domingo, 20 de octubre de 2019

COMODINES (Reseña de la película Joker)


Después de muchísimos años, una película volvió a generarme alta sensación. En mi adolescencia había sido La Naranja Mecánica, y ahora fue Joker. Ambos films me inyectaron una dosis perfectamente mezclada de risa y angustia, de justicia y de injusticia, de rechazo y aceptación. Creo que se trata de un buen resumen de lo que debería provocar una película especial en el público.

Joker es, primero, un desafío a los nervios del espectador. La tensión no lo deja en paz un minuto y lo obliga a estar atento a cada movimiento y cada gesto del protagonista y sus pistas. 

Joker es, segundo, un repiqueteo permanente sobre la ética humana, una propuesta tras otra para reflexionar sobre la relatividad del bien y del mal, y una invitación sistemática al que mira a querer ser el malo de la película.

Joker es, tercero, una burla explícita al que se sentó en la butaca esperar una batalla de acción entre buenos y malos, entre Batman y el Guasón, entre la policía y Phoenix. Una demostración más acerca de los límites de las peleas marciales, las persecuciones y los tiros para configurar una película trascendente.

Joker es, finalmente, una vuelta de tuerca fantástica sobre el origen de Batman, el niño rico y conflictuado, y el Guasón, el perdedor emergente de una ciudad que representa en toda su dimensión las crecientes inequidades que elevan conflictos en distintas partes del mundo.

No esperen más. 

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