Ya pasó suficiente tiempo como para que nadie se queje del espoileo, así que me mando con esta reseña de El Francotirador.
Clint Eastwood, pese
a su edad, parece empeñado en hacer un cine cada vez más impecable. Pero respecto a sus ideas, una vez más el actor y director nos demuestra que simplemente
no puede con su genio. Eastwood es como ese abuelo que tras ensayar una técnica
impecable para encender el fuego, nos desconcierta luego con una explicación de su método. Este contraste para mí es claro, pero
Eastwood parece haber enredado a varios críticos de cine, que consideran que
estas ideas bizarras no están, y que el director nos habla con metáforas y
sutilezas. Y por más que quiera evitarlo, me siento en la necesidad de llamar
perro a eso que mueve la cola, tiene cuatro patas y ladra. El francotirador es
una historia fantásticamente contada con un mensaje que atrasa siglos.
Y es que todo apunta
a que American Sniper sea, finalmente, un homenaje y no una crítica al francotirador Chris
Kyle. ¿Qué cosas decide mostrarnos Eastwood para saludar a este supuesto gran
hombre? Citemos algunas que construyen al personaje (que recordemos, es real):
- Chris tuvo un
aprendizaje que lo llevó a diferenciar el bien del mal, y la trama es la
historia de alguien que dedica su vida a esta idea. Chris mantiene un respeto
constante e inquebrantable por sus ideales más profundos.
- No hay en Chris ningún rastro de deshonestidad o engaño. En todo momento se comporta como un buen amigo y un esposo fiel. Tras un comienzo dudoso, el hombre aprende a tratar a las mujeres con respeto.
- En su rol de patriota, se nota su dedicación a ayudar a los suyos. Logra un enorme reconocimiento de sus pares, trato que corresponde con total humildad.
- En el final de la película (siempre una señal fuerte), se ven escenas reales mostrando a mucha gente saludando la muerte de su héroe.
Aunque cueste
creerlo, todos y cada uno de estos clichés se elaboran sin rubor a lo largo de
dos horas. Kyle comete errores, por cierto, pero Clint los resuelve o los minimiza casi de inmediato. Chris Kyle, la leyenda, es para Eastwood la
encarnación de un verdadero héroe americano.
¿Pero qué sucede si
evaluamos a nuestro gran hombre desde una perspectiva más civilizada? Kyle
ha sido educado por sus padres para matar a quien lo agrede. Matarlo, sin
medias tintas. Aprendió que hay gente buena y gente mala, y que además están
los perros pastores que cuidan a las ovejas buenas de los lobos, que son malos
por naturaleza. Eastwood ni siquiera le permite al personaje reflexionar sobre
esa idea más bien bárbara. Al contrario, Kyle reacciona poniendo cara de odio
cada vez que alguien muestra dudas o sensibilidad ante esta verdad
“evidente”. El film no duda un instante en darle la razón a Kyle: los miedosos
y los reflexivos apenas tienen lugar en la película, que sigue literalmente de
largo ante estos planteos.
Kyle se alista en un
cuerpo de elite y tras las consabidas escenas de tortura del entrenamiento
(originalidad cero aquí), el muchacho se transforma en un francotirador. En
toda su "carrera" Kyle se carga 160 musulmanes, incluyendo mujeres y
niños. Aun cuando algún despistado supusiera que en la guerra hay formas
heroicas y formas cobardes de combatir (la película nos explica que los
americanos son héroes respetuosos de la vida humana y los musulmanes cobardes y traidores sin escrúpulos), la tarea del francotirador no parece de la más virtuosas. Un
hombre oculto en un lugar relativamente seguro, con una superarma (¿alguien me
puede explicar cómo se erra un tiro con semejante mira?), y que mata por la
espalda y sin aviso. No parece una posición de pelea demasiado valerosa.
El prohombre Kyle se
nos presenta decidiendo sobre un dilema moral en la escena que da comienzo a la
película. Un niño se dirige con una granada hacia un tanque (???). ¿Debe Kyle
matarlo? It's your call, le dicen por radio. Kyle lo mata y luego mata a la
madre, que en vez de levantar al hijo muerto tuvo la mala idea de ir a levantar
la granada para lanzarla. Es todo lo que necesitamos para exonerar a Kyle: mató un niño, pero mucho peor es lo que hizo su propia madre. Todo queda
perfectamente claro y no hay reclamos posteriores: la madre es un monstruo,
Kyle una leyenda.
