sábado, 8 de septiembre de 2018

ESCEPTICISMO, CREENCIAS Y TRIBUS*



¿El progreso humano nos ha vuelto inmunes a nuestras creencias más insólitas? Es cierto que algunas de ellas han tendido a desaparecer. Ya casi nadie acude a una medium para hablar con los seres queridos que ya no están; poco le temen a los fantasmas; y solemos reirnos cuando se culpa a gato negro que se cruzó en el camino o a pasar la sal en mano de nuestras desgracias. Pero quizás todavía hay varios que están convencidos de que las pirámides de Egipto fueron construidas por extraterrestres, de que los signos astrológicos del zodíaco determinan la personalidad, o de que la llegada a la Luna fue un montaje hollywoodense.

Los movimientos escépticos del mundo se han ido encargando de demostrar, pacientemente, que el Triángulo de las Bermudas y sus abducciones de naves era imaginario, que el mentalista israelí Uri Geller que doblaba cucharitas con la mente no era más que un mago mediocre, y que el Pie Grande, una especie de gorila gigante no registrado por la zoología tradicional, nunca existió. Pero pese a estos esfuerzos, el público se renueva y reaparecen las especulaciones extravagantes, como los movimientos anti-vacunas, la hipótesis del auto-atentado de Estados Unidos a las Torres Gemelas, y decenas de otras teorías conspirativas. ¿Por qué, pese a que son refutadas una y otra vez, estas ideas extrañas vuelven a florecer?


¿Es la educación, estúpido?

Puede que se trate simplemente de gente desinformada o científicamente poco educada. Se supone que los individuos más y mejor instruidos deberían mostrar una menor predisposición a “tragarse la píldora”. Algo de eso hay, pero la explicación es insuficiente. Por ejemplo, una proporción nada desdeñable de la población educada de los Estados Unidos (entre un 40 y un 45%) son “creacionistas”, religiosos extremos que creen, contra toda evidencia científica, que el universo tiene apenas 5.000 años de existencia. Y solo el 10% de los americanos aceptan la teoría de la evolución sin intervención divina como explicación de cómo llegamos hasta aquí. Más aun, en ese país la creencia en cuerpos poseídos por el demonio, casas embrujadas y la astrología crece con el nivel educativo.

También hay razones teóricas para desconfiar de la baja educación como causa excluyente. La inteligencia humana es compartamental, lo que significa que podemos ser brillantes en algunas tareas, y al mismo tiempo defender ideas completamente ridículas en otros ámbitos del conocimiento. El científico Joseph Rhine dedicó décadas de su carrera a la búsqueda de fenómenos extrasensoriales como la telepatía, sin ningún resultado. Muchas agencias oficiales ofrecieron ingentes sumas a videntes y parapsicólogos con la esperanza de hallar personas desaparecidas, o de rastrear a secuestradores. Alguna vez la Armada de los Estados Unidos invirtió dinero para detectar gente con presuntas facultades paranormales, que se entrenaban intentando matar cabras con la mirada (situación inmortalizada en la película Los Hombres que Miraban Fijamente a las Cabras, protagonizada por George Clooney). Por otro lado, mucha gente puede utilizar su inteligencia para defender ideas absurdas, buscando evidencias espurias o desarrollando argumentos sofisticados únicamente para defenderse de los escépticos. Pregunten a un mago cuál es su público ideal para engañar, y no dudará en elegir a los que se creen más inteligentes.

Pensamiento crítico

Quizás lo que importa no es la calificación educativa, sino la capacidad de tener pensamiento crítico. Pero esta es un justificación circular, ya que justamente suele definirse como gente abierta y autocrítica a aquellos que no creen en fantasías y delirios. Y aun cuando ésta fuera la llave para volvernos seres razonables, enseñar a pensar críticamente no es sencillo, porque tenemos una tendencia natural a defender nuestros prejuicios, para evitar los costos que nos genera enfrentarnos con evidencia contraria a nuestras ideas preconcebidas.

Pese a lo que usualmente se piensa, la aparición de las redes sociales puede haber dificultado el escape de las creencias erróneas. Hoy resulta poco costoso aislarse eligiendo amigos que piensan parecido, y se tienden a intercambiar opiniones con… quienes opinan lo mismo que nosotros. La ideologización reciente de algunos medios tampoco ayuda, porque tienta al público a ocupar un lugar confortable donde se irradian sus preferencias más enraizadas, dejando poco espacio para la reflexión. Los supuestos programas de TV con “polémica”, para colmo, parecen obstinarse en mostrar que las discusiones no pueden ni deben ser civilizadas, ordenadas ni respetuosas. Es difícil ganar claridad en nuestras ideas desde donde solo se escucha al que grita más fuerte, o al que logra imponerse mediante una frase pomposa, por más vacía que sea.

Tribus

El concepto de moda para definir el encierro en ideas preconcebidas es “epistemología tribal”: la información que se transmite no busca respetar los estándares de evidencia, sino apoyar los valores y objetivos de la “tribu” a la que se defiende. Lamentablemente para quienes creen que esto puede subsanarse fácilmente, es posible que esta estrategia haya jugado un rol en la evolución. A lo largo de la historia humana, las tribus o coaliciones han sido fundamentales para vencer en las batallas, obtener recursos económicos, y… ganar discusiones. Lo que mantiene las coaliciones unidas son las historias distintivas, que les permiten al mismo tiempo diferenciarse de las demás, y a la vez inducir una fuerte uniformidad interna. La religión y los partidos políticos, desde luego, son los ejemplos típicos, pero también hay coaliciones donde el pensamiento mágico e imaginario constituyen el lazo unificador. Para estas tribus los hechos reales poco importan, porque desdibujan su lógica diferencial: cualquiera estaría de acuerdo con que las hadas no existen. La clave está en ubicarse a cierta distancia de la evidencia y la racionalidad obvias, para poder trazar una identidad propia y fortalecerse frente a otras tribus. Una propiedad de las coaliciones es su dinámica polarizadora: cuánto más contraste una coalición con otra, mayores posibilidades de que esa tribu sume seguidores, ya que para el público no definido mantenerse en la diversidad de “Corea del Centro” puede ser muy costoso.

Conclusión escéptica

Los pensamientos mágicos, las utopías, las paranoias y otros caprichos de la imaginación fueron, son y serán un acompañante obligado de los humanos, y seguramente formarán parte de nuestra realidad política por mucho tiempo más. Pero no hay que ser tan escéptico, porque en cierto modo hemos progresado. En la Edad Media la brujería se castigaba con la muerte, mientras que en la actualidad las creencias infundadas ya no suelen derivar en situaciones violentas. La otra buena noticia es que el juicio crítico basado en la razón y la evidencia está comenzando a extenderse, y en el futuro los crédulos serán minoría. Al menos eso es lo que decía el horóscopo de hoy. 

*Este artículo está basado en esta genial nota de Steven Novella.


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