domingo, 27 de noviembre de 2016

EL FANTASTICO DOCTOR AKERLOF

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Cuando se trata de elegir macroeconomistas (teóricos) favoritos, tengo varios nombres. No estoy hablando de cuales SON los mejores, sino de algo mucho menos relevante: mis gustos personales. Seguro se me olvidan varios, pero Keynes, Okun, Leijonhufvud, Stiglitz y Heymann en el ámbito local, son algunos de los que más admiro. 

Al hacer una lista como ésta, muy pocos se acuerdan del fantástico George Akerlof, nóbel compartido nada menos que con Stiglitz. Akerlof tuvo la extraordinaria virtud de inventar nuevas formas de entender la economía. Su mérito mayor fue oponerse al programa de Gary Becker y su intento de conquistar con el método económico a otras disciplinas. En realidad, Akerlof no se opuso a Becker, sino que lo superó por la positiva haciendo lo contrario: tomó conceptos de otras disciplinas (sociales) y las incorporó a la economía, enriqueciendo sus conclusiones.

El nóbel, sin embargo, no se le otorgó por este tipo de contribuciones. Se lo premió por un estudio específico sobre información asimétrica aplicado al mercado de autos usados "truchos" o "fallados", algo que en EEUU tiene un nombre específico: Market for Lemons. La idea es simple y profunda (como todas las que propuso): si el comprador no conoce la calidad de un auto, entonces ofrece poco por las dudas, y por tanto los únicos que se van a acercar al mercado son los autos malos. Los autos usados buenos no participarán del mercado y las transacciones solo serán entre Lemons. 

Pero insisto, este no es un quiebre fundamental, es solo un ejemplo, una variante de los modelos tradicionales. Akerlof hizo mucho más, com muestran las imágenes de arriba.

La economía de la identidad captura la idea de que todos nosotros pertenecemos, de una u otra manera, a algún grupo identitario (político, religioso, social, de género, incluso identidades imaginarias). Los humanos tenemos una tendencia natural a juntarnos en grupos y diferenciarnos rápidamente de otros grupos. Esto tiene consecuencias importantes sobre la decisiones económicas, porque cuando uno tienen una identidad fuerte no solo es diferenciado (o discriminado) por otros, sino que además se autodiscrimina, para evitar sufrir costos individuales. Hay cosas que el grupo X se supone que no hace, que no debe hacer, por la identidad que tiene. Los condicionantes sociales tienen efectos económicos. Y son muchos e importantes.

Animal Spirits es un intento de aplicar la Economía de la Conducta a la macroeconomía, y fue parte de la inspiración para Economía al Diván. Muchos de los vicios de la crisis de 2009 están explicados claramente en este libro, que es de lectura obligatoria. Akerlof ya había elaborado hace rato varios modelos "behavioral" aplicados al mercado de trabajo, para explicar el problema del desempleo. Su esposa, Janet Yellen (presidenta de la Reserva Federal), hizo un intento de aplicar estas cuestiones nada menos que a la política monetaria.

La última publicación es La Economía de la Manipulación, un libro que cuenta algo que todos siempre pensamos que existe pero que la economía tradicional ha ignorado: muchas empresas se aprovechan de sus clientes. No, no es una conspiración, ni tampoco una construcción paranoica de mentes ingenuas, sino un realidad. Conceptualmente, si es cierto que los consumidores tienen sesgos, y si esos sesgos son menos pronunciados en las empresas, que son más racionales, entonces la predicción es que las firmas aprovecharán estos fallos y, literalmente, nos robarán. El libro explica este punto (que es teórico) de manera fascinante y sencilla. 

Pero lo que más me impresiona del trabajo de Akerlof, y que es algo que en Dos Tipos de Cambio admiramos fervientemente, es su capacidad divulgativa. Ideas simples con consecuencias prominentes, una combinación científica letal contra la ignorancia y la petulancia analítica.


domingo, 20 de noviembre de 2016

MACRO CONDUCTUAL: UN EJEMPLO (POR LA NEGATIVA)





Como ya saben, en Economía al Diván arriesgamos que algunos sesgos cognitivos pueden tener consecuencias macro. Apuesta grande: hay como 165 sesgos, algunos contradictorios entre sí, y la mayoría dependen del contexto para activarse. 


Comportamiento y Macro Tradicional


Pero además, con la "Macro Conductual" ocurre algo extraño. Definamos a los "economistas de la conducta" como aquellos que acuerdan con el insuficiente realismo del agente representativo racional. A mí me parece enteramente natural que, dado que la teoría usual se construye a partir de la racionalidad, si esta racionalidad falla, la teoría también.


