viernes, 26 de febrero de 2016

El libro que debió llamarse "X e Y" (pseudo reseña de Guns, Germs and Steel, de Jared Diamond)


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Nunca pensé que justo vos, Jared, ibas a incurrir en semejante error. Sé que no sos de los que fallan a la hora de distinguir lo importante de lo que no lo es. Vos te fuiste a Nueva Guinea a aprender. Vos te bancaste a esos nativos, por llamarlos de alguna manera, para encontrar una verdad profunda. Vos sabés lo que vale un buen argumento, una buena teoría. Vos escribiste quizás el libro de ciencia divulgativa más trascendental de la historia. Y sin embargo, fallaste miserablemente. Te equivocaste como un amateur. Como quien escribe su primer libro. Como quien es obligado por una editorial malévola a ir contra sus propias ideas, contra su propio arte, contra su propia inteligencia.

A ver, Jared, repasemos. Descubriste que Europa conquistó América y no al revés porque el continente europeo es horizontal (X) y el americano vertical (Y). En el primero se mantiene el clima y en el otro no, lo que ayuda a fijar tecnologías y transmitirla regionalmente. Movete en Eurasia y vas a progresar. Movete en América y cagaste fruta. 

Ahora bien, ¿cómo es posible, Jared querido, que habiendo descubierto tal genialidad, hayas titulado tu libro tan mal? Parece una broma, pero le pusiste Guns, Germs and Steel (Armas, Gérmenes y Acero), que en lugar de remarcar el origen profundo de las diferencias entre europeos y americanos, postula por qué, ya en América, los conquistadores ganaron.

¿En qué estabas pensando, Jared? ¿Qué extraña voz interior te sopló al oído semejante engendro? Es como si Newton después de descubrir la gravedad hubiese publicado con el nombre “The Apple”. O si Adam Smith, tras capturar la esencia de la mano invisible y ejemplificarla con la fábrica de alfileres, hubiese escrito “Juan y pinchame se fueron al río”. O como si Darwin, inspirado en la selección natural tras su viaje con el Beagle, apareciera después con un “De Ushuaia a Galápagos: una bocha de bichos” (ok, “El origen de las especies” también es un título pésimo. La teoría de la evolución no es ni sobre el origen de la vida, ni sobre la evolución de las especies, pero igual algo que ver tiene). 

Sabelo, Jared. Titulaste tu más grande obra con un nombre estúpido, recursivo, irrelevante. Peor aún, tu teoría del origen de las diferencias, que era XY, creó el erróneo acrónimo: GGS (Guns, Germs and Steel). Para empezar, son tres teorías, no una. Imaginate si Marx hubiese titulado: “Capital, mercancía, plusvalía absoluta y relativa, lucha de clases, superestructura, explotación y mafias en el mundo moderno”. Una porquería. Para colmo de males, los guns y los steels (a diferencia de los guns y los roses) están relacionados. El steel sirve para hacer los guns. Así que ahí te sobra una palabra. Para completar tu engendro, lo de los gérmenes medio que ya se sabía, así que con eso tampoco es que aportaste demasiado.

Por supuesto, no estaría tan enojado con vos, Jared, si tu libro no tuviera adentro una idea tan genial. Me quedo corto, tiene la mejor teoría que he leído en mi vida, sacando la evolución. (De paso, leí por ahí que había una discusión sobre quien fue mas grande, Darwin o Marx. No hay comparación posible, Marx es resultado del contexto, no de la naturaleza. Si hay vida inteligente en otros planetas, sólo algunos tendrías marxes, pero todos tendrían darwines). Jared, tu descubrimiento no es que con Armas, Gérmenes y Acero quinienteos europeos malolientes se cargaron a millones de nativos. Eso no explica nada, porque la pregunta que sigue es por qué tenían gunes y steeles. Las buenas explicaciones son aquellas justificaciones últimas, las profundas, las del principio de los tiempos. Las metateorías. Una metateoría no es una teoría gauchesca, sino la madre de las teorías, la causa inicial relevante, el huevo de la serpiente del conocimiento.

Tu teoría, por tanto, no es GGS, es XY. Los ejes de los continentes son una verdad simple, clara y definitoria. No puede ser que no la hayas visto. Son de esas metateorías que si finalmente no se prueban ciertas, deberían serlo, por respeto al que se le ocurrió. Te hiciste la pregunta correcta, Jared, y tu título la contestó mal. Tu trivia “guns, germs or steel?” tiene todas las respuestas incorrectas. Sos el genio más desperdiciado de la historia, publicitando lo peor de tu libro y ocultando lo mejor.

