martes, 28 de marzo de 2017

DESVENTURINGS DE UN TEST



Aunque a esta altura creo que todos lo conocen, repasemos una vez más el Test de Turing, que se debe a un matemático cuyo apellido ahora se me escapa. El experimento consiste en un evaluador haciendo preguntas a dos interlocutores a los que no puede ver, uno de ellos es un humano, y el otro una computadora (o un lavarropas). Si no logra distinguirlos después de 5 minutos el 70% de las veces, entonces la máquina habrá pasado la prueba.

En 1966 una compu, ELIZA, reclamó el premio. ELIZA buscaba palabras claves en las preguntas del evaluador y contestaba a partir de ellas. Por ejemplo, si la pregunta era: "¿Qué puedo hacer con mi mamá que no me deja tranquilo?", la respuesta podría ser: "¿Y por qué creés que tu mamá no te deja tranquilo?". Ok, tu terapeuta te contesta igual, pero los evaluadores se volvieron más y más exigentes, y tarde o temprano descubrieron la verdad (la de cuál es la computadora, no la de por qué tu mamá no te deja en paz). Y hablando de locólogos, un caso extraordinario fue el de la computadora PARRY (1972), que intentaba simular a un equizofrénico paranoico. Cuando le pasaron los textos de la máquina junto con otros de pacientes reales a unos psiquiatras, solo la mitad de las veces los médicos fueron capaces de identificar quién era quién.

ELIZA y PARRY no podían con evaluadores profesionales , pero convencían fácilmente a los neófitos. Los éxitos iniciales prometían, tal como ocurrió en el ajedrez, que pronto cualquiera sería engañado. Pero ni siquiera los programas actuales, llamados chatbots, han podido dar el gran salto, y las mejoras respecto de las compu-abuelitas son marginales.

Ante el insuficiente progreso y pensando que esto se debía a la vagancia de los programadores, en 1990 se instituyó un premio anual a la computadora que pasara el test. En 2008 ganó una tal ELBOT, pero fue la menos peor. Acá un ejemplo (adaptado al castellano) de una conversación donde ELBOT se vende:

JUEZ: ¿usted entiende la razón de un test de Turing?
ELBOT: Hay gente que no pasaría el test. ¿Por qué insisten con las computadoras?
JUEZ: Supositorio lo duro que debe ser.
ELBOT: Los robots no necesitan de esas cosas cuando están constipados, ¿no?

La primera respuesta revela que ELBOT no contesta la pregunta, sino que toma la palabra clave y hace un chiste. Esto le da al juez la pista para revelar su identidad: usa mal una palabra adrede ("supositorio" por "supongo"), y la máquina entra como un caballo (mecánico), haciendo otro chiste (y todos sabemos que las computadoras no son tan graciosas). Un humano reconocería el error inmediatamente y lo ignoraría, pero la computadora no.

Estos problemas no se han solucionado en 50 años de computación. Progreso cero. Turing había profetizado que para el año 2000 toda computadora pasaría fácilmente el test porque la memoria que se necesitaría para eso era de 100 megabytes. Bueno, pasó el 2000, las máquinas tienen diez mil veces más capacidad, y mucha más velocidad, pero la "inteligencia para hablar" de las máquinas mejora a paso de tortuga. 

Si bien muchas películas y series pronostican de manera realista los dilemas del futuro (¡vean Black Mirror, por favor!), algunas están equivocadas, y no todas las tendencias deben ser extrapoladas de la misma manera. Por ejemplo, la película She (Ella), anticipa para un futuro muy cercano una computadora que, de tan buena para comunicarse, genera afecto en los humanos. Ella, sin embargo, parece todavía no estar ni cerca de haber nacido. Una triste historia de amor.










domingo, 19 de marzo de 2017

EL ROBO DEL BARÇA

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Luego del 6-1 contra el PSG, los que le tienen pavor al equipo catalán detallaron taxativamente los errores del árbitro a favor del local. El PSG, que hizo una presentación formal, contó 11 fallos sesgados, mientras que el ATM Pablo Gerchunoff, revisó todo el partido y contó 14 (PG llama al Barsa "Andorra"... brillante). 

Creo que esta percepción es objetivamente cierta: el Barcelona se vio beneficiado por el colegiado (que extraordinaria palabra es "colegiado"), pero quiero aportar algunos peritos, o sea, algunos peros chiquitos.

El árbitro tomó decisiones incorrectas, pero mi sensación es que no fue coimeado burdamente para ayudar al Barça. Por el contrario, creo que su desempeño es perfectamente explicable por la lógica de la honestidad. Veamos

1. Hay una evidencia poderosa de que los árbitros ven presionadas sus decisiones por el grito del público. El estruendo era particularmente importante por la circunstancia, y por lo tanto muy influyente en este partido.

2. El árbitro pudo haber tenido la percepción, consciente o inconsciente, de que ayudar a un equipo que estaba tan lejos de levantar un resultado tan adverso le permitiría quedar bien con el público, sin modificar el resultado final.