Y sin embargo, esto no siempre sucede. Un caso local es el del economista Martín Tetaz, que escribió dos o tres libros criticando la visión racionalista del individuo. Pero en temas macro, me cuesta distinguir su posición de la de los economistas que no se apoyan en el marco conductual. 


Quizás en cuestiones agregadas los sesgos  ayudan a entender mejor los mecanismos de mercado, o simplemente no alcanzan a modificar la lógica macro usual. No es mi intención polemizar, simplemente trato de identificar cuáles son para él exactamente las consecuencias diferenciales de la no racionalidad sobre la macro.



Behavioral y ahorro macro tradicional


Como dije, en Economía al Diván arriesgo algo más. Creo que la verdadera psicología humana puede contrastar con algunos resultados de la macro tradicional. 


Un aspecto consensuado de visiones no demasiado heterodoxas es que la ausencia de ahorro puede traer problemas. Las repetidas burbujas especulativas generan crisis cuando explotan porque la gente se gasta ese ingreso artificial adicional. Si esa plata se ahorrara, la burbuja se podría pagar sin mayores traumas (o ni se generaría). 

La explosión de la subprime en 2007 fue un caso paradigmático: el ahorro privado de EEUU colapsó con la formación de la burbuja inmobiliaria, y la explosión produjo una ola de quiebras.

La lista de Wärneryd

Ahora consideremos la evaluación que hace el profesor de psicología económica sueco Karl Wärneryd en su libro The Psychology of Saving (1999) respecto a los determinantes del ahorro y de las políticas necesarias para su estímulo. Karl, que a lo largo de todo su libro ataca al agente racional, propone:


1. Reducir los impuestos a la riqueza, a los activos financieros y a sus retornos.
2. Eliminar los impuestos a los bienes durables.
3. Anticipar condiciones financieras y económicas futuras negativas o inciertas.
4. Eliminar beneficios sociales en general y del sistema jubilatorio en particular.
5. Reducir las expectativas de inflación.


Estas son recetas neoclásicas, puras y simples. Se derivan del modelo macro tradicional, donde la variable clave para aumentar el ahorro es la tasa de retorno (neta de impuestos). A eso apuntan las propuestas de los puntos 1 y 2. Los desarrollos modernos incorporan la incertidumbre futura en el consumo, y sus recomendaciones coinciden con los puntos 3 y 4. Finalmente, si bien algo indirectamente, una menor inflación permitiría una mayor capacidad del sistema financiero para asegurar el valor futuro de los depósitos bancarios y otros instrumentos de ahorro nominales.

Ahora usemos el extraordinario experimento natural que fue la crisis de 2009, desencadenada en parte por la drástica caída de la tasa de ahorro personal en Estados Unidos, para evaluar esta lista ¿Qué pasó con las variables que según Wärneryd debían afectar negativamente el ahorro?

Primero, en las últimas tres décadas las autoridades de Estados Unidos se mostraron más complacientes que nunca con la expansión del sistema financiero, luego considerado una de las causas centrales de la crisis. Se erradicaron las trabas a las transacciones de activos financieros y a la creación de nuevos instrumentos, y se eliminaron varios mecanismos de control. 


Segundo, el gobierno estadounidense propició una histórica reducción de impuestos a los ricos, principales responsables del ahorro, lo que debió estimular la acumulación de riqueza.


Tercero, se favorecieron políticas para limitar las redes de contención social, estimulando a cambio el acceso al crédito para todas las clases sociales, lo que incluyó una despreocupación total por el desempleo y sus compensaciones. 


Cuarto, las autoridades, los grandes inversores y varios economistas influyentes promocionaron una retórica favorable a la idea de que la prosperidad observada durante los 2000 era perpetua y de que el ciclo había muerto.


Finalmente, este contexto se caracterizó además por una inflación muy baja, consecuencia supuestamente de la virtud de quienes estaban a cargo de la política monetaria.



El error de Wärneryd


Repase ahora el lector la lista de Wärneryd y verá que en el contexto recién caracterizado las tasas de ahorro personal debieron literalmente explotar a la suba. Y sin embargo, lo que ocurrió fue que se volvieron fuerte y peligrosamente bajas (o negativas), y derivaron en la crisis más importante de los últimos 80 años. 