Quisiera que mis
apreciaciones no sean entendidas como una reacción de un antiyanqui ingenuo. Ahora bien, de condenar a EEUU
por cualquier hecho a rescatar cada una de sus actitudes como el bien mismo hay
un puente que nuestro entendimiento civilizatorio no debe cruzar. La lógica de
la venganza al ataque a las torres gemelas, presente todo el tiempo en la
película, es una pésima idea para resolver definitivamente un conflicto.
Exterminar al adversario, o al país donde presuntamente vive el adversario,
debería constituir la última instancia, no la primera. Estos son los principios
básicos sobre los que occidente logró 70 años de paz como nunca vivimos en la
historia de la humanidad. Pero en American Sniper, Eastwood nos remite todo el
tiempo a pensar que esta no es la forma de pensar de alguien que se considera
un héroe.
Como dije al principio,
hay críticos que no han interpretado El Francotirador desde esta perspectiva
más bien lineal que propongo aquí. Por sus amplios elogios a la película,
querría comparar mi posición con la de Santiago García, desde mi punto de vista
un excelente crítico. García escribió aquí que quedó absolutamente conmovido
con este film, y destaca muchos de sus aspectos artísticamente fenomenales, los
que comparto plenamente. Pero por supuesto, esta es una película sobre un hecho
real, lo que nos obliga además a rescatar su significado social, político,
ideológico, o como se lo quiera llamar.
Para García, Kyle lo
pierde todo con la guerra, pero a mi juicio esta conclusión es un poco
apresurada. Pese a que Kyle vuelve una y otra vez a pelear por decisión propia,
mantiene finalmente su matrimonio, tiene dos hermosos hijos, logra ayudar a
muchos compañeros, y se ha convertido en leyenda (reconozco que esto a Kyle no le
importa demasiado). No estamos ante un hombre totalmente desquiciado por la
guerra, y no se me ocurre que ese sea el tema central de la película. Es cierto
que Kyle sufre un par de episodios psicológicos menores como quedarse inmutable
ante el televisor y reaccionar algo exageradamente en el cuidado de sus hijos.
Pero esto parece un costo muy menor para alguien que ajustició 160 almas.
Cuando un médico le pregunta por su eventual culpa tras haber asesinado a tanta
gente, explica con total serenidad sus razones, que el profesional parece
aceptar. Su estado era tan normal (siempre hablando relativamente), que al volver
definitivamente se dedica a ayudar a ex combatientes con problemas. Su
asesinato ocurre en un momento en que él parece recuperar plenamente su
felicidad.
García tampoco
enfatiza que Eastwood no retrata por igual a americanos y musulmanes. Lo que se
ve de los musulmanes es que son mentirosos, cobardes, carniceros y
calculadores. Con mínimas excepciones, carecen de emociones y prefieren
sacrificar a su familia solo para matar un americano más. Los americanos en
cambio son retratados como realmente humanos: recuerdan a su familia,
practican la amistad y justifican moralmente sus acciones. La perspectiva
moralmente sesgada alcanza su pico cuando comparamos a los dos francotiradores.
Sabemos todo de Kyle: es un grandote buenazo, defiende al bien sobre el mal,
tiene una hermosa familia, es un héroe. En cambio del francotirador enemigo, un
tal Mustafá, solo sabemos que fue tirador olímpico, dato que sesga al espectador a creer que él llevó adelante una estrategia de vida completamente
demente destinada únicamente a matar americanos inocentes.
Para demostrar que
las visiones humanizadas de esa guerra existen, uno puede remitirse a la
excelente miniserie Generation Kill de David Simon, donde los soldados se
enfrentan con verdaderos dilemas, tienen miedo, sienten culpa, y en definitiva
no saben bien qué están haciendo allí. En American Sniper, en cambio, los
soldados son superprofesionales que apenas enfrentan los dramas típicos de la
guerra, como la muerte de los compañeros (que por otra parte se supone son de
esperar si uno va a la guerra).
No,
definitivamente esta no es una película para marcar los vicios y los dramas de
la guerra, por sutil que creamos que sea el abuelo que nos explica su técnica
para encender el fuego. Un perro es un perro y Eastwood es un republicano que
ama héroes que una verdadera civilización jamás debería reconocer como tales.
Una critica excelente, redondita.
ResponderBorrarChagracia Julián. Esperamos no recibir ninguna intimación del director, a quien le tenemos bastaaaante miedo.
ResponderBorrarGracias
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