martes, 2 de agosto de 2016

AZAR Y ELECCIONES

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En economía existe algo que llamamos "shock exógeno", término que refiere a cambios en el contexto que son ajenos al sistema económico y que poco tienen que ver con la política económica. Ejemplos triviales de shocks son las inundaciones, los terremotos, las plagas, las sequías, y la caída de los precios internacionales para una economía pequeña.

Si los agentes fueran verdaderamente racionales, entonces, quienes están a cargo de la economía poco tendrían que preocuparse por estos fenómenos, que por definición son incontrolables. Y por supuesto, los votantes no deberían culparlos por estos eventos azarosos... ¿no?

Culpa tuya

Y.... no. En la práctica,  cuando la mala fortuna se cierne sobre una economía, alguien debe ser culpado, por más exógeno que sea el shock. En el antiguo Israel, los desastres se atribuían a los pecados. Los faraones egipcios, erigidos en el poder como seres divinos, debían ser responsables de un buen comportamiento del clima y del río Nilo para asegurar una buena cosecha. Las culpas, en este caso, estaban bien dirigidas, porque los reyes y faraones se consideraban capaces de evitar estas desgracias.

Pero con el tiempo la racionalidad y la ciencia nos explicaron que no tenía mayor sentido imputar a los políticos de turno por los desastres naturales. Por lo tanto, debemos esperar que el votante promedio no considere estas desgracias como parte de la responsabilidad oficial... ¿no? 

Y... no. Históricamente los desastres naturales amenazaron seriamente al poder y a los regímenes políticos, pero por raro que parezca, ¡esto sigue siendo así! Al menos esto es lo que sostienen Christopher Allen y Larry Bartels en uno de los capítulos de su fantástico libro Democracy for Realists, donde demuestran que, pese a que los líderes políticos ya no tienen un aura de divinidad ni enfrentan shocks exógenos tan dramáticamente negativos como en la antigüedad (como las hambrunas y las plagas), igual son castigados por el electorado.

Jaws

En julio de 1916 en Nueva Jersey las playas estaban llenas de turistas. Uno de ellos nadaba en una profundidad de poco más de un metro, y fue atacado por un tiburón. Cinco días después, otro joven también fue atacado, a 70 km del incidente anterior. Ambos murieron. Un par de ataques más en la costa oeste de Estados Unidos, y pronto comenzó la manía y el terror popular.  

Los hoteles y los negocios de la costa empezaron a perder mucha plata, y los reclamos crecieron. El gobierno, sin saber bien qué hacer, se puso a matar a los tiburones que andaban cerca de la orilla. Pronto pasó el verano y poco pudo hacerse para reparar la situación de los damnificados.

En noviembre llegaron las elecciones nacionales y el presidente Wilson vio su reelección severamente amenazada porque perdió en todas las áreas donde se habían registrado los ataques. Achen y Bartels encontraron que Wilson perdió, por culpa de estos tiburones opositores, entre 1,3 y 5,2 puntos porcentuales de los votos en las zonas de playa.

Al agua, Bush

Pero este no fue un caso aislado. Los autores confirman que los votantes castigan a quienes están en el poder de manera consistente y sistemática por circunstancias que están mucho más allá de su control.

Utilizando modernas técnicas estadísticas, demuestran que una inundación ocurrida durante el año de elecciones te hace perder (en Estados Unidos) la friolera de 2,8 millones de votos. Esto le pasó nada más ni nada menos que a Al Gore, prócer de la lucha para detener el cambio climático, durante su carrera presidencial del año 2000. Demasiada agua (o demasiada poca agua) le restaron la posibilidad de imponerse en siete estados, y seguramente le hizo perder Florida, clave para perder y evitar que cambiara la historia del mundo gracias a la llegada de George W. Bush. 


La irracionalidad de los votantes es confirmada una y otra vez por los análisis empíricos de los cientistas políticos. Quizás nosotros, los economistas, deberíamos aprender de ellos y soltar de una vez al homo economicus. ¿O será el homo economicus un shock exógeno más con el que poco podemos hacer?







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