lunes, 25 de abril de 2016

CIENCIAS SOCIALES AL BANQUILLO

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El libro “Better Angels of our Nature” de Steven Pinker, que recomiendo largamente, contiene una imponente colección de datos que demuestra que la violencia en todas sus expresiones ha venido reduciéndose, y que vivimos desde hace 70 años en la época más pacífica de la historia de la humanidad. El autor también ensaya hipótesis para explicar este fenómeno que el ciudadano común suele considerar inverosímil. Como el libro tiene 800 páginas y está en inglés (este tipo de libros no se editan aquí, aunque afortunadamente sí se editan velozmente basuras como 50 sombras de Grey), muchos no podrán o querrán leerlo.

A los curiosos les hago una propuesta más modesta: leer un artículo de Pinker publicado en el Journal “Sociology” donde contesta tres reseñas de su libro. Es interesante porque además de defenderse bien, el autor logra en apenas seis páginas sacar a la luz varios prejuicios, mitos y malosentendidos que aun perduran en la investigación en ciencias sociales. Para los que no quieren siquiera leer en inglés ese breve artículo, a continuación lo comento (con el ok por mail del propio autor, nada menos…). A mi modo de ver, uno puede dividir las impugnaciones de Pinker en siete rubros:

1. IDEOLOGISMO. Varios científicos sociales suelen adoptar una ideología para trabajar y no tienen problema en transparentarla. Pero esto no autoriza a acusar a todo investigador de tener una “ideología encubierta que no quiere revelar”. Por supuesto, todo análisis puede ser asociado a cierta ideología, ya que buscar esos vínculos es relativamente sencillo (todo tiene que ver con todo). Pero estos vínculos deben ser verificados, no meramente enunciados. Decir “todo es ideológico” puede ser tan poco productivo como afirmar “todo es religioso” (probame que no es así) o que “todo depende de cuál es tu comida favorita” (¿o no es cierto que todos tienen una?).

2. PSICOLOGÍA EVOLUCIONISTA (PE) COMO AGENDA DE LA DERECHA. La PE viene llevando adelante desde hace varias décadas investigaciones crecientemente rigurosas. Algunos ven esta empresa como reduccionista, simplista y algunos hasta la juzgan moralmente como reaccionaria. Esto solo puede provenir de la total ignorancia de los supuestos, afirmaciones y resultados de la EP, que son mucho más balanceados de lo que indican estos prejuicios. En Argentina se suma que, como el psicoanálisis domina la profesión, se considera a la PE una visión “conductista” contrapuesta a la alternativa freudiana. Enorme confusión entre la investigación, la terapia y los estudios de la PE, que de conductistas no tienen nada.

3. CORRECCIÓN POLÍTICA. Hay una tendencia casi automática a considerar toda investigación que no coincida con nuestros prejuicios morales o ideológicos como negativa en sí misma. Demás está decir que esto tiene muy poco que ver con la verdad o falsedad de una hipótesis.

4. CITACIONISMO. Inventé un palabra, muchachos. Esta es una práctica que lleva añares y que posiblemente todavía hoy se siga extendiendo. Personalmente me resulta enojosa porque pone a los pensadores por encima de las ideas en sí mismas. Aprendemos que lo bueno es Foucault, Kant, Rousseau y Marx, no sus ideas. La sacralización de autores clásicos quizás responda a que en el pasado los que podían pensar y publicar eran pocos (había que ser rico, para empezar), lo que hacía más fácil recordarlos. La costumbre de crear héroes (como ocurre con las figuras patrióticas) ciega al punto de pensar que se trataba de seres superdotados, mucho más inteligentes que cualquier autor moderno. De ahí a citar nombres famosos como única justificación de una idea hay solo un paso. Y de pronto nos encontramos frente al famoso dicho que advierte sobre lo inadecuado de estas prácticas: “Copiar a un autor es plagio, copiar a muchos es investigación”.

