domingo, 26 de noviembre de 2017

¿QUO VADIS EXPECTATIVAS RACIONALES?


Tras el concepto de Expectativas Racionales (RATEX*) puede radicar la explicación más simple, o la más precisa. La sencilla es intuitivamente atractiva y parece más que razonable a primera vista. La definición más específica, en cambio, revela problemas conceptuales importantes.

Este post se inspira en algunas percepciones (justamente) de un paper que Daniel Heymann (junto a Paulo Pascuini) presentó en LACEA y la AAEP, sobre la (In)consistencia de las Expectativas Racionales. Como se suele aclarar, los errores de interpretación van directo a mi cuenta. 

La estrategia de Heymann fue la de tomar la definición más exacta de RATEX (que en realidad no es una sola, sino dos), para investigar sus implicancias y contradicciones. Miremos un poco.

Versión de RATEX para la gilada

RATEX es un concepto fundamental de la macroeconomía, donde no solo importan las expectativas de un individuo, sino la interacción de esas expectativas con las de otros individuos. Además, aplicar dichas expectativas provoca un resultado en el sistema económico en su conjunto.

Vulgarmente, el docente de macroeconomía (me incluyo) suele referirse al supuesto de RATEX mediante alguna de las siguientes aproximaciones:

1. Los agentes no comenten errores sistemáticos al formar expectativas (en promedio no se equivocan).
2. Los agentes conocen el verdadero modelo de funcionamiento de la economía.
3. Las expectativas de los agentes no difieren de los pronósticos óptimos realizados con toda la información disponible.
4. El agente pronostica como un econometrista sabio.

Todas estas ideas no están necesariamente mal, pero más que definiciones de RATEX, son implicancias o aplicaciones (a veces imprecisas) del supuesto. Para ilustrar la idea general tras estas afirmaciones, supongamos que tenés que estimar lo mejor posible qué número sigue en la serie que está acá abajo. Más aun, suponete que tenés que elegir qué número pensás que todo el mundo elegiría.

1   2   3   4   5   6   7   8   9   10   11   12   ¿...?

Ok, seguro pensaste en el 13. Y esa es una estimación... bastante racional. Si tuvieras expectativas adaptativas, y por ejemplo estimaras de acuerdo al promedio simple de los últimos tres datos observados, hubieras dicho 11, y si la serie siguiera subiendo de a uno, al período siguiente hubieras dicho 12, y así. Errarías sistemáticamente (por 2) y tu estrategia seguramente sería distinta de la de otros agentes que la pensaron mejor. Pero esto pasa porque no estás usando eficazmente toda la información disponible.

Es difícil resistirse a la razonabilidad de pensar que la mayoría tenderá a estimar un 13 en lugar de un 11, de modo que esta definición tiende a crear un espíritu aprobatorio de RATEX. Veamos ahora qué pasa si nos ponemos un cachito más precisos.

La versión de RATEX para Nerds

Ahora la cosa se pone algo más espesa. Para entender por qué, pensemos lo siguiente. Una agente forma una expectativa sobre el valor futuro de una variable. Por ejemplo, cree que el dólar subirá un 10% en diciembre. Por supuesto, ella tomará decisiones económicas de acuerdo a esta esperanza (por ejemplo, comprará dólares). 

Pero no hay que olvidar que cada agente forma parte del sistema. La demanda y oferta de dólares son los propios agentes interactuando. Si asumimos que no ocurren fenómenos inesperados, los agentes le pegarán a este resultado. Pero para lograrlo, el resultado de la expectativa debe coincidir con lo que cada agente esperaba que iba a pasar. 

Por ejemplo, supongamos un juego donde todo tienen que elegir un número entre 0 y 99. Existe una autoridad que define el siguiente resultado "de mercado": gana la que eligió el número que surge de dividir el promedio de los números elegidos por 2.  Si todos eligieran números al azar, pocos le pegarían. El ganador sería 25, pero la mayoría eligieron otros números y perdieron. ¿Cómo hacemos para ganar todos? Formalmente, tenemos que elegir X = X/2, cuya única solución es X=0. Si todos elegimos el cero, el promedio es cero, lo que dividido 2 da cero. Todos ganamos. Hemos llegado al resultado RATEX.

