sábado, 29 de octubre de 2016

LA CLAVE DE LA INTELIGENCIA HUMANA

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El post anterior (lo voy a decir en castellano: anterior) comparaba nuestra inteligencia con la de los caballos, y el veredicto no fue definitivo. Nosotros sabemos matemáticas, pero el otro animal sabe interpretar nuestras emociones.

Un minuto... dije "nosotros sabemos matemáticas". ¿"Nosotros sabemos matemáticas"? Cada vez que hablamos de lo que sabemos los seres humanos, cometemos el mismo error estadístico: le asignamos a todos y cada uno de los humanos un saber que en realidad solo corresponde a unos pocos.

Si agarrás a una humana promedio, ¿cuánta matemática sabe? Digamos que todos los homo y mulier sapiens sabemos contar hasta 3, pero no todos hasta 10. Muchos menos saben calcular un vuelto, como atestigua el uso (aun hoy) de calculadoras para resolver 100-70. ¿Multiplicar y dividir? La mayoría lo hace con una técnica automática que ni entiende por qué funciona (casi como el caballo Hans). Raíces, derivadas e integrales solo son comprendidas y resueltas por una mínima elite de la humanidad, entre la que destaca Paenza.

Además, estos son saberes que uno no aprende solo. La sociedad te machaca y machaca hasta que tu cerebrito finalmente se rinde y termina dejando entrar estas ideas extrañas a la condición humana. Pese a gastarnos 5 puntos del PIB todos los años para enseñar, la mayoría sigue odiando las matemáticas y prefiriendo los pensamientos mágicos a la precisión de las ciencias duras.

Después, hay resultados de saberes que no son personales sino sociales, o al menos grupales. Decimos "sabemos hacer rascacielos", pero en rigor los tipos que saben construirlos de pe a pa deben ser 10.000 tipos en el planeta. Son excepciones, no la regla. Otra vez, asignamos al promedio algo que solo corresponde a la pirámide de la especie. Y ni hablar de la dimensión temporal. Aprovechamos las ideas no solo de los 7.000 millones que somos, sino de los muchísimos miles de millones más que fuimos. 

Voy a arriesgar, incluso, que quizás en promedio seamos MENOS inteligentes que nuestros antepasados. Cualquiera de nosotros que se viera en las condiciones del paleolítico perecería sin pena ni gloria en un par de semanas. Pensá solamente en tener que hacer un fueguito sin encendedor ni secador de pelo. Ellos, sospecho, no tendrían demasiado problema en adaptarse a las condiciones actuales.

O sea que nuestro éxito como especie, esa especie de éxito, no es el resultado de ser TODOS inteligentes en general, sino de nuestra capacidad como especie de (i) generar outliers, es decir, tipas excepcionales con mucha inteligencia que crean cosas nuevas; y (ii) nuestra capacidad única de cooperar con una gran cantidad de otros humanos.  

El resto de las especies son todas mucho más parecidas dentro de su población, no tienen individuos excepcionales. Y si bien algunas cooperan entre sí, no lo hacen en cantidades suficientes como para progresar.

Por si alguno se toma esta idea demasiado seriamente, advierto que esta no es la clave de la inteligencia humana, sino solamente un aspecto, pero que normalmente se pasa por alto. Esta idea, y lo del caballo Hans del post anterior salen de un libro que me sigue sorprendiendo: Homo Deus, de Yuval Harari.

Ya sabés, la próxima no asumas que sos mucho más piola que un yobaca. Y pensá que para entender eso tuviste que leer este post...





2 comentarios:

  1. Les recomiendo los libros de Frans de Waal:
    https://es.wikipedia.org/wiki/Frans_de_Waal
    Hay ejemplos de "genios" y difusión de la cultura entre animales muy interesantes.

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  2. Sí claro, es muy bueno. Dice Harari que hay casos, pero que la difusión no es generalizada y no hay mucho aprendizaje entre ellos. Maybe.

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