5. LA CULPA ES DE OCCIDENTE. Para algunos analistas sociales, Occidente es mala palabra. No importa cuál sea la disciplina estudiada, el poder de Occidente siempre es la hipótesis de partida para explicar un fenómeno global negativo. Más allá de la falacia, esta práctica puede ser contraproducente, porque no nos permite identificar aquellas políticas reales de Occidente que llevan a situaciones de sufrimiento o de injusticia. Exagerando la culpa del exitoso, creamos un bosque que puede impedirnos ver el árbol.

6. ADJETIVISMO. Inventé otra palabra, amigos. El adjetivismo es criticar un argumento simplemente adjetivándolo y nada más, en especial cuando se asocia a algún “ismo”. Me parece una actitud pedante e indolente. Pero además, usada gratuitamente puede ser agresiva cuando sugiere que las ideas vertidas no son nuevas, o que uno no leyó lo suficiente (que por definición es infinito).

7. FALSIFICACIONISMO. Los científicos de verdad entienden lo importante que es falsar o no lograr falsar una hipótesis. Pero muchos investigadores consideran que este es un criterio “popperiano” (otra vez el adjetivismo). La traducción vendría a ser que como usas una idea de Popper (ni siquiera es original de él), entonces aceptás todas y cada una de sus ideas (otra vez el citacionismo), incluido su conservadurismo y su furioso anti-marxismo. De nuevo, lo que cuenta es la idea, no el autor. Y tratar de falsar una hipótesis muchas veces es muy útil.

Si fuera obligado a resumir todos estos sesgos en una palabra, creo que usaría el término antropocentrismo. Los humanos nos creemos superiores al resto de las especies, y todo lo que nos acerque a ellas debe estar mal, científica y moralmente. A veces vale la pena repensar si nuestra posición es defendible científicamente, o si simplemente nos resistimos al conocimiento porque no nos gusta.

miércoles, 13 de abril de 2016

¿Visa Required? (reseña de “Economía de Fronteras Abiertas”, de Heymann, Perazzo y Zimmermann)

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Parte II: El fruto no vendido


En nuestro post anterior explicamos que los contenidos de Economía de Fronteras Abiertas (EFA) son absolutamente fascinantes. Pero cuando el lector interesado pero no especialista atraviesa páginas y páginas, el hechizo tarda en ocurrir. Ya adentrado, puede que le asalte la duda: ¿cuánto hacen los autores para que el lector logre degustar estos modelos y entender sus consecuencias más interesantes? La triste respuesta es: poco.

HPZ son científicos hechos y derechos. No quieren pecar de imprecisos, ni de presuntuosos, ni de exagerados, ni de incorrectos en ningún sentido. Conscientes de poseer la mejor fruta y de que no necesitan venderla, los autores eligen, casi como ofrenda de humildad intelectual, hacer poco para atraer compradores. Es su pleno derecho, por supuesto. Pero el mundo de los sistemas complejos está lleno de explicaciones fructíferas que la sociedad podría aprovechar. La fruta es deliciosa, y también es barata. Pero los autores se olvidaron de decirnoslo.

Quizás esta actitud sea consecuencia de que los modelos no pueden simplificarse demasiado. “But not simpler”, remata el viejo chiste de Einstein intentando explicar la relatividad a un interlocutor que pretendía una explicación demasiado llana. Se dirá que la ciencia exige esfuerzo, concentración, matemáticas duras. Y yo les digo, señores físicos, que ustedes saben bien que esto no es mecánica cuántica. Muchos sistemas complejos son  intuitivos y didácticos, agraciados para pensarlos, aprenderlos y admirarlos. Sé que el objetivo original era hacer notas para los alumnos de un curso de la Universidad de San Andrés. Y yo les digo, señores físicos, que este libro es demasiado bueno para ser un apunte.

Algunos pasajes no modelísticos del libro, en lugar de notar la singularidad del tema, utilizan un tono excesivamente generalista, que mina la relevancia de lo que se dice. “Esta fruta, que pertenece a la familia de las frutáceas”, parecen decirnos, “puede cosecharse y traer consigo algunas de las técnicas más depuradas, que la pueden convertir en una alternativa válida para ser considerada a la hora de consumir”. La introducción es un tráiler que, en vez de conectarnos con lo mejor de la película, se despacha con una lista de técnicas para evitar errores en las escenas. Los encantos de EFA, que son muchos, aparecen tarde y están casi ocultos.

Yo creo que el problema con EFA es que su prosa carece de modernidad. Hace rato que en otros países los autores más famosos divulgan sus saberes, o los de otros, con una cuidada mezcla de calidad académica, simplicidad, claridad y un entusiasmo apasionado por sorprender al lector. Con las mejores intenciones, la fruta se lustra una y otra vez para que brille hasta en la sombra más tenebrosa. Hasta las conclusiones de EFA, que podrían haber creado el estímulo para repasar lo leído y captar su importancia, parecen pedir disculpas por si algo en el texto ha salido mal.

No quiero ser malinterpretado. Solo digo que los contenidos de EFA y la brillantez de los autores ameritaban, además del desafío intelectual, el desafío del hechizo al lector. Se apodera de mí ese sentimiento de la quema de libros: cuánto esfuerzo desperdiciado, cuántas ideas derramadas, y cuánta gente que se perdió de conocerlas. En este caso, el libro se esconde a sí mismo, lo que extiende la angustia por lo que pudo ser. Cual metáfora de los sistemas complejos, la humildad de unos pocos genios termina por atentar contra el conocimiento de muchos.

Mientras tanto, casi una decena de baratijas que prometen enseñar economía a Doña Rosa son arrancadas de los estantes de las grandes librerías. La mayoría presentan las ideas y los errores de siempre, pero venden mucho. Frutas demasiado maduras, casi podridas, pero con envoltorios destellantes que logran colocar el producto masivamente.

EFA cometió el pecado original, pero al revés. Ocultó sin quererlo el fruto del conocimiento, y es probable que ni las serpientes se interesen por recomendarlo. Una pena, porque es lo más dulce que tiene la ciencia económica para ofrecer de su árbol, que cada vez tiene menos ramas.

jueves, 7 de abril de 2016

Interdisciplina bien entendida (reseña de “Economía de Fronteras Abiertas”, de Heymann, Perazzo y Zimmermann)

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Parte I: la bella simpleza de los sistemas complejos 

Nada tiene tan buena prensa entre el público lego como el estudio interdisciplinario. El intercambio de opiniones, las “tormentas de ideas”, las variantes en los ángulos y en los puntos de vista, son tenidos como el marco apropiado para el conocimiento real. En la versión posmoderna, la retórica es que deben privilegiarse los enfoques “holísticos” al reduccionismo cientificista.

La exigencia de interdisciplinariedad es, empero, una posición cómoda y trivial. Ya que no es posible hablar o siquiera pensar sin omitir nada, siempre habrá alguien en condiciones de marcar la carencia argumental de quien expone. Por otro lado, en la práctica cruzar disciplinas y obtener resultados concretos es una empresa compleja. Rara vez el conocimiento nace de la interacción de puntos de vista distantes, y es normal que provengan de la reflexión común de un pequeño grupo, a partir de los esfuerzos intelectuales de otros científicos ubicados en el mismo locus científico. Tampoco es sencilla la comunicación entre disciplinas: tienen sus propios códigos, su propia jerga, sus propios intereses y un cuerpo teórico edificado del cual resulta difícil escapar sin una buena justificación.

Cada tanto, sin embargo, el milagro sucede. Gracias a un pequeño conjunto de mentes abiertas, sí, pero fundamentalmente capaces. Esto ocurrió con tres argentinos: Heymann, Perazzo y Zimmermann (HPZ), responsables de Economía de Fronteras Abiertas (EFA), un libro que presenta el asombroso mundo de los sistemas complejos, con modelos famosos y otros de factura propia. Estamos ante una exploración interdisciplinaria entre… ¡tres físicos! En realidad, Heymann estudió inicialmente física, pero dedicó su vida a la economía, brillando particularmente en macroeconomía. Pero su verdadero placer es descubrir nuevos enfoques para entender mejor el mundo. En este libro, sus “amigos físicos” como él los llama, lo acompañan en un viaje por el maravilloso mundo de los sistemas complejos y sus implicancias económicas.

