domingo, 30 de septiembre de 2018

BEHAVIORAL CAPITALISM





En este post voy a tratar de explicar lo más claramente posible por qué behavioral no puede NO formar parte del análisis económico del capitalismo. Como verán, la justificación es casi deductiva, no requiere de ningún argumento extraño, y es bastante natural.

¿Qué es el capitalismo?

La gran pregunta gran. No pretendo dar la única y verdadera respuesta, sino distinguir apenas entre las que sirven y las que no.

La primera es la versión naif: el capitalismo como funcionamiento libre de los mercados. Pero esta definición se queda corta en muchos aspectos. Primero, los mercados existieron siempre, no fueron creados hace 250 años. Segundo, la característica esencial del capitalismo fue su extraordinaria capacidad para elevar el nivel de vida, y para llegar de los mercados libres a los saltos violentos de productividad hace falta una cadena de razonamiento demasiado larga para ser confiable. Tercero, el libremercado no hace referencia a un tema central del sistema, que es la acumulación de capital.

Entonces, ¿es el capitalismo la acumulación de capital? Bueno, en parte sí, pero más importante que la acumulación en sí es lo que genera esa acumulación: la obligada división de funciones entre empleadores y empleados. Si lo único que importara fuera la acumulación, el capitalismo funcionaría bárbaro siendo todos y cada uno de nosotros pequeños inversores. Pero no, en la práctica solo unos pocos invierten y la mayoría ha participado de la maquinaria productiva de una manera más bien pasiva, como asalariado.

Las dos características del capitalismo que me parecen importante son entonces el deseo de acumulación y la relación salarial (lo que ya dijo Marx, no lo inventé yo).

Dos Divinas Coincidencias

¿Qué hizo al capitalismo el sistema productivo más eficiente que conocemos? Logró crear dos coincidencias magníficas. 

La primera tiene que ver solamente con los capitalistas y no es otra cosa que la vieja idea de Adam Smith de que no es de la buena onda del panadero que obtenemos su pan, si no de su egoísmo. El capitalismo descubrió una forma de compatibilizar un rasgo que a priori a muchos les parece inmoral (el egoísmo), con la ganancia social. En un contexto institucional adecuado, se transforma algo potencialmente mezquino en un gran incentivo para aumentar la productividad. La coincidencia es maravillosa, es equivalente a sacar energía de la basura (o agua de las piedras), pero aplicada a toda la humanidad. 

La otra coincidencia divina es mucho más polémica, pero la voy a proponer igual. Proviene de la idea de que la acumulación de capital con reglas de propiedad más o menos seguras permiten dividir la sociedad en dos clases sociales: capitalistas y asalariados. Estas dos clases sociales, arriesgo, tienden a coincidir con dos grupos de personalidad específicos. 

Por un lado está la clase capitalista "típica": arriesgada, emprendedora, con ideas, con poder de decisión, con capacidad de liderazgo y organización. Lejos están de ser lo mejor de la sociedad, porque estas personalidades suelen estar relacionadas con la psicopatía, entre otras patologías. A esta gente no la ruboriza ejercer poder, castigar los incumplimientos, explotar, engañar, mentir, y en general aprovecharse de otros. 

No tengo evidencia de todo esto, pero algunos trabajos verifican algunas de estas relaciones y no me sorprendería que les capitalistas tendieran a tener estas características más que les trabajadores. Simplemente porque para ser une jefe efective para el sistema se necesita ser un poco las dos cosas. Por supuesto, existe un subgrupo que es la excepción a la regla: el de los capitalistas que lean este artículo, que no solo son brillantes y arriesgades, sino que además son excelentes personas. Pero en el promedio quien te dice...

Por el otro lado, tenemos a les trabajadores. Para empezar, reciben todos los malos tratos que describimos antes, así que ante todo su personalidad debe ser medianamente dócil como para no asesinar a sus superiores. Este grupo puede ser más empático, más familiero, y seguramente proclive a una sociedad más igualitaria, tolerante y solidaria. Pero su rol de asalariado no se corresponde con una personalidad arrasadora, amante del riesgo y generadora de ideas. Prefieren tomar menos decisiones y adoptar una posición más pasiva.

No tengo evidencia de todo esto, pero algunos trabajos verifican algunas de estas relaciones y no me sorprendería que los trabajadores tendieran a tener estas características más que los capitalistas  Simplemente porque para ser un asalariade útil al sistema se necesita ser un poco las dos cosas. Por supuesto, existe un subgrupo que es la excepción a la regla: el de les trabajadores que lean este artículo, que no solo son brillantes y arriesgades, sino que además son excelentes personas. Pero en el promedio quien te dice... (jaja, ya lo leíste...).

