lunes, 9 de abril de 2018

POST MENTIRA



Leo que la posverdad pasó de ser popularmente entendida como "las circunstancias en las que los hechos objetivos influencian menos a la opinión pública que las apelaciones a la emoción o a las creencias personales" a una entrada en la Real Academia Española que la define como "distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales". 

Bueno, son comprensiones algo diferentes, aunque tienen algo en común. Ninguna parece ser estricta y completamente una mentira. El problema con la palabra "mentira" es que no puede ser definida estrictamente, bajo amenaza de perder su naturaleza. Una mentira es a la vez dos cosas. Una es su categoría de expresar una falsedad, decir algo que no sea estrictamente verdadero. Si no, no es mentira. La otra es la intencionalidad de crear una falsedad que sea creíble por bastante gente durante un tiempo al menos (como decía la famosa frase de Churchill). 

Pero la capacidad de creerse una mentira disminuye con el grado de absurdidad de la misma. Si yo te digo que la tierra está suspendida sobre cuatro elefantes y ellos por una tortuga, eso deja de ser una mentira, por la sencilla razón de que carece de poder de credibilidad (a menos, por supuesto, que eso esté escrito en un libro sagrado). Por eso yo siempre pensé que, al menos para una buena cantidad de gente, la inflación del viejo índice de precios no calificaba siquiera como mentira, porque era absolutamente increíble. Si el objetivo era ganar con la mentira, al no creerlo nadie, el mentiroso no gana nada, y se pierde una de las razones más poderosas por las que se miente.

Según este criterio, por tanto, la posverdad sería una mentira a punto caramelo, porque no dice la verdad pero pasa como tal. Pero las dos definiciones de posverdad traen a colación un par de cuestiones adicionales. La primera es común a ambas, y tiene que ver con un sesgo cognitivo: el mentiroso apela a las emociones, y por lo tanto él no es el único responsable del éxito de la mentira (no hablo en el sentido moral): si no fuera porque somos irracionales, la mentira no llegaría lejos. 

El otro punto es la distinción entre las dos definiciones. La primera enfatiza la posverdad como un fenómeno de confusión generalizada, donde el exceso de información es el verdadero causante del problema. No hay alguien del todo responsable a quien atribuirle la mentira. Pero desde el advenimiento de Trump, los buscadores de culpables empezaron a rastrear personas específicas, en lugar de circunstancias. Como ahora hay un enemigo, cambiamos la definición para autoconvencernos de que hay un nombre y un apellido de los responsables de la posverdad.

Pero esta modificación conceptual me parece equivocada. Se trata de otro sesgo cognitivo que no podemos evitar, que es buscar responsables específicos para problemas que en realidad son sistémicos. En nuestra mente paleolítica, hay una necesidad permanente de distinguir entre buenos y malos. Esta es, de alguna manera, la autoposverdad que reservamos para quedarnos más tranquilos con nosotros mismos.







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