La fundamentación de Wärneryd se basa en una pretendida estabilidad intrínseca del sector privado: en lugar de utilizar la evidencia psicológica para identificar los problemas de la teoría tradicional, su respeto inmerecido hacia la mainstream desembocó en una visión insuficientemente crítica de sus cualidades.

sábado, 12 de noviembre de 2016

POR QUÉ TRUMP NO GANÓ


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Ok, al título le falta una coma o algo. No queremos decir que Trump no ganó, no estamos tan locos (no somos Trump). Lo que intentamos mostrar en este post es que hay algunas explicaciones acerca de la victoria trumpista que, o son erróneas, o merecen alguna aclaración.

A esta altura ya se han probado miles de argumentos para justificar la victoria de Donald. He aquí algunos de los principales, y las dudas que nos dejan, todo basado en este artículo. La estrategia principal es comparar los resultados de Trump con los de Romney frente a Obama en la elección de 2012.

1. GENERO. Los hombres votan más republicanos que las mujeres.  Trump perdió los votos de las chicas, pero compensó mucho con hombres. DUDOSO

En la elección anterior, Romney ganó entre los hombres (52%) y perdió entre las mujeres (45%). Trump mejoró este margen, pero no por mucho: fue 53% a 42%.

Las mujeres blancas de baja educación, en cambio, votaron a Trump por escándalo: 62%.

2. RAZA. Esta vez los votantes blancos se volcaron con todo a favor de Trump. FALSO.

Los blancos votaron a Trump en un 58%, pero Romney ganó con 59%. El electorado de blancos, además, fue más bajo que en la elección anterior. Tampoco hubieron diferencias marcadas en ambas elecciones entre los votos latinos, negros o asiáticos.

3. MILLENNIALS. Los millennials ahora cambiaron su decisión en masa. FALSO.

Los millennials son los borregos de 18-24 años. A Trump mucho no lo quieren y solo lo votó el 35%, pero a Romney lo había votado el 36%. No hubieron diferencias.

4. EDUCACION. Los menos educados ahora se volcaron mucho más a votar a Trump. VERDADERO.

Romney había obtenido 48% de los votos de esta gente, Trump se alzó con 51/52%. Acá hay una separación importante.

5. PARTIDO. Trump ganó pese a que los republicanos no lo bancaron. FALSO.

El 90% de los republicanos votaron por Trump, mientras que el 89% de los demócratas votaron por Hillary. Si bien Trump ganó por 6 puntos entre los autodenominados independientes (un tercio del electorado), Romney había logrado casi la misma diferencia.

6. DESCONTENTOS VARIOS. El enojo con la globalización y el establishment llevó a la victoria a Trump. DUDOSO.

Vean el siguiente gráfico:



Trump sacó menos votos que Romney contra Obama. Obama perdió 3,5 millones de votos entre elecciones, y Hillary 6 millones más, aunque sumó más que Trump en el total.

Acá tenemos una combinación de desgaste del gobierno demócrata, algún rechazo específico a Hillary, y quizás lo más importante: un sistema de votación que benefició a Trump.

Y un dato más: de los 230 millones de almas que podían votar, votó la mitad. El 25,6% votó a Clinton, y el 25,5% a Trump.

En suma, las hipótesis que marcan que Trump ganó gracias a grandes cambios en el electorado debido a un hartazgo estructural del sistema y cosas por el estilo no parecen tener demasiado fundamento. Las causas salientes parecen ser:

a. Enojo de blancos poco educados con Hillary
b. Sistema de votación ridículo (no obligatorio e injusto)
c. Suerte.

Pero claro, ¿a quién le gusta rendirse a las no explicaciones habiendo tanto humo para vender?



domingo, 6 de noviembre de 2016

APRENDIZAJE Y EL JUEGO DEL MONTY HALL*

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¿Podemos los humanos aprender a ser racionales? Algo que deberíamos manejar bien son los problemas bayesianos, o sea, cómo calcular la probabilidad de que ocurra un evento si obtenemos nueva información. ¿Debo comprar dólares luego del anuncio del BCRA? ¿Me devolverán mi depósito si todos se enteraron que mi banco está en problemas?

Hay algunos experimentos que sugieren que el aprendizaje de la resolución de problemas bayesianos casi nunca se logra. El caso más resonante fue el intento con el juego del Monty Hall o enigma de las tres puertas.

El Monty Hall

El concurso, que formaba parte de un show televisivo, tiene la siguiente mecánica. Al concursante se le ofrece la posibilidad de escoger entre tres puertas. Tras una de ellas el premio es un coche, mientras que detrás de cada una de las otras dos hay una cabra (la cabra tras la puerta intenta dejar claro al participante que perdió).

