lunes, 4 de julio de 2016

UNA CRITICA A “EL FRANCOTIRADOR” DE CLINT EASTWOOD, CON UN MONTÓN DE SPOILERS

 

Ya pasó suficiente tiempo como para que nadie se queje del espoileo, así que me mando con esta reseña de El Francotirador.

Clint Eastwood, pese a su edad, parece empeñado en hacer un cine cada vez más impecable. Pero respecto a sus ideas, una vez más el actor y director nos demuestra que simplemente no puede con su genio. Eastwood es como ese abuelo que tras ensayar una técnica impecable para encender el fuego, nos desconcierta luego con una explicación  de su método. Este contraste para mí es claro, pero Eastwood parece haber enredado a varios críticos de cine, que consideran que estas ideas bizarras no están, y que el director nos habla con metáforas y sutilezas. Y por más que quiera evitarlo, me siento en la necesidad de llamar perro a eso que mueve la cola, tiene cuatro patas y ladra. El francotirador es una historia fantásticamente contada con un mensaje que atrasa siglos.

Y es que todo apunta a que American Sniper sea, finalmente, un homenaje y no una crítica al francotirador Chris Kyle. ¿Qué cosas decide mostrarnos Eastwood para saludar a este supuesto gran hombre? Citemos algunas que construyen al personaje (que recordemos, es real):

- Chris tuvo un aprendizaje que lo llevó a diferenciar el bien del mal, y la trama es la historia de alguien que dedica su vida a esta idea. Chris mantiene un respeto constante e inquebrantable por sus ideales más profundos.

- No hay en Chris ningún rastro de deshonestidad o engaño. En todo momento se comporta como un buen amigo y un esposo fiel. Tras un comienzo dudoso, el hombre aprende a tratar a las mujeres con respeto.

- En su rol de patriota, se nota su dedicación a ayudar a los suyos. Logra un enorme reconocimiento de sus pares, trato que corresponde con total humildad.

- En el final de la película (siempre una señal fuerte), se ven escenas reales mostrando a mucha gente saludando la muerte de su héroe.

Aunque cueste creerlo, todos y cada uno de estos clichés se elaboran sin rubor a lo largo de dos horas. Kyle comete errores, por cierto, pero Clint los resuelve o los minimiza casi de inmediato. Chris Kyle, la leyenda, es para Eastwood la encarnación de un verdadero héroe americano.

¿Pero qué sucede si evaluamos a nuestro gran hombre desde una perspectiva más civilizada? Kyle ha sido educado por sus padres para matar a quien lo agrede. Matarlo, sin medias tintas. Aprendió que hay gente buena y gente mala, y que además están los perros pastores que cuidan a las ovejas buenas de los lobos, que son malos por naturaleza. Eastwood ni siquiera le permite al personaje reflexionar sobre esa idea más bien bárbara. Al contrario, Kyle reacciona poniendo cara de odio cada vez que alguien muestra dudas o sensibilidad ante esta verdad “evidente”. El film no duda un instante en darle la razón a Kyle: los miedosos y los reflexivos apenas tienen lugar en la película, que sigue literalmente de largo ante estos planteos.

Kyle se alista en un cuerpo de elite y tras las consabidas escenas de tortura del entrenamiento (originalidad cero aquí), el muchacho se transforma en un francotirador. En toda su "carrera" Kyle se carga 160 musulmanes, incluyendo mujeres y niños. Aun cuando algún despistado supusiera que en la guerra hay formas heroicas y formas cobardes de combatir (la película nos explica que los americanos son héroes respetuosos de la vida humana y los musulmanes cobardes y traidores sin escrúpulos), la tarea del francotirador no parece de la más virtuosas. Un hombre oculto en un lugar relativamente seguro, con una superarma (¿alguien me puede explicar cómo se erra un tiro con semejante mira?), y que mata por la espalda y sin aviso. No parece una posición de pelea demasiado valerosa.

El prohombre Kyle se nos presenta decidiendo sobre un dilema moral en la escena que da comienzo a la película. Un niño se dirige con una granada hacia un tanque (???). ¿Debe Kyle matarlo? It's your call, le dicen por radio. Kyle lo mata y luego mata a la madre, que en vez de levantar al hijo muerto tuvo la mala idea de ir a levantar la granada para lanzarla. Es todo lo que necesitamos para exonerar a Kyle: mató un niño, pero mucho peor es lo que hizo su propia madre. Todo queda perfectamente claro y no hay reclamos posteriores: la madre es un monstruo, Kyle una leyenda.