La segunda coincidencia divina del capitalismo, entonces, es haber dividido la sociedad en dos grupos con personalidades relativamente concernientes con el rol económico que les toca en la sociedad. 

Por supuesto, los capitalistas son cada vez menos agresivos (o se autocontrolan), y su posibilidad de explotar directamente al trabajo son más limitadas que al inicio de la revolución industrial. Y les trabajadores tampoco son tan pasivos como antes, y también aportan ideas. Pero pongo estas dos frases como resguardo personal mío, no porque crea que este sea el estado generalizado de todes les jefes y empleades. 

Ojo, el sistema tampoco es que perdona mucho. Hay capitalistas "de nacimiento" que luchan por serlo pero no tienen el capital suficiente, y les va mal. Y trabajadores que se ven al mando de una empresa cooperativa solidaria que termina carcomida por la mala organización y acosada y arruinada por otres capitalistas de mayor porte. Pero creo que lo más común es lo otro: capitalistas contentes con su rol y trabajadores también. La mayoría de los dueñes no quieren jefes, y para muchos trabajadores la "relación de dependencia" y la "estabilidad" son activos muy valiosos (pensemos en los empleados públicos). Les capitalistas que juegan al asalariade terminan resultando insoportables para sus jefes y sus compañeros. Y les trabajadores obligades a hacer de capitalistas, como cuando "emplean" a alguien para ayudar con la limpieza de la casa, se niegan a formalizar la relación y transformarse en empleadores. Y les que están obligades a abrir un comercio con la indemnización recibida por un despido, se ponen un kiosco al lado del otro.

Coincidencias divinas y behavioral

Repasemos. La primera coincidencia es entre egoísmo y eficiencia productiva, y se centra principalmente en los capitalistas. No alcanza, necesitamos la otra para extender la eficiencia a todo el sistema. La segunda es la coincidencia entre la necesidad de contar con capitalistas y trabajadores, y la existencia de dos tipos de personalidades bastante separadas que cumplen cada rol razonablemente.

Un país con muchos capitalistas útiles y con trabajadores útiles, cada uno en su rol, va para adelante. Un país con un buen estado que hace de capitalista y muchos trabajadores para disponer, capaz también (China). Un país con pocos capitalistas pero abierto para que entren capitalistas de otros países, y tiene trabajadores que se la bancan, funca (algunos Tigres Asiáticos).

Ahora lo evidente: el capitalismo no se debe estudiar partiendo de individuos racionales eligiendo en un entorno de reglas de libre mercado y derechos de propiedad. Es al revés, el capitalismo encontró una distinción primordial de personalidades psicológicas adecuada en la sociedad, y la explotó. Esas personalidades psicológicas no solo están lejos de ser consideradas racionales, sino que además se dividen en dos grupos que podrían tener características cognitivas identificables. 

La tarea analítica entonces es identificar mejor esas propiedades de la personalidad, ver en qué medida estas coincidencias favorecen el funcionamiento del sistema, y entender qué fallas surgen a partir de ellas y de sus sesgos. Por ejemplo, cuando los capitalistas son demasiado arriesgados, todos van para el mismo lado y se endeudan de más, creando una oportunidad para una crisis posterior. Esto se entiende mejor si se analiza la psicología común de este grupo.

Como vemos, Behavioral debería ir mucho más allá de "modificar la función de utilidad a maximizar", como proponen algunos. Behavioral podría ayudarnos a entender mucho mejor el sistema en qué vivimos, sin caer en supuestos absurdos y maquinarias formales antiintuitivas.









domingo, 23 de septiembre de 2018

EXPECTATIVAS DE INFLACIÓN Y CONSUMO: PARTE II (FINAL)




