domingo, 26 de agosto de 2018

DOCTOR, AÑOCHE SOÑÉ CON DÓLARES





Es hora de volver un cacho a la economía, y en particular a la dura rrrrrrrealidad nacional. Haremos en lo que sigue algunas reflexiones psicológicas sobre las corridas cambiarias. Nuestro objetivo es mirar un poco las decisiones de las familias, no tanto la de los grandes inversores institucionales. 

And the winner is...

Recordemos para empezar que, enfrentados a una decisión binaria de guardar la plata en plazo fijo o comprar dólares, el verde gana por afano. Si vendiste 100 dólares hace 50 años y pusiste esos pesos en el banco, hoy no podrías comprar ni 0,1 dólares con esa guita (y eso suponiendo que siempre te devolvieron la teca). Pero la estrategia de ahorrar en dólares en una caja de zapatos (a su vez asegurada bajo la cama, por las dudas) tampoco es óptima, porque se puede ganar mucho más durante los años de atraso cambiario con jugosas tasas en pesos.

Profetas psicológicos

Para ganar guita hay que meter a tasa cuando hay atraso y recomprar dólares cuando se viene el agua. Pero ¿cómo hace la gente común para tener el timing justo? No saben, pero buscan reglas simples, como todos los humanos (menos los de los libros de micro). Una de ellas es, por supuesto, mirar lo que hacen los demás (o preguntar cada vez que se cruzan con un economista "cuándo se va a la mierda esto"?). Esto da lugar a las profecías autocumplidas, comportamientos en manada, y otras yerbas. El problema "macro" que traen estos comportamientos es que cuando muchos se suben al tren de comprar dólares, es porque se extiende la idea de que debe ser el último tren a Londres, ¿no?.  

El dilema si uno deja que la moneda se devalúe nomás ante la corridita, es que las profecías de las familias, equivocadas o no, se verifican. Complicado porque como la gente se convenció de que tenía razón, no solo no venderá dólares en el futuro, sino que además, cada vez que tenga la misma "sensación" de devaluación, volverá al mercado a comprar. Peor aun, quienes todavía no estaban convencidas y no habían comprado (las "giles"), son vilipendiadas por las vivas que compraron, y la próxima vez no dudarán en subirse al convoy. Este es otro mecanismo psicológico importante del mercado de verdes: nadie quiere mostrarse ante la sociedad como una ingenua perdedora. Y las ganadoras no pueden evitar estar ansiosas por contarle a sus pares acerca de sus éxitos financieros. Quizás esta visibilización social valga todavía más que la ganancia obtenida.

Aunque cueste creerlo, varias investigaciones behavioral revelan que este tipo de psicología podría no ser tan distinta en el caso de los "sofisticados" inversores internacionales. 

¿Qué hacer en estos casos? Consideremos una situación en la que los especialistas identificaban un leve atraso cambiario  (digamos, de 10%). Como dijimos, esto puede transformarse gracias a la psicología social en un problema de insostenibilidad cambiaria. Si el policy maker está convencido de que el atraso es mínimo, la recomendación inmediata y obvia de política es actuar rápidamente, para evitar que la fuga dure mucho o se acelere. Pero el éxito depende de quienes sean los corredores: si son muchos chiquitos, todavía tenés chance; pero si son unos pocos grandes... fuiste. Igual, el punto es mostrar que no siempre la mejor estrategia es "no hacer nada" en términos de administración de la política cambiaria.

Más psicología

Behavioral también mostró que la gente prefiere agrupar pérdidas y desagrupar ganancias. Diez pérdidas de 10 pesos nos duelen más que una de 100, y lo contrario para las ganancias. 

Traducido a la política cambiaria, eso significa que la volatilidad de corto plazo de la cotización ayuda a molestar a las especuladoras. Si va siempre en un solo sentido con cierta seguridad, estamos fritos.

Frío... frío

Así como un mercado de cambios caliente atrae a la gente, uno que se enfría la repele. Empieza a actuar el fenómeno de la “postergación” o “aplazamiento” (no hay buena traducción para procrastination), que significa que si la ganancia o pérdida de una transacción no es alta o inmediata, se tiende a dejar para otro momento. Este efecto no es menor: en los 90s muchísimas personas “procrastinaron” y dejaron su decisión sobre qué AFJP elegir para otro momento. Si el dólar no es noticia, el costo de dilatar una decisión sobre él se reduce.


Por lo tanto, mientras corremos con el día a día no estaría mal ir pensando en cómo trabajamos para el largo plazo con el objetivo de aflojar la psicología de dolarización.

Conclusión sesgada

La psicología no es todo, pero en el caso del dólar en nuestro país todo el mundo sospecha que algún componente tiene que estar operando. Bueno, alguno hay. Conocer mejor cómo funciona este bicho en varias dimensiones está bien justificado, se trata de la cuestión más importante de nuestra historia macroeconómica. Quedarse en un DSGE quizás sea innecesariamente peligroso.


1 comentario:

  1. esperemos realmente no volver a afrontar crisis dramáticas como estas, donde 100 dólares han llegado a costar una nada, ojalá cambie esto y pueda usar Cupo dólar nuevamente como antes

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