El libro “Better
Angels of our Nature” de Steven Pinker, que recomiendo largamente, contiene
una imponente colección de datos que demuestra que la violencia en todas sus
expresiones ha venido reduciéndose, y que vivimos desde hace 70 años en la
época más pacífica de la historia de la humanidad. El autor también ensaya
hipótesis para explicar este fenómeno que el ciudadano común suele considerar
inverosímil. Como el libro tiene 800 páginas y está en inglés (este tipo de
libros no se editan aquí, aunque afortunadamente sí se editan velozmente basuras
como 50 sombras de Grey), muchos no podrán o querrán leerlo.
A los curiosos les hago una propuesta más modesta: leer un
artículo de Pinker publicado en el Journal “Sociology” donde contesta tres
reseñas de su libro. Es interesante porque además de defenderse bien, el autor
logra en apenas seis páginas sacar a la luz varios prejuicios, mitos y
malosentendidos que aun perduran en la investigación en ciencias sociales. Para
los que no quieren siquiera leer en inglés ese breve artículo, a continuación
lo comento (con el ok por mail del propio autor, nada menos…). A mi modo de
ver, uno puede dividir las impugnaciones de Pinker en siete rubros:
1. IDEOLOGISMO. Varios científicos sociales suelen adoptar una
ideología para trabajar y no tienen problema en transparentarla. Pero esto no
autoriza a acusar a todo investigador de tener una “ideología encubierta que no
quiere revelar”. Por supuesto, todo análisis puede ser asociado a cierta
ideología, ya que buscar esos vínculos es relativamente sencillo (todo tiene
que ver con todo). Pero estos vínculos deben ser verificados, no meramente
enunciados. Decir “todo es ideológico” puede ser tan poco productivo como
afirmar “todo es religioso” (probame que no es así) o que “todo depende de cuál
es tu comida favorita” (¿o no es cierto que todos tienen una?).
2. PSICOLOGÍA EVOLUCIONISTA (PE) COMO AGENDA DE LA DERECHA. La PE viene llevando adelante desde hace
varias décadas investigaciones crecientemente rigurosas. Algunos ven esta
empresa como reduccionista, simplista y algunos hasta la juzgan moralmente como
reaccionaria. Esto solo puede provenir de la total ignorancia de los supuestos,
afirmaciones y resultados de la EP, que son mucho más balanceados de lo que
indican estos prejuicios. En Argentina se suma que, como el psicoanálisis
domina la profesión, se considera a la PE una visión “conductista” contrapuesta
a la alternativa freudiana. Enorme confusión entre la investigación, la terapia
y los estudios de la PE, que de conductistas no tienen nada.
3. CORRECCIÓN POLÍTICA. Hay una tendencia casi automática a
considerar toda investigación que no coincida con nuestros prejuicios morales o
ideológicos como negativa en sí misma. Demás está decir que esto tiene muy poco
que ver con la verdad o falsedad de una hipótesis.
4. CITACIONISMO. Inventé un palabra, muchachos. Esta es una
práctica que lleva añares y que posiblemente todavía hoy se siga extendiendo.
Personalmente me resulta enojosa porque pone a los pensadores por encima de las
ideas en sí mismas. Aprendemos que lo bueno es Foucault, Kant, Rousseau y Marx,
no sus ideas. La sacralización de autores clásicos quizás responda a que en el
pasado los que podían pensar y publicar eran pocos (había que ser rico, para
empezar), lo que hacía más fácil recordarlos. La costumbre de crear héroes
(como ocurre con las figuras patrióticas) ciega al punto de pensar que se
trataba de seres superdotados, mucho más inteligentes que cualquier autor
moderno. De ahí a citar nombres famosos como única justificación de una idea
hay solo un paso. Y de pronto nos encontramos frente al famoso dicho que
advierte sobre lo inadecuado de estas prácticas: “Copiar a un autor es plagio,
copiar a muchos es investigación”.
5. LA CULPA ES DE OCCIDENTE. Para algunos analistas sociales,
Occidente es mala palabra. No importa cuál sea la disciplina estudiada, el
poder de Occidente siempre es la hipótesis de partida para explicar un fenómeno
global negativo. Más allá de la falacia, esta práctica puede ser
contraproducente, porque no nos permite identificar aquellas políticas reales
de Occidente que llevan a situaciones de sufrimiento o de injusticia.
Exagerando la culpa del exitoso, creamos un bosque que puede impedirnos ver el
árbol.
6. ADJETIVISMO. Inventé otra palabra, amigos. El adjetivismo es
criticar un argumento simplemente adjetivándolo y nada más, en especial cuando
se asocia a algún “ismo”. Me parece una actitud pedante e indolente. Pero
además, usada gratuitamente puede ser agresiva cuando sugiere que las ideas
vertidas no son nuevas, o que uno no leyó lo suficiente (que por definición es
infinito).
7. FALSIFICACIONISMO. Los científicos de verdad entienden lo
importante que es falsar o no lograr falsar una hipótesis. Pero muchos
investigadores consideran que este es un criterio “popperiano” (otra vez el
adjetivismo). La traducción vendría a ser que como usas una idea de Popper (ni
siquiera es original de él), entonces aceptás todas y cada una de sus ideas
(otra vez el citacionismo), incluido su conservadurismo y su furioso
anti-marxismo. De nuevo, lo que cuenta es la idea, no el autor. Y tratar de
falsar una hipótesis muchas veces es muy útil.
Si fuera obligado a resumir todos estos sesgos en una palabra,
creo que usaría el término antropocentrismo. Los humanos nos creemos superiores
al resto de las especies, y todo lo que nos acerque a ellas debe estar mal,
científica y moralmente. A veces vale la pena repensar si nuestra posición es defendible
científicamente, o si simplemente nos resistimos al conocimiento porque no nos
gusta.