme para el placer de ver fútbol, porque promociona el buen juego, el ataque y la búsqueda del gol. Pero para que esto ocurra es necesario incluir en el puntaje de un partido el ping-pong.

Mi propuesta es, entonces, que en cada partido se otorgue un punto extra a aquellos equipos que ganaron el ping-pong con suficiente diferencia. En principio, el punto lo podría dar el árbitro al finalizar, consultando a un conjunto de veedores que van mirando el partido y anotando, como los jueces del boxeo. Si hay dudas, se puede recurrir a un equipo de "notables" que dará el dictamen final en la AFA. Como en tenis, si fallás en más de 3 reclamos, no lo podés hacer más.

Además de la ventaja obvia de que habrá más intentos de llegar al gol, este sistema acabaría para siempre con los comentarios insoportables de los técnicos justificándose por haber merecido más que el rival. Solo uno tendrá razón.

Ya hemos dicho en un post anterior que los mundiales son una canto a la injusticia, donde todo se decide, con unas pocas excepciones, por circunstancias particulares y sin lugar para merecimientos. El sistema iguala para abajo y hay que evitarlo a toda costa. Cuando sea necesario sí o sí llevar a cabo desempates, el ping-pong puede ser una herramienta mucho más efectiva y natural que los absurdos penales.

Creo que merezco, al menos, una oportunidad.