Y ahora me calenté (sí, más todavía) y pienso que la teoría de la evolución estará muy bien, pero no es tan genial porque no puede no ser cierta. El mérito de Darwin fue darse cuenta antes, pero tarde o temprano alguien la iba a descubrir. La metateoría XY, no necesariamente alguien la iba a descubrir. Y vos la tiraste a la basura, la minimizaste, la ocultaste. No la quisiste share, Jared. Y eso no se perdona.

Bue, te perdono igual.

viernes, 19 de febrero de 2016

Mente Economicus (una reseña de "La Vida Secreta de la Mente", de Mariano Sigman)

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Pese a que Proyecto G, el gran programa divulgativo de ciencia de Diego Golombek, ya era excelente, recibí con alegría los aportes de las últimas temporadas del neurocientífico Mariano Sigman. El estudio de la mente es de lo más interesante de la ciencia moderna. Sí, todos nos emocionamos un poco cuando aparecen ondas gravitacionales o el bosón de Higgs, pero la verdad es que nuestra capacidad de comprensión de estos hallazgos y su significado es muy limitada. Enseguida nos preguntamos si estos descubrimientos físicos nos va a servir para mejorar nuestra vida económica. 

Con las disciplinas de la mente la cosa es distinta. Los experimentos y los descubrimientos refieren a situaciones con las que tropezamos día a día. Las explicaciones que leemos sobre ellas suelen ser sencillas y no es necesario usar matemática abtrusa para explicar un razonamiento. A las ciencias de la mente las reconocemos enseguida, y las transmitimos fácilmente a otros interesados. 


Por eso siempre decimos que la economía tiene mucho más para aprender de la psicología y la neurociencia que de la física o la matemática. La economía trata con decisiones humanas, y sobre todo, con la percepción que los humanos normales (promedio) tienen sobre las decisiones de los demás y los fenómenos que las afectan. El homo economicus no simplifica, no usa pistas, no se equivoca. El homo sapiens sí. Y para entender cómo, nada mejor que las ciencias de la mente.


Tomemos por ejemplo la cuestión de los experimentos de laboratorio o naturales. Un experimento en economía suele presentarse junto a un modelo complejo, con hipótesis enrevesadas, y el testeo se realiza con medidas estadísticas la mayor de las veces incomprensibles para la persona común. En psicología o neurología, todo es mucho más sencillo y directo. Sé que hay refinamientos que no son tan obvios, pero en general lo que se testea es algo que el testeado debe entender (al menos indirectamente), para que el experimento revele las intenciones del evaluado. En economía no se testea gente, sino resultados económicos agregados donde los individuos ya eligieron y sus razones se pierden en el agregado.


Hay varias partes del libro de Sigman que los economistas podemos aprovechar. Una de ellas, quizás la que más me sorprendió, son los mecanismos de aprendizaje y enseñanza que tiene nuestro cerebro. Mientras los economistas nos pavoneamos con modelos que asumen expectativas racionales (esto es, donde el aprendizaje no ocupa ningún rol), los descubrimientos de las ciencias de la mente nos dan pistas concretas sobre cómo aprendemos, enseñamos, acertamos, fallamos y, en general, decidimos. Pero muchos economistas académicos no toman nota de quiénes somos en realidad.



La cuestión del aprendizaje tratada en el libro también nos sirve para entender cómo debiéramos encarar la docencia en economía. Hay pruebas de que se aprende haciendo, y en particular, enseñando. En lugar de ofrecer disertaciones magistrales para un público aplaudidor, deberíamos pensar cómo hacer para que los alumnos pasen al frente y den clase ellos. Las experiencias de tutoría de tesis por parte de alumnos a otros alumnos parece que también funcionaron bien en algunos países. Siendo que los tutores nunca alcanzan, podríamos aprovechar y poner a algunos alumnos a evaluar otros.



Sé que hay bastantes libros sobre estos temas hoy en el mercado (no tantos de argentinos), pero aunque hayas leído mucho del tema, "La Vida Secreta de la Mente" vale su precio, su peso, y su ISBN. 




viernes, 12 de febrero de 2016

¿Creatividad y crecimiento?: me suena, Sebas

(A propósito de “Ideas en la ducha”, de Sebastián Campanario)

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Con cada nuevo proyecto, Sebastián Campanario libera más y más endorfinas, y ya no es obvio definir puntillosamente sus intereses profesionales. Recibido de economista, la profesión y su derrotero tradicional lo aburrió pronto y nos lo hizo saber en Economía de lo Insólito, un libro que nos quiso convencer de que “la ciencia sombría” tenía su costado entretenido. Su segundo libro, Otra Vuelta a la Economía escrito con Martín Lousteau, soltó nuevas amarras y siguió tomando distancia de la teoría económica. 

