sábado, 22 de octubre de 2016

QUIEN ES MAS INTELIGENTE, ¿LOS CABALLOS O NOSOTROS?

Resultado de imagen para hans mathematician horse

En la Alemania de principios del siglo XX, (1900s), una de las atracciones más extraordinarias fue un caballo llamado Hans der Kluge (Hans, el astuto). Como Mister Ed, Hans demostraba entender el idioma alemán, y tenía una rara habilidad para resolver cálculos matemáticos. "Hans, ¿cuánto es 2 x 7?" le preguntaban (en alemán). Y el bicho contestaba golpeando con una pata delantera el suelo tantas veces como requería el resultado, en este caso 16 14.

En 1904 los aciertos de Hans se volvieron cuestión de Estado. Los funcionarios de educación formaron un comité científico liderado por un psicólogo para analizar la cuestión (también lo integraban un veterinario y un administrador de circos). El comité estaba seguro de que había trampa, pero no la encontraban. Probaron de todo. Que otros preguntaran, ponerle anteojeras al caballo para no ver a su amo, etc. Pero el yobaca respondía bien casi el 90% de las veces, o sea, mucho mejor que yo.

Recién en 1970 el psicólogo Oskar Pfungst (apellido que ni Hans podría pronunciar) logró revelar el truco. Hans observaba el lenguaje corporal y las expresiones faciales de sus interlocutores. Cuando se le preguntaba cuánto era 3 x 6, empezaba a dar golpecitos con la pata. Mientras veía rostros ansiosos, seguía. Y cuando notaba que la gente se relajaba y sonreía satisfecha, paraba. ¡Bingo! O más todavía: ¡Casino!

Esta anécdota dio lugar al "efecto Clever Hans", que ocurre cuando el experimentador "contamina" sus experimentos mediante gestos, tonos de voz o lenguaje corporal. Por ejemplo, como cuando hacemos una encuesta y sin querer marcamos con los gestos o la voz la respuesta que necesitamos del entrevistado. Es por este sesgo que hoy los experimentos son "doble ciego": el científico no sabe el resultado correcto mientras se hace el experimento. Y esto fue lo que descubrió el engaño (por otra parte, completamente inconsciente para el amo del caballo): cuando el público no sabía el resultado, Hans fallaba.

Así que tranquilos, que los caballos no son más inteligentes que nosotros... ¿O sí? El caso Hans se usa para ilustrar cómo los humanos adscribimos erróneamente "inteligencia humana" a los animales, y para mostrar que no la tienen. Pero falta el otro lado de la hoja y la lección podría ser exactamente opuesta: la habilidad del equino para detectar emociones e intenciones interpretando el lenguaje corporal es mucho mejor que la nuestra. Si una japonesa te pregunta en su idioma cuánto es 2 x 3, lo más probable es que contestes que llueve, pero no habría forma de que detectes mirando a la tipa que tenés que parar de patear el piso en el número 6.

Pero entonces, ¿qué es lo que nos hace inteligentes? ¿Qué nos diferencia del resto de los animales y nos permitió ser la especie más exitosa del planeta? ¿Qué propiedades de los humanos nos hizo pensar que existe un homo economicus? Para no estirar y cansar la lectura, esa será la especulación de la semana que viene.

Y si les regalan un Hans, recuerden, no le miren los dientes.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario