sábado, 17 de agosto de 2019

EMITIENDO ELECTRICIDAD


¿Cómo opera exactamente el mecanismo de la emisión a los precios? Pregunta relevante si las hay, y sin embargo poco atendida por muchos. En este post quiero concentrarme específicamente en la posibilidad de que una política de emisión cero termine forzando una desaceleración de la inflación.

Decisores

Primero, no inventemos fantasmas. En los mercados formales, la enorme mayoría de los precios no los determina una entidad abstracta, sino cada uno de los que tienen algo para ofrecer. No digo que el oferente defina solo el precio final de venta, pues si al final del día no vende nada, quizás lo modifique. Pero en cualquier caso, ALGUIEN debe cambiar ese precio y poner alguno que finalmente concrete la venta. Llamemos a este "el definidor".

El definidor enfrenta un dilema. Si aumenta puede no vender, pero los costos le suben y si no aumenta pierde plata. Es necesario distinguir ambas señales y poner "el precio justo". Cuando la inflación es alta y volátil, la solución a este dilema es simple: se privilegia la suba de costos o el "precio sugerido" por el proveedor, porque la información sobre la demanda llega más tarde y es difícil de estimar.

Emisores

Ahora imaginemos a la Sra. Banco Central tratando de bajar la inflación emitiendo menos. Presuntamente tiene que lograr que los que "definen los precios" dejen de remarcar. En términos de nuestro ejemplo, convencer al definidor de precios de que no es una buena idea que siga a los costos.

Con menos liquidez, por supuesto, la demanda sufre, y por lo tanto el definidor comenzará a dudar entre si seguir a los costos o "aflojar un poquito" con el markup. Si todos hacen más o menos lo mismo, la inflación debería ir cediendo.

Esta lógica de decisión de precios implica inercia, y esa inercia depende de cuán seguro esté el definidor de 1) que está perdiendo clientes y 2) que el resto está haciendo lo mismo (si no, la infla sigue y él se queda solo y no recupera la guita).

Milgram

Por supuesto, a medida que pasa el tiempo y nadie vende nada, debería empezar una tendencia a la desinflación. El precio con sangre entra y ante la desesperación, liquidar los stocks con precios más bajos parece la única opción.

Pero la relación entre tortura y la toma de ciertas decisiones debe ser tomada con pinzas. Ante la posibilidad de perder todo a un precio completamente inseguro y quizás demasiado bajo, el vendedor podría preferir cerrar el negocio y esperar. Otros podrían decidir ("erróneamente") subir los precios para "compensar las pérdidas". En situaciones de stress e inflación variable, este tipo de reacciones equivocadas puede ser común. Y no sería raro que la recesión desencadenara comportamientos no cooperativos, como intentos de engañar o de ejercer poder de mercado sobre los clientes y los proveedores.

La idea de que el sufrimiento trae beneficios está arraigada, y quedó bien ilustrada en un experimento llevado a cabo por Stanley Milgram en 1963. Allí se le decía a la gente que debía aplicar shocks eléctricos a sujetos para que aprendieran a recordar respuestas correctas de un test. Si bien el experimento tenía otro objetivo (mostrar que la gente  común podía electrocutar hasta matar si se lo pedían), pocos dudaron de que castigar al que se equivocaba podía ser una forma de aprendizaje.

En economía, la lógica Milgram está vivita y coleando. Se asume que en una tortuosa recesión los agentes aprenderán a reaccionar hacia donde los modelos predicen, esto es, con total racionalidad. Pero lo cierto es que si nos pasamos de rosca, como con el experimento eléctrico, casi cualquier cosa puede pasar.

Por supuesto, a la larga el "aprendizaje" podría producirse igual. Cuando nada queda en pie, tarde o temprano los individuos terminan por liquidar lo que tengan al precio que sea. En Milgram, la muerte de los electrocutados significará que nadie más se equivoca. En la economía, cuando no queda nadie en el mercado solo vas a registrar a los que "bajaron los precios". En ambos casos, dejaste un tendal.

La esencia de la política económica no puede ser presionar hasta las últimas consecuencias. La búsqueda de la desinflación mediante políticas extremas crea un sendero necesariamente lento y tortuoso que deja a muchos por el camino. Por eso, actuar moderadamente en estas cuestiones es casi siempre una alternativa recomendable.

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