Pero con Ideas en la Ducha, Campanario parece estar definitivamente en su salsa. Allí cocina a lo grande y se nota que habla de lo que le gusta. Ideas en la Ducha recorre la enorme cantidad de aristas que puede tener la creatividad, la tecnología y las ideas en general. Las líneas ametrallan al lector con una amplia variedad de contenidos donde queda claro que lo que menos importa es la línea de llegada. Es que el objetivo del autor no es cerrar conclusiones sino, a la manera de Narnia, abrir puertas hacia un mundo completamente novedoso y fascinante.
El libro propone de entrada los viejos trucos para estimular la creatividad, pero pronto se aparta de esta estrategia, que uno puede encontrar detallada en los libros de Estanislao Bachrach. Y entonces sí, empiezan esos disparos que, lejos de terminar con nuestra vida, nos despiertan una indómita curiosidad. Campanario no pretende profundizar cada idea, solo tira y tira. Y paradójicamente, esta aparente limitación termina creando en el lector la necesidad de buscar, de meterse, de preguntarse. Casi sin proponérselo, el libro induce al lector a ser él mismo un creativo. Es literalmente imposible leer de corrido sin parar a buscar una información en Internet, a bajarse una aplicación, o a ver un video recomendado en Youtube.

Ideas en la Ducha capta muy bien la dinámica de la creatividad actual: un verdadero caos de imaginación e ideas al cual es muy difícil encontrarle una estructura coherente, o un objetivo definido, ya que los desarrollos creativos apuntan hacia los cuatro puntos cardinales (y sus combinaciones).

En esta confusión, uno se siente tentado a sentir que las ciencias sociales deberían dedicarse a buscar un hilo conductor entre tanto desaguisado. La economía en particular, con sus pretendidas credenciales de ciencia, sufre mucho para entender las nuevas tendencias en materia de creatividad y nuevas tecnologías, especialmente en tres aspectos: su medición, sus causas teóricas y las políticas adecuadas para estimularla.

La creatividad tiene tantas variantes y combinaciones posibles que medir sus impactos es dificultoso. Se ha afirmado que las nuevas tecnologías tienen un impacto moderado en el crecimiento, y que los avances del pasado eran mucho más importantes para aumentar la productividad total. Por ejemplo, se dice que la invención del lavarropas automático liberó una enorme cantidad de horas disponibles de las amas de casa, quienes gracias a esto pudieron incorporarse a la fuerza de trabajo. Este tipo de avances tecnológicos para afectar el crecimiento, se dice, ya no será equiparado.

Pero esto es engañoso, porque se asume que lo único que genera bienestar económico es aquello que se refleja en el PIB. Pero a mí me suena, como a Campanario, que la enorme mayoría de los ideas recientes no son pasibles de ser medidos directamente, pero posiblemente mejoren dramáticamente la vida diaria de la gente. ¿Qué valor le damos a la posibilidad de contar con un conocimiento casi instantáneo de ideas y creaciones producidas en todo el mundo? ¿Cuánto nos permite ahorrar el hecho de poder comunicarnos inmediata, continua y casi gratuitamente con personas que viven del otro lado del mundo? ¿Qué valor social le damos a la capacidad de resolver conflictos y dudas en tiempo real buscando respuestas en wikipedia o sitios de la web similares? ¿Cuánto mejoró nuestra vida social gracias a las enormes posibilidades que nos brindan las redes actuales? Un lavarropas nos ahorrará horas de trabajo medibles, pero las tecnologías actuales nos ahorran horas de esfuerzo no medibles.

Los economistas han tenido desde siempre un enorme lío para explicar teóricamente el rol de la tecnología en el crecimiento económico. En sus inicios, fue Solow quien propuso que buena parte de nuestro desarrollo provenía del indescifrable concepto de “productividad total de los factores”, que además era exógeno a la dinámica de las variables conocidas. El paso del tiempo no cambió en lo esencial este estado de cosas y hoy estamos lejos de comprender cabalmente qué es lo que enciende y sostiene un proceso de crecimiento de largo plazo. Mucho menos sabemos de las relaciones entre creatividad y bienestar económico; o de los ámbitos en donde estos procesos tienen más chances de aparecer; o de las creaciones más efectivas para estimular el crecimiento. Menos aun sabemos sobre la relación entre tecnologías, ideas y sus consecuencias sobre la distribución del ingreso, un tema central para entender si estas tendencias pueden o no anticipar futuros conflictos sociales.

Finalmente, hay poco para decir sobre las políticas económicas que estimularían la creatividad y el ingenio. No es claro siquiera qué tipo de estructura económica es la más adecuada: los países escandinavos y Estados Unidos, con enormes diferencias en cuanto al alcance del estado de bienestar, producen ideas brillantes por igual. Tampoco es obvia la relación entre la estabilidad macroeconómica y la creatividad: según el propio Campanario nuestro país, con problemas históricos en este rubro, es reconocido como un activo participante en el mundo de las ideas.


Ideas en la ducha es una metáfora sobre nuestro estado del conocimiento sobre algo tan importante como la creatividad y las nuevas tecnologías: un libro turbulento, desordenado, y estimulante. Y esto es solo el principio, porque una propiedad fácilmente identificable de la dinámica de las ideas es que traen a colación nuevas ideas. La creatividad es una carrera alocada con cada vez más ramificaciones, con cada vez más actores, y cada vez menos comprensible y asequible. Sonó la campana de salida, Campanario se subió al tren, pero el tren acelera y quizás en el futuro ya no sea posible organizar y clasificar todo lo que hay de nuevo en un solo libro. Mientras tanto, esperemos encontrar bajo la ducha el santo grial del crecimiento.

viernes, 5 de febrero de 2016

El Cisne Negro Ataca de Nuevo: el Caso Taleb


Nassim Taleb es un tipo talentoso, pero tiene una característica que no deja de sorprenderme: es el tipo más divulgativo y menos divulgativo del mundo. Let me explain.

Taleb es el autor de varios libros muy interesantes, que toman ideas no necesariamente completamente originales, pero que se presentan con extraordinaria efectividad. Uno de los dos tipos de cambio escribió una reseña muy positiva de su libro principal, El Cisne Negro, aquí. Sus otras obras, como Antifrágil, entregan paquetes similares: ideas quizás no tan novedosas, pero expuestas brillantemente, tanto en su concepción como en la valoración de su importancia y sus consecuencias.

Pero esta es solo una cara de Taleb, la del divulgador que seduce a su público con ideas simples y a la vez profundas. El autor muestra, sin embargo, una faceta completamente opuesta cuando se trata de discutir ideas con otras luminarias del pensamiento mundial. Taleb no solo se sabe una estrella intelectual, está convencido de que todos menos él están equivocados. Esta es una posición arriesgada para alguien que, como dijimos, se inspira para escribir en muchas ideas ajenas (a algunos de los autores originales les concede el crédito, pero a otras no). 

Dos polémicas, iniciadas por el propio Taleb, lo pusieron sobre el tapete. Una de ellas fue una discusión con Steven Pinker sobre el libro Better Angels of our Nature, donde Pinker justifica la caída secular de la violencia en el mundo. Taleb acusó a Pinker de no entender la idea del Cisne Negro, diciendo que la extensa y extendida paz (relativa) que según Pinker gobierna al mundo desde 1945 es una trampa, y que los cisnes negros están al acecho. Pinker respondió con claridad en un post las fallas argumentales de Taleb, quien luego rechazó la respuesta con la desidia que lo caracteriza.

La otra contienda fue nada menos que con Richard Dawkins. Primero lo peleó por uno de esos tweets apurados que escribe Dawkins, en este caso sobre el mundo musulmán y los premios nóbel; y después se metió nada menos que con el libro insignia del inglés, El Gen Egoísta (no puedo meter link de la crítica de Taleb porque tuve el inmenso honor de haber sido bloqueado por su cuenta de tuiter, pero si buscan está).

Ahora, queda claro que Taleb, cual boxeador en busca del título mundial, se quiere pelear con los mejores. ¿Pero qué tiene que ver esto con la divulgación? Bueno, el punto es que Taleb usa para discutir una jerga estadística totalmente abtrusa e incomprensible, casi posmoderna, que muchas veces oculta ideas sencillas y evidentes. Y en otros casos, parece que Taleb directamente incurre en errores conceptuales graves. Todo esto está muy bien ilustrado en este post, cuyo acertado título es "Estadística Vacía".