Dos cosas surgen claritas de este ejercicio. Una es que todos los agentes deben formar expectativas idénticas. La otra es que todos deben formar la expectativa correcta, es decir, pegarle al resultado del sistema (de nuevo, sin shocks).

Pero esto no termina aquí. Otro actor protagónico de esta película es el analista (económico o econométrico). Y ahora la pregunta para vos, analista: ¿vos sabés más que la gente o que el mercado? Si la respuesta es afirmativa, la gente no estaría formando RATEX, ¿ok? Y si supiera menos... bueno flaco, dedicate a otra cosa.

O sea que podemos concluir que el analista debe saber lo mismo que la gente, y que ambas predicciones coinciden (sin shocks, cuantas veces lo tengo que repetir...) con el resultado del sistema donde esta gente toma decisiones.

Problemitas

Ahora que tenemos más clara la noción precisa de RATEX, planteemos algunos líos teóricos que nos trae. 

Para empezar, los economistas se la pasan haciendo y estimando modelos nuevos (por eso publican...). Pero si el modelo cambió, ¿antes cuál era el modelo que usaba la gente que andaba estimando el futuro y el funcionamiento económico? ¿El viejo o el nuevo? Si era el viejo entonces no eran RATEX. Y si era el nuevo, ¿qué descubrió el analista? Qué lío...

Más aun, con cada crisis los economistas usan modelos con RATEX para sacar "lecciones" del evento. Pero, ¡un momento! ¿Cómo le vamos a enseñar algo al señor que tenía RATEX y sabía cómo funcionaba la economía? Más líos...

Una vez le preguntaron al Nóbel Thomas Sargent (el que escribió la definición compleja de RATEX) por qué los modelos mainstream no habían ayudado para entender/prevenir la crisis de 2007-2009. Contestó que el modelo solo servía para "tiempos normales". La pucha, ¿o sea que el agente racional formó expectativas con un modelo que solo servía en algunas circunstancias y otras no? ¿Estos agentes se endeudaron como locos para comprar su propiedad que luego la crisis les obligó a malvender porque el modelo era otro? ¿Y Sargent no le avisó?. Qué lindo todo...

¿Y si nos RATEXEAMOS menos?

Heymann suele decir una frase fantástica, por su ironía: "RATEX es un concepto que podría funcionar en la práctica, pero en la teoría..."

Hay contextos en los que el supuesto de RATEX puede ser útil, pero cuando hablamos de crisis macroeconómicas, asumirlo puede ser un suicidio teórico. Una crisis con RATEX no es un evento traumático, sino un hecho inevitable esperado por todos, que figuraba en el radar de un agente racional, que forma sus expectativas racionalmente. Pero la naturaleza de la crisis es otra: la gente no se la espera, se sorprende de los fallos en sus cálculos, se enoja y se frustra. Los perjudicados se sienten, en una palabra, unas verdaderas ratex.  




* Abreviatura de RATional EXpectations. Recuerdo que a un equipo de fútbol que formamos con amigos de la juventud le pusimos AntiRATEX, nombre que ningún adversario habrá comprendido jamás, y que de paso ilustra bien el sesgo con el que escribo este post.


domingo, 19 de noviembre de 2017

VIAJE DE EGRESADOS: CRONICA DE LA LII REUNION AAEP








Otra reunión de la AAEP. En este caso se trata de la Asociación Argentina de Economía Política. Se hizo en Bariloche, tierra de ski, ahumados, arrayanes, cerveza artesanal y estudiantes dispuestos a arruinarse la salud durante un par de semanas. En este contexto, los economistas nos reunimos a presentar trabajitos propios, a comentar amablemente trabajitos ajenos, y sobre todo a pasarla bien. 

Como todos los años, hay presentaciones tradicionales (a las que se agregaron posters), mesas de debate e invitados extranjeros. Teniendo en cuenta que las crónicas aburridas ya están, voy a tratar de ser lo más irreverente posible, sin ofender a nadie.

Miércoles

El miércoles dio una charla Ernesto Rezk (UNC), que en realidad fue una suerte de clase de macro de toda la historia de la macro (relacionada con la política fiscal). Como imaginará el lector, se trata de un objetivo inabarcable, y efectivamente eso ocurrió. Creo que el mensaje que quiso dar el autor es que había un montón de giles ahí diciendo que la política fiscal no funcionaba, pero que con la crisis 2007-2009 la usaron y funcionó. Totalmente de acuerdo, pero me suena más a crítica epistemológica que teórica. 

A continuación habló un invitado de afuera, David Hendry, para mí un gran economista y econometrista. Tiró un desafío interesante: automatizar lo más posible los procesos de análisis económico empírico y teórico. Y lo justificó bastante bien, te digo, siendo que el tipo pensó todo esto solo, sin necesidad de usar ningún algoritmo.

Después vino el plato fuerte, el panel de macro a cargo de tres pesos pesados. Con su habitual look "Villano Gru" y su voz de El Padrino, Miguel Angel Broda alertó sobre los déficits gemelos y la tibieza de las reformas oficiales. Tras pronosticar un buen primer semestre en 2018, para el segundo recomendó... rezar. Juan Carlos De Pablo llamó a tomar las armas para reducir el déficit a toda costa ahora que las urnas están a favor, y pidió más participación de los buenos economistas en las decisiones gubernamentales. Daniel Heymann fue algo más cauto pero alertó (una vez más) sobre el eterno retorno de la restricción externa. Pidió exportar como sea, porque las impo si no te comen reservas inexorablemente, y no fue tan duro con el déficit fiscal, pidiendo paciencia para que se cierre con crecimiento y recaudación.

Jueves

El jueves apareció un tal Ross Starr, que es más o menos lo opuesto de un Rock Star. El tema era la aparición de dinero endógeno en un modelo Arrow-Debreu. Te digo que yo estaba muy preocupado por el asunto, pero por suerte nuestro Star se mandó un solo teórico de aquellos y demostró que puede haber guita en equilibrio general. Respiré aliviado.

Gracias a Dios en la siguiente conferencia vino Walter y su órgano econométrico y todo se volvió entretenido e interesante. Sosa Escudero habló de su capítulo sobre Big Data de un futuro libro sobre Econometría y nos dejó, como siempre, unas ganas locas de comprar todo lo que nos ofrece.

La noche terminó en una cena en el Restaurante Familia Weiss, dejando en claro que la austeridad no aplica a aquellos que la predicamos. Del viernes no voy a hablar porque no estuve, pero cierro contando sobre algunas presentaciones interesantes. 

Mejores Papers

De lo que pude asistir y leer, he rescatado lo siguiente:

- Daniel Aromí (IIEP) está estudiando nuevas medidas de incertidumbre. Ignoro si lo logrará, pero él lo ignora mejor que yo.

- Tradeoff entre obesidad y consumo de tabaco (CEDLAS y otros). Yo lo hubiese llamado Una Curva de Phillips entre Curvas y Phillip Morris, pero no sé si la AAEP hubiera tolerado tanto humor.

- Pérdida de productividad laboral como consecuencia de los accidentes de tránsito (UNS/UDESA). Chocar baja la productividad, así que no choquen.

- Pobreza a indigencia en Argentina. Gran laburo de los amigos Zack, Schteingart y Favata. Lo pudieron hacer porque ellos están cómodos en el decil 10, por supuesto.

- Política fiscal en la macro del capital con recursos ociosos (Ravier y Cachanosky). Un panegírico libertario que haría las delicias de Milei, aunque sin sus epítetos.

- Caracterización de la AUH (Cetrángolo, Curcio, Goldschmit y Maurizio). El dream team de los economistas sociales ataca de nuevo. La AUH no alcanza y hay que hacer más. Bueno, que lo hagan ellos.

- El efecto de los feriados (UNLP). Se los anticipo: no pasa nada, así que a disfrutar de la joda que nada se pierde.

- Sobre la inconsistencia de las expectativas racionales (Heymann). Si Sargent o Lucas se llegan a enterar de este paper, abdican su reinado y se ponen una cervecería artesanal.

- Rol de la oferta y la demanda en la evolución de los salarios. Del amigo Santiago Hermo, que ganó el Premio al Investigador Joven. Santiago además entiende las prioridades y dedica parte de su tiempo de investigación a la epistemología de la economía. Congratulations!!