3. La cantidad de veces que los delanteros del Barcelona fingen penales o crean situaciones que generan dudas provocan errores casi inevitables. Acá hay un punto a favor de los catalanes: si no llegás al área, no te pueden cobrar penal. Lo fueron a buscar, se tiraron 15 veces, y en un par cobró. No es una tasa tan alta de error.

Lo que no me queda claro tampoco es que el resultado haya sido "injusto". Para mí la justicia en fútbol es medible como la suma de los goles, más la cantidad de jugadas de gol creadas dividido dos, y al que le da más este indicador, es el ganador moral. Creo que el Barcelona terminó ganando este ping-pong (¿alguien lo calculó?), así que se podría decir (con evidente sesgo, debo reconocer), que la mala suerte de que la pelota no entrara 10 veces en el arco rival se compensó con la buena suerte de un árbitro influenciable.

La tesis de que el Barcelona fue beneficiado porque la Champions lo necesita económicamente no me resulta convincente. Si así fuera, Argentina debería ser ayudada en estas eliminatorias pronto. Ojalá los conspiranoicos tengan razón así vamos a Rusia.

El Barça robará por la ayuda de los árbitros, pero también roba corazones, placer y buen fútbol. No seamos envidiosos.

miércoles, 15 de marzo de 2017

LA ECONOMISTA PLOMERA

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Esther Duflo es una economista francesa, co-fundadora y directora de un laboratorio para trabajar contra la pobreza, y profesora de Reducción de la Pobreza y Economía del Desarrollo en el MIT. Hace muy poquito, Esther publicó un artículo llamado El Economista como Plomero, donde elabora una crítica que considero muy acertada al estado de la práctica económica.

Duflo se queja de que los economistas nos pasamos demasiado tiempo reflexionando tirados en los sillones (o resolviendo ecuaciones), y demasiado poco en la implementación concreta y práctica de las propuestas teóricas que hacemos. Los plomeros, a diferencia de los economistas, trabajan sabiendo que enfrentarán problemas en el mundo real, y ajustan su saber en función de las circunstancias. 

Un corolario de esta visión es que los detalles de la teoría y su implementación importan, y mucho. Esto detalles suelen definir el éxito o el fracaso de una política, pero los teóricos rara vez los consideran. Duflo trabajó muchos años con Abhijit Banerjee (sí, un indio), que escribió una pieza llamada "Making Aid Work", donde describe con claridad la negación de los economistas a meterse "dentro de la máquina". No se trata solo de una cuestión de comodidad: los economistas ni siquiera se dan cuenta de la relevancia de estos detalles, que pueden echar por tierra la mejor teoría económica. Para ellos la experiencia empírica es como apretar un botón, si la funciona la teoría está bien, y si no, hay que cambiarla. 

Vamos a los ejemplos concretos. Si bien Duflo se especializa en pobreza, los dos que más me gustaron son de otros temas. Uno son los famosos "vouchers" para elegir educación de Milton Friedman. El segundo son las desventuras monetarias recientes implementadas en la India.

Los vouchers de Friedman parecen fáciles de implementar: le damos un papelito a la gente que representa plata, para que gaste en un colegio, sea privado o público. Los colegios compiten entre ellos y ¡voilá!, mejora la educación del país y el crecimiento de largo plazo. Bueno, resulta que no estamos seguros de que los padres no van a vender esos vouchers a cambio de plata porque no les interesa la educación de sus hijos. También puede pasar que los colegios les ofrezcan a los padres servicios que nada tienen que ver con la educación (¿qué tal un viaje a Disney para toda la familia a cambio de ser el colegio elegido?). Y cómo se aseguran los padres de que el nivel educativo se mantendrá en años superiores, cuando los niños tengan amigos que les cueste dejar de frecuentar? Cualquier detalle de estos que no funcione hará fracasar por completo la teoría.

El caso monetario es muy interesante. Resulta que al Primer Ministro de India no se le ocurrió mejor idea que declarar, el 8 de noviembre de 2016, que todos los billetes de 500 y 1000 rupias (86% de la base monetaria) dejen de ser de curso legal. Los billetes debían ser cambiados antes de fin de año o no tendrían valor alguno. El objetivo teórico de la medida era la lucha contra el terrorismo y las actividades ilegales en general. ¿Los cruciales detalles de implementación? El gobierno los dejó para otro día. ¿Qué pasó en la práctica? El Banco Central no hizo a tiempo a imprimir suficientes billetes, las colas en los bancos eran interminables, los nuevos billetes no entraban en los cajeros automáticos, y así... Desde el anuncio original y hasta fin de diciembre, la medida tuvo no menos de una centena de modificaciones, lo que demuestra el amateurismo de su implementación inicial. 

Al mejor estilo consultor de empresas, Banerjee y Duflo definen a estos fallos como resultado de las tres I: Ideología, Ignorancia, Inercia. O en una sola I: Idiotez. La enseñanza de Duflo es que debemos usar nuestra inteligencia general para tomar en cuenta las innumerables variantes de la aplicación de nuestras teorías, algo que las frías ecuaciones difícilmente tomen en cuenta. Duflo recomienda, en una palabra, que la teoría económica debe virar hacia la plomería para evitar que la profesión se vaya a los caños. Dos Tipos de Cambio y Joe, la bancamos a muerte.