Cuando aparecen este tipo de personajes uno no puede evitar preguntarse ingenuamente si para ser un genio es necesario tener mal carácter. Sin conocer a fondo las personalidades de los mejores intelectuales del mundo, mi vaga sensación es que la mayoría no son así, y que Taleb es, después de todo, un Cisne Negro.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Necesitamos más mujeres economistas

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¿Cuántas mujeres economistas famosas conocés? ¿Qué aportes hicieron a la teoría económica? ¿Cómo se llama la única economista que recibió el Premio Nóbel? No te asustes si no podés contestar, la mayoría de los economistas, incluso varios docentes e investigadores, tampoco saben la respuesta. La razón es obvia: la economía es, y sigue siendo, una disciplina de machos. No solo que las mujeres ganaron un único Nóbel entre 76, Janet Yellen es la primera presidenta de la Reserva Federal en cien años de historia. En Estados Unidos, la proporción de alumnas en el total es apenas un cuarto, y está cayendo. En Argentina la proporción fémina se acerca al 40%, pero ya sabemos cuál es nuestra relevancia académica en el mundo...

¿Teoría con lentes masculinos?

Sé que me meto en terreno fangoso, pero me gusta el oso. Es un deber arriesgar que la teoría económica, hecha por una alevosa mayoría de hombres, se desarrolló con sesgos de género. Soy de los que piensan que los hombres han abusado de la economía, que es mujer.

¿O será un accidente que el supuesto básico de análisis sea el individuo egoísta, ultrarracional y sin emociones que es nuestro homo economicus? ¿Habrían las mujeres elegido un representante similar al que postularon los hombres? Apuesto que no. Las personalidades del agente representativo se parecen mucho a las que predominan en los hombres. Demasiado.

¿Y qué me cuentan del uso abusivo (o el abuso usivo) de las matemáticas? No son los hombres lo que más gustan de pavonearse con cálculos abtrusos para luego saltar a conclusiones generalizadas no siempre justificadas? Ya sé, me estoy exponiendo a ser acusado de crear estereotipos, sugiriendo que las mujeres no pueden sumar y restar, y esas cosas. No, solo intento decir que el perfil masculino puede derivar en una obsesión contraproducente, y que seguramente, en el agregado, difícilmente habríamos llegado a este extremo si esta no fuera una disciplina tan macha.

También hay sesgos de género en el tipo de elecciones que plantean los modelos micro tradicionales: las elecciones más importantes para las mujeres no son entre manteca y cañones, sino entre decisiones laborales y de fertilidad, por ejemplo.

Por no tener mujeres suficientes, me parece, nos hemos enroscado en unos cuantos estereotipos teóricos. Y nos perdimos de entender el mundo con una visión más abierta.

Economistas sin corazón

La visión que tiene el promedio de la gente respecto de los economistas es que somos unos cavernícolas sin corazón. En términos de las ramas de la economía, esto se traduce como una insuficiencia de cobertura de los temas sociales. La economía fue dejando históricamente estos temas a otras profesiones (sociología, antropología, psicología), donde el análisis no siempre es tan riguroso, porque en esas disciplinas las herramientas estadísticas no siempre están suficientemente desarrolladas. En consecuencia, queda la sensación de que el estudio de cuestiones sociales es un "tema menor". Feo.

Una gran cantidad de experimentos demuestran que la perspectiva femenina sobre temas como los salarios mínimos, calidad del empleo o políticas sociales es diferente a la masculina, siendo las primeras más "progresistas". Pero no me quedo solo con la postura ideológica, lo que me parece es que la visión de la mujer (perdón, me acordé de Capusotto) puede estimular la discusión y la reflexión en temas cruciales como la pobreza o la distribución del ingreso.

Finanzas masculinas

¿Y qué me cuentan de la enorme cantidad de recursos que destinamos a "aconsejar" a las familias y a las empresas en sus decisiones financieras? Nuevamente, los números dicen que en su mayoría son los hombres los que se relamen hablando de cómo hacer guita, así que no sería extraño que por aquí hubiera otro sesgo de género. 

Lo hay. Varios experimentos muestran que los hombres son más arriesgados que las mujeres en sus elecciones financieras. Y sabemos bien adónde nos lleva esto en el agregado: a aumentar las probabilidades de quiebra.

Con más mujeres economistas aconsejando sobre qué hacer con los ahorros, las decisiones serían más conservadoras, más seguras, y evitarían las crisis familiares, y quizás hasta de países enteros. 

Vamos las pibas

Hora de revelar quién ganó un Nobel y no tenía pito: Elinor Ostrom se llama. En línea con nuestra teoría, Elinor hizo contribuciones teóricas sobre los recursos de uso común (sí, esos de la tragedia de los comunes), un tema que había sido considerado "resuelto" por la economía masculina.

Y una pastilla más. El famoso portal Voxeu publicó recientemente un libro sobre el estancamiento secular post 60s de la economía mundial, y las recomendaciones para recobrar las tasas de crecimiento de posguerra. ¿Adivinen cuántas mujeres aportan a este tema tan importante? Sí, adivinaron.