Bueno, se hizo un poco largo, así que disculpas a los que no cité o no pude leer. El año que viene nos veremos en La Plata, y haremos lobby para una mesa sobre programas de radio sobre economía.


sábado, 11 de noviembre de 2017

LA MORALIDAD DE LOS INCENTIVOS


La economía y la moral tienen varios atractores discursivos. Está la preocupación por la recitada objetividad de la ciencia económica, que pretende carecer de juicios de valor simplemente porque utiliza modelos formales. El criterio de eficiencia, se supone, no importa afirmación moral alguna, y queda en la decisión de las sociedades elegir, fuera de la ciencia objetiva, sus preferencias éticas. Aquí Timothy Taylor reflexiona, por ejemplo, sobre las inmoralidades de la vida económica en general. Como ejemplo, cita la tendencia de los economistas a ponerle precio y mercantilizar todo, incluyendo la donación de órganos o el lanzamiento de enanas.

Otro rubro de interés que relaciona economía y ética son los llamados "incentivos morales". Si te pagan por donar sangre, podés sentir que en lugar de ayudar te estás vendiendo, que no se te considera una buena persona, y quizás no lo hacés. Cuando se impone un pequeño costo a los padres que retiran tarde a sus hijos del jardín, esos padres se sienten mejor y los dejan más en lugar de menos tiempo en el jardín, porque al pagar evitaban la culpa.

Pero aquí me interesa específicamente discutir la moralidad de los incentivos en sí mismos. Ya sé que parece todo lo mismo, pero los ejemplos van a ir despejando las dudas. Voy a discutir primero un ejemplo típico de incentivos económicos (A), con dos versiones (A.1 y A.2). Empecemos.

EJEMPLO A: un impuesto para bajar la indigencia 

A.1. Un gobierno creíble anuncia un elevado impuesto a las ganancias financieras para financiar un subsidio a la indigencia. Como resultado, algunos inversores retiran su dinero de dichos activos y el Estado no logra llevar adelante plenamente su plan social.

Como se ve, lo que estamos evaluando es la moralidad del incentivo propiamente dicho, es decir, hasta qué punto es ético que los individuos reaccionen ante la medida eludiendo el impuesto.

La reacción automática de un economista ante esta situación debería ser de total sorpresa. La libertad es libre y cada inversor hace lo que quiere con su dinero. So far, so good. Ahora planteamos una versión A.2, ligeramente diferente.

A2. Un gobierno creíble anuncia que cobrará un elevado impuesto directo a los más ricos para financiar un subsidio a la indigencia. Quien no lo pague no podrá caminar por la calle, que forma parte de la infraestructura del sector público. El Estado cobra el impuesto y lleva adelante parcialmente su plan social porque algunos ricos logran eludir los controles, aunque la mayoría no.

Ahora eliminamos de plano el incentivo (o más precisamente, lo transformamos en una obligación). Los aportantes ya no pueden escaparse, a menos que transgredan la ley y no sean detectados. 

Ahora pensemos ¿Cuál es nuestra opinión sobre la ética de los ricos que no contribuyeron? Creo que podríamos coincidir en que no hicieron bien. Pero ¿son estas personas poco éticas porque no contribuyeron en sí, o porque no contribuyeron cuando otros lo hicieron? Si la respuesta es la segunda, entonces creeríamos que habría sido perfectamente ético que nadie aportara. Mmmmm....

Pero si la respuesta es la primera, entonces esto empieza a parecerse al caso A.1. Pero pese a las semejanzas, solemos pensar que en el ejemplo A.1 los que movieron su dinero sólo hicieron "lo que los incentivos dictaban", mientras que en el ejemplo A.2 infringen una ley, lo que parece estar mal por definición. Muy bien, avancemos ahora con el ejemplo B, que propone una situación social diferente, no económica. De nuevo habrá dos versiones B.1 y B.2. Adelante.

EJEMPLO B: evitando delitos

B.1. El gobierno prohíbe la mayor parte de los delitos, pero gracias a las nuevas tecnologías (y al ingenio popular), siempre aparecen delitos novedosos. Supongamos que aparece un nuevo delito que el gobierno desearía evitar, pero su control es tan ridículamente costoso que ni siquiera se molesta en tipificarlo o determinar su pena. Haciendo pleno uso de los incentivos, algunos aprovechan esta situación y delinquen, mientras que la mayoría reconocen que esto es inapropiado y no lo hacen.

Y por último, la versión "legal" B.2:

B.2. El gobierno prohíbe la mayor parte de los delitos, pero gracias a las nuevas tecnologías (y al ingenio popular), siempre aparecen delitos novedosos. Supongamos que aparece un nuevo delito, y el gobierno lo tipifica. Algunos se arriesgan a infringir la ley, pero la mayoría no lo hace.