La disciplina económica debería tener mucho para nutrirse de los sistemas complejos y su necesaria interdependencia científica. Después de todo, se trata de modelos que combinan calidad intelectual, rigurosidad matemática y aplicación práctica, un marco más que amigable para invitar a la mesa teórica de la macroeconomía. Pero todavía, según parece, no hay asientos disponibles. La corriente principal de la macroeconomía continúa desarrollando y defendiendo modelos de equilibrio general con agentes puramente racionales, donde las interacciones entre agentes casi no juegan ningún rol. Es una situación un poco injusta, ya que con métodos analíticos mucho menos poderosos que estos, Gary Becker logró colonizar varias ciencias sociales. Hoy, la rigurosidad de la física y sus notables hallazgos quieren meterse en la cocina de la economía, pero pocos están dispuestos a abandonar el menú principal. Economía de Fronteras Abiertas es un libro que como su título indica, abre fronteras. Pero la corriente principal de la disciplina tiene leyes de inmigración muy estrictas.

Pese a su nombre, no hay nada en los sistemas complejos que no sea sencillo de explicar. Si al principio sus implicancias pueden lucir contraintuitivas, es precisamente por la sorpresa de que la agregación de lo simple resulte en comportamientos tan inesperados. De hecho, la palabra “complejo” no refiere a la dificultad de comprensión del funcionamiento de estos sistemas, sino a la idea de que es posible capturar un fenómeno complejo partiendo de un setup simple.

La propiedad de mayor interés de los sistemas complejos es que “más es diferente”. Agregar comportamientos o información hace que un sistema presente dinámicas impensadas, creando propiedades en el agregado no necesariamente identificables en el análisis individual. La implicancia para la macroeconomía es devastadora: pasar de la micro a la macro no es un asunto trivial. La visión estándar de la economía moderna, en cambio, continúa consagrando un modelo macro que se construye a partir de agentes individuales idénticos, que se suman linealmente para hallar los agregados.

Pero esto es solo el principio. Con este tipo de modelos podemos empezar a contestar preguntas osadas, de las cuales las siguientes son una pequeña muestra:

  • ¿Hay ordenamientos ocultos en la organización social o económica o esta es completamente azarosa?

  • ¿Es una distribución inequitativa del ingreso evidencia de injusticia?

  • ¿Estar más conectados es más o menos seguro?

  • ¿Se puede replicar una crisis como la de 2009 suponiendo reglas de decisión sencillas para los agentes económicos?

  • ¿Es posible estimar cómo se comportan las empresas a la hora de fijar precios?

  • ¿Es posible cuantificar los costos de transacción de la inflación?

Los sistemas complejos echan luz sobre variadas cuestiones económicas, pero las aplicaciones posibles de estos juguetes computacionales son incontables. Los sociólogos encontrarán que los vecinos de un barrio con minorías étnicas son mucho menos discriminadores de lo que parecen. El hincha de fútbol preocupado por su ubicación en la tribuna popular, puede ser ayudado a definir cuál es la disposición más probable de la barra. Y los bon vivants quizás quieran conocer razones por las que un restaurante revienta de gente mientras otro similar situado justo enfrente permanece semivacío.

No hay en el ámbito de las ciencias sociales una herramienta con más futuro, ni con más aplicaciones, ni con mayor potencial para intentar mejorar nuestra comprensión de la sociedad y el ambiente que nos rodea. Y es lo esperable: hablamos de modelos que se nutren de la experiencia de la matemática, la estadística, la biología, la física y la neurología, entre otras ciencias. Interdisciplinariedad bien entendida.