Después de que el concursante escoge una de las puertas, el presentador va a mirar detrás de las mismas (viendo lo que hay detrás de cada una); y abre una de las otras dos, mostrando siempre una cabra. Entonces, se ofrece al concursante la posibilidad de cambiar su elección y escoger la puerta que queda cerrada, o bien quedarse con la elegida inicialmente. ¿Cuál de las dos alternativas es la más conveniente?

La respuesta correcta es que siempre conviene cambiar de puerta, resultado que surge de aplicar la teoría básica de la probabilidad. De hecho, la probabilidad de ganar al cambiar es el doble que la probabilidad de mantenerse en la decisión original. Para entender por qué, llevemos la situación a un extremo. Supon­gamos que en vez de tres hay un millón de puertas. Luego de que el participante elige una de ellas (con probabilidad de ganar de una en un millón, obviamente), el conductor examina lo que hay detrás de las demás y abre todas menos una. Ahora quedan 999.998 puertas abiertas y ape­nas dos puertas cerradas: la elegida por el participante originalmente y la que el conductor decidió no abrir. ¿No es obvio ahora que el conductor se vio obligado a dejar cerrada la puerta donde está el auto? La probabilidad en este ejemplo aumenta violentamente, pero en el caso de las tres puertas solamente pasa de 1/3 a 2/3, lo que lo hace menos obvio. Es que con tres puertas sigue siendo cierto que el conductor… ¡abre todas las puertas menos una! Pero son solo tres, y eso confunde.

Aprendiendo a evitar cabras

Muchos creen que en el juego original de las tres puertas, una vez abierta la puerta por el conductor las probabilidades son iguales para ambas opciones (1/2). ¿Pero qué pasa si al participante se le esclarece que son diferentes? Luego de explicar la lógica del juego, dos investigadores logra­ron en un experimento de 1998 que apenas el 30% de los participantes elija cambiar de puerta.

Otros intentaron ilustrando el problema con 30 puertas. El conductor, luego de abrir 28 puertas con cabras, vuelve a preguntar si cambian o no. El éxito no fue absoluto: más de un tercio de los participantes todavía mantuvieron su decisión inicial. En el juego del Monty Hall original la probabilidad de ganar cambiando de puerta pasa de un 33% en la primera decisión a un 66% en la segunda, pero con las 30 puertas la probabilidad ¡pasa de 3% a 97%!

Falsas Intuiciones

Aun cuando la mayoría de la gente podría engañarse y pensar que la pro­babilidad es la misma, en la práctica los participantes ni siquiera toman nota de esto. La proporción de participantes que decide cambiar está lejos de llegar a la mitad. De modo que hay dos problemas a resolver: primero, ¿por qué fallamos en calcular pro­babilidades? y segundo, ¿por qué tenemos tanta confianza en nuestras intuiciones iniciales en un juego que es puro azar?

En otro experimento, luego de muchos intentos explicando la lógica del juego, se logró mejorar el desempeño, pero el esfuerzo tomó 60 vueltas de prueba y error, incentivos más fuertes, lo que por fin llevó a cam­biar al 90% de los participantes. Krauss y Wang mostraron que formular el problema frecuencialmente incrementa la cantidad de respuestas correctas: en la versión original solo el 21% de los participantes cambiaron de puerta, mientras que en una versión frecuencial el total de cambios alcanzó el 59%. Entre quienes cambiaron de puerta, los autores quisieron saber si comprendían por qué lo hicieron: en la primera versión sólo el 5% de los participantes tuvo una intuición o una justificación correcta de su elección. En el segundo caso el 50% capta la idea.

Irreflexiones Finales

Tal vez, el problema es la falta de pre­paración de quienes participan en estos experimentos. ¿Qué pasa con los espe­cialistas? No es tan distinto. Marilyn vos Savant, una columnista apenas conocida con un coeficiente intelectual altísimo, había resuelto correctamente el problema, pero fue desacreditada durante semanas por estadísticos y matemáticos académicos que aseguraban que la probabilidad de cambiar o no era la misma (se pueden ver algunos detalles de esta controversia en Vos Savant, 1997).


Parece que los que estaban en tema tampoco lo entendieron. Evidentemente, la mente humana no ha sido preparada para tratar con problemas analíticos formales y por lo tanto, en un mundo caracterizado por el riesgo y la incertidumbre, nos que­damos con pocos candidatos para ejercer decisiones racionales.



* las referencias incluidas se remiten a pedido del lector.