Es hora de preguntarnos si hay alguna diferencia entre los delincuentes del ejemplo A.2 y los del ejemplo B.2. Parece difícil establecerla con motivos puramente éticos, al menos para mí. Quizás esta distinción existe y yo no la veo. Se reciben comentarios, en cualquier caso.

Conclusión Inmoral

Rebobinando, en el ejemplo económico hemos perdonado a los inversores por sus "inevitables incentivos" y hemos condenado a los que infringieron la ley. Pero en el ejemplo del delito esta distinción parece quedar borrada.

Algunos indicarán que no es lo mismo cometer un delito que no contribuir a una política social. Pero por supuesto, esto podría depender de las consecuencias. ¿Qué hay si estos inversores que no aportan terminan matando de hambre cientos de chicos indigentes con su actitud basada en los "incentivos"?

La moraleja algo enrevesada de todo este experimento es que la acción de los incentivos no obsta ni anula la evaluación de la moralidad de los actos económicos humanos. No se es más ético porque se haga uso de los incentivos económicos. La bondad de tus actos debería medirse mediante varas mucho más estrictas.


viernes, 3 de noviembre de 2017

MAS SOBRE LA CURVA DE OFERTA





Sigue el debate sobre la pendiente de la curva de oferta que comenzamos en el post anterior. El amigo y brillante macroeconomista Emiliano Libman nos hace un comentario muy jugoso vía tuiter (@emiliano_libman). En un hilo, dice lo siguiente: 

La idea de que la micro tradicional "walrasiana" está mal, se aleja de la realidad, no sabemos quién cambia los precio, que la curva de oferta no tiene pendiente positiva es una reliquia barbárica. 

Desde hace al menos 40 años se usa la tecnología propuesta por Dixit-Stiglitz (DS, 1977), en donde en muchos casos la curva de oferta de algunos bienes puede ser incluso perfectamente elástica. Pero lo que empina la curva de oferta agregada en ese modelo es la reacción de los sindicatos. 

En la práctica, todos los agentes tienen algún poder de mercado para fijar precios, y lo que es hermoso es que los dos modelos (el walrasiano y el de DS) terminan siendo casi iguales en cuanto a sus propiedades (aunque no en cuanto a algunas condiciones de optimalidad).

En este punto, hay heterodoxos que atrasan 4 siglos (sic, supongo quiso decir 4 décadas).

El comentario es muy interesante, y me dispara algunas preguntas, todas relacionadas con la obvia falta de espacio de Emi para explayarse en sus ideas. Esperemos que este nuevo post lo estimule a extenderse, abajo en los comentarios. 

Primero, tras su hilo sucedió una situación extraña. Ante la pregunta inmediata de otro tuitero sobre la documentación del debate, Emiliano dice que no lo hay, lo que puede significar que la cosa se resolvió de inmediato y era obvia; o que en realidad este mecanismo forma parte de la organización teórica personal de las ideas de Emi (con las que coincido) y no tanto de un real consenso en la profesión.

Segundo, DS es el paper seminal de la competencia monopolística (CM). Es un paper "micro" y allí lo autores no derivan directamente ninguna implicancia macro, y mucho menos hablan del rol de los sindicatos. A la pata CM del argumento de Emi le falta la parte sindical, y eso requiere de una explicación adicional. 

Tercero, yo coincido con la idea general de que son los sindicatos los que te disparan el límite a los efectos de la demanda agregada sobre la producción (en economía abierta, desde luego, es la restricción externa). Pero esta interpretación, que yo sepa, proviene de una forma particular de entender la Curva de Phillips, con la cual los más representativos defensores neoclásicos no coinciden. Más aun, son los heterodoxos los que siempre hablan de "puja distributiva", un término exagerado para remarcar la existencia de una inercia precios-salarios relacionada con (i)  el reclamo salarial cuando el desempleo es bajo y (ii) la capacidad de los empresarios de trasladar subas salariales generalizadas a precios.

Creo que la posición de Emiliano es un vívido ejemplo de DaniRodrikismo. El DaniRodrikismo, término que acabo de inventar, es la tendencia de economistas sensatos a pensar que todo el resto es también como él. Yo acuerdo con la interpretación de Emiliano, pero creo que exagera cuando dice que la mainstream la tiene plenamente internalizada.