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viernes, 10 de marzo de 2017

INTELIGENCIA ARTIFICIAL EN UN MUNDO DESIGUAL: PARTE III

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Seguro de desempleo para todos y todas

Si la tecnología promete grandes aumentos de productividad (algo que aun está lejos de ser probado), y la intervención pública promete una eficaz redistribución (algo que tampoco está probado), entonces deberíamos replantearnos enteramente la lógica del trabajo como ocupación humana, o al menos de unos cuantos humanos. Los desplazados por la tecnología podrían simplemente quedarse en su casa cobrando un seguro de desempleo, o una indemnización por los inconvenientes ocasionados. Por supuesto, esto no acabaría con la desigualdad. Todavía habría grandes ganadores gracias a las ganancias de productividad, solo que convivirían con un grupo de individuos cuya calificación no sería suficiente para la nueva sociedad, pero que disponen de un salario mínimo para cubrir sus necesidades básicas y, eventualmente, tener la oportunidad de que sus hijos sí ingresen al sistema.

Frente a esta suerte de distopía, surgieron las propuestas de un ingreso básico universal (IBU) que cubriera las necesidades básicas de todos los habitantes, o tal vez algo más. Curiosamente, los planteos de IBU provienen de ambos lados del espectro político. La izquierda, desde luego, parte de la idea de que debe favorecerse la igualdad. La derecha, sin embargo, también ha favorecido el IBU bajo el precepto de que sería eficiente implementar esta especie de “impuesto negativo” a la Friedman, reemplazando a cambio toda la estructura de seguridad y políticas sociales.

Pero aun cuando el IBU fuera financieramente factible, queda todavía el interrogante de cuán necesario es el trabajo para la realización personal y la interacción social. El trabajo no es solo fuente de desutilidad, como sugieren los modelos económicos tradicionales. Múltiples razones psicológicas y sociológicas respaldan la idea de que el ocio puro y la falta de un objetivo profesional pueden tener efectos negativos sobre la salud mental. Se ha sugerido que, libres de la obligación de trabajar para mantener su estándar de vida mínimo, los individuos buscarían formas más plenas y creativas para llenar sus vidas, pero es muy probable que esta actitud dependa de la personalidad individual. Otra dificultad de la aplicación del IBU es la universalidad a nivel de país. Una propuesta concreta de IBU en Suiza fue rechazada en un referendum por 77% a 23%, y entre las razones se ha mencionado el riesgo de estimular una inmigración incontrolable.

Mientras las ganancias de productividad de las nuevas tecnologías no se extiendan, la realidad de los países en desarrollo solo permite un IBU que financie un ingreso básico mínimo, bastante por debajo del salario mínimo, y focalizado en grupos vulnerables. En este sentido, todo indica que el orden de llegada de estas políticas es, primero ganar desarrollo con el impacto tecnológico, y luego eventualmente repartir sus beneficios.

Macroeconomía de las promesas tecnológicas

Los debates sobre los efectos futuros de las innovaciones de punta sobre la economía son interminables, pero se discute mucho menos acerca el impacto presente de las promesas de un porvenir automatizado y con robots inteligentes. La burbuja dotcom, que explotó a principios de nuevo milenio, dio una muestra acabada de lo fácil que es sobreestimar los potenciales beneficios de la tecnología por venir.

Las historias novedosas sobre inteligencia artificial y automatización y sus efectos sobre la productividad, deben ser tomadas con cautela. Cuando los agentes perciben novedades de conocimiento común y se empieza a conformar un juicio generalizado que exagera los beneficios futuros, los riesgos del sistema crecen. Individuos, familias y gobiernos por igual están observando las maravillas de la tecnología moderna y formando expectativas sobre ellas. Sin duda, tienen ante sus ojos un “fundamento” para su creencia. En estas circunstancias, los comportamientos que anticipan gasto pensando en una compensación futura pueden generalizarse, dando lugar a trayectorias de endeudamiento no sostenibles.

Los comportamientos agregados insostenibles montados sobre expectativas de un futuro diferente basado en la tecnología, sin embargo, son más comunes en países ricos que en economías en desarrollo, ya que la interacción de los agentes con estas novedades son mucho menos frecuentes,y su capacidad de adopción menos directa. En las economías ricas, estas burbujas se traducen en apuestas desorbitadas a empresas high tech en el mercado de valores, que elevan transitoriamente el valor de mercado de la riqueza nacional, induciendo conductas eventualmente inconsistentes. Cuando las promesas tecnológicas no se cumplen, el ajuste es inevitable y el sufrimiento de una economía desarrollada se extiende fácilmente a otras, golpeando también, indirectamente, a los países medianos que dependen de ellos.

Conclusión

Las maravillas modernas, mal que nos pese, no acabarán en lo inmediato con los dilemas económicos. Es difícil que la inteligencia artificial y la automatización traiga la solución al desarrollo, a la pobreza o a la desigualdad social. Por el contrario, lo más probable es que este nuevo mundo traiga a colación muchas disyuntivas, acelere debates pospuestos, y promueva discusiones nuevas sobre las mejores respuestas de política para dar ante él.