Quisiera que mis apreciaciones no sean entendidas como una reacción de un antiyanqui ingenuo. Ahora bien, de condenar a EEUU por cualquier hecho a rescatar cada una de sus actitudes como el bien mismo hay un puente que nuestro entendimiento civilizatorio no debe cruzar. La lógica de la venganza al ataque a las torres gemelas, presente todo el tiempo en la película, es una pésima idea para resolver definitivamente un conflicto. Exterminar al adversario, o al país donde presuntamente vive el adversario, debería constituir la última instancia, no la primera. Estos son los principios básicos sobre los que occidente logró 70 años de paz como nunca vivimos en la historia de la humanidad. Pero en American Sniper, Eastwood nos remite todo el tiempo a pensar que esta no es la forma de pensar de alguien que se considera un héroe.

Como dije al principio, hay críticos que no han interpretado El Francotirador desde esta perspectiva más bien lineal que propongo aquí. Por sus amplios elogios a la película, querría comparar mi posición con la de Santiago García, desde mi punto de vista un excelente crítico. García escribió aquí que quedó absolutamente conmovido con este film, y destaca muchos de sus aspectos artísticamente fenomenales, los que comparto plenamente. Pero por supuesto, esta es una película sobre un hecho real, lo que nos obliga además a rescatar su significado social, político, ideológico, o como se lo quiera llamar.

Para García, Kyle lo pierde todo con la guerra, pero a mi juicio esta conclusión es un poco apresurada. Pese a que Kyle vuelve una y otra vez a pelear por decisión propia, mantiene finalmente su matrimonio, tiene dos hermosos hijos, logra ayudar a muchos compañeros, y se ha convertido en leyenda (reconozco que esto a Kyle no le importa demasiado). No estamos ante un hombre totalmente desquiciado por la guerra, y no se me ocurre que ese sea el tema central de la película. Es cierto que Kyle sufre un par de episodios psicológicos menores como quedarse inmutable ante el televisor y reaccionar algo exageradamente en el cuidado de sus hijos. Pero esto parece un costo muy menor para alguien que ajustició 160 almas. Cuando un médico le pregunta por su eventual culpa tras haber asesinado a tanta gente, explica con total serenidad sus razones, que el profesional parece aceptar. Su estado era tan normal (siempre hablando relativamente), que al volver definitivamente se dedica a ayudar a ex combatientes con problemas. Su asesinato ocurre en un momento en que él parece recuperar plenamente su felicidad.

García tampoco enfatiza que Eastwood no retrata por igual a americanos y musulmanes. Lo que se ve de los musulmanes es que son mentirosos, cobardes, carniceros y calculadores. Con mínimas excepciones, carecen de emociones y prefieren sacrificar a su familia solo para matar un americano más. Los americanos en cambio son retratados como realmente humanos: recuerdan a su familia, practican la amistad y justifican moralmente sus acciones. La perspectiva moralmente sesgada alcanza su pico cuando comparamos a los dos francotiradores. Sabemos todo de Kyle: es un grandote buenazo, defiende al bien sobre el mal, tiene una hermosa familia, es un héroe. En cambio del francotirador enemigo, un tal Mustafá, solo sabemos que fue tirador olímpico, dato que sesga al espectador a creer que él llevó adelante una estrategia de vida completamente demente destinada únicamente a matar americanos inocentes.

Para demostrar que las visiones humanizadas de esa guerra existen, uno puede remitirse a la excelente miniserie Generation Kill de David Simon, donde los soldados se enfrentan con verdaderos dilemas, tienen miedo, sienten culpa, y en definitiva no saben bien qué están haciendo allí. En American Sniper, en cambio, los soldados son superprofesionales que apenas enfrentan los dramas típicos de la guerra, como la muerte de los compañeros (que por otra parte se supone son de esperar si uno va a la guerra).

No, definitivamente esta no es una película para marcar los vicios y los dramas de la guerra, por sutil que creamos que sea el abuelo que nos explica su técnica para encender el fuego. Un perro es un perro y Eastwood es un republicano que ama héroes que una verdadera civilización jamás debería reconocer como tales.


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