En el post anterior decíamos que las reacciones del consumo a la inflación esperada eran poco significativas a menos que el individuo reconociera una relación específica entre la inflación que espera y los precios de los bienes que le interesan comprar o que le sirven de referencia. Y también dijimos que los bienes cuyos precios más miramos eran los de los activos (y algunos durables).
Y sin embargo, la macroeconomía ha centrado su análisis de los efectos de la inflación sobre el consumo casi siempre en el Indice de Precios al Consumidor (IPC), que captura mayormente la inflación en bienes de consumo no durables. Las percepciones de los modelos tradicionales que enfatizan la reducción de la demanda de dinero en contextos inflacionarios, a favor de un incremento de consumo, enfatizan únicamente la percepción individual de la inflación al IPC. 
Por supuesto, cuando la inflación es generalizada, el IPC es una proxy muy adecuada de la evolución de los precios de los durables o de los activos físicos, pero hay muchas circunstancias en las que, a lo largo del ciclo se observan cambios en los precios de los activos no tan rápidamente reflejados en el IPC.
Quizás mucho más importante, el IPC tiende a ser entendido como un indicador de cómo la inflación afecta a los ingresos corrientes. Pero cuando hay inflación a nosotros nos interesa mirar qué pasa con los ahorros (por supuesto el IPC afecta a los dos, pero el punto es cómo se percibe este impacto). Como los ingresos corrientes se suelen utilizar para gastos corrientes (regulares), esas costumbres son más difíciles de modificar. En cambio, psicológicamente las variaciones en los precios de los activos sí pueden modificar la disponibilidad a gastar los ahorros. Si los individuos sienten que la suba del valor de los activos es "plata que sobra", eso significará que nos creemos que tenemos derecho a gastar en algo en lo que no lo hacíamos antes. El acostumbramiento al nuevo perfil de gasto en medio de una suba continua de precios de activos hace el resto.
La crisis! Está hablando de la crisis!...
A esta altura ya se habrán dado cuenta de que no estamos hablando de la inflación argentina. Estas ideas tienen mucho más que ver con la crisis internacional de 2009. Es que precisamente fueron estas percepciones de estabilidad de precios de no durables y de expectativa de inflación de activos las que alimentaron el desahorro de los hogares norteamericanos durante los hechos que dieron lugar a la crisis. 
La inflación de activos puede inducir cambios en el consumo por la vía de la percepción de un cambio en la situación personal, mucho más directa, mensurable y “palpable” que las tendencias generales del IPC u otros indicadores macroeconómicos. El indicador de inflación en no durables solo le permite al individuo hacerse una idea del estado general de la macroeconomía, pero este agente no tiene por qué extrapolar de aquí que él debe comportarse como un individuo promedio. Una buena situación personal en un marco macroeconómico riesgoso podría interpretarse como  el resultado de nuestras excelentes decisiones financieras, transformadas en las ganancias que rinden los activos que compramos. En un contexto como este, el individuo se siente con confianza y con derecho a consumir más.
Los hacedores de política monetaria en EEUU y otras partes del mundo, que aunque no parezca también son humanos, se formaron la percepción de que un IPC estable reflejaba que el gasto era el que tenía que ser, y que el precio de los activos físicos y financieros también era adecuado. El éxito del crecimiento sin inflación, pensaron, se debió a su brillante tarea al mando de los principales bancos centrales del mundo. Pero con esta visión solo contribuyeron a la sensación errónea de que todo iba sobre ruedas en el plano macroeconómico, y que por tanto no había razón para pensar que había algo peligroso en el sobreconsumo americano.
Conclusión
La inestabilidad en los precios de los activos en contextos de estabilidad del IPC pueden crear las bases para una inestabilidad real en el mediano plazo, por las (generalmente bruscas) correcciones que aparecerán en el futuro. Cuando se incluyen consideraciones psicológicas, la diferencia entre inflación de activos y de no durables resulta importante para estudiar la dinámica del ciclo económico.
Es posible entonces que una aceleración de la inflación no modifique esencialmente las costumbres del consumo, y que sí lo haga una inflación (o deflación) de activos. No esperemos que una desaceleración del IPC traiga más actividad económica, y sí estemos atentos a la volatilidad de precios de los activos, que es lo que los individuos pueden percibir y sentir más cercanamente para tomar decisiones de gasto.

sábado, 15 de septiembre de 2018

EXPECTATIVAS DE INFLACIÓN Y CONSUMO: PARTE I



Volvamos un poquito a la macro, que hace mucho que la tenemos abandonada. El tema que nos ocupa hoy es la relación entre expectativas de inflación y consumo. Ojo, no vamos a discutir si el consumo (o el "exceso de demanda") genera inflación. Al revés, nos interesa saber qué hace la gente con la guita cuando espera mayor inflación.
Una relación difícil
¿Afecta la inflación a la demanda agregada? La relación teórica entre expectativas de inflación y consumo no es unívoca. Por un lado, si la demanda de dinero es proporcionalmente mayor en las clases que proporcionalmente más gastan (por ausencia de alternativas financieras para resguardarse de la suba de precios entre fechas de cobro), la inflación puede reducir el gasto agregado, ya que el deterioro del poder de compra es mayor en los pobres. Más en general, se ha sugerido que puede haber una relación negativa debido a que la inflación deteriora el funcionamiento del sistema financiero, induciendo un aumento en las restricciones crediticias, lo que a su vez reduce la liquidez y las posibilidades de consumo, provocando una caída de la demanda. Incluso es posible que si los agentes anticipan esta circunstancia y actúan de manera óptima, decidan aumentar el ahorro por razones precautorias.
Por otro lado, las expectativas de una inflación alta o creciente en ausencia de ajustes nominales sincronizados en el agregado y con un stock de demanda de dinero positivo podrían significar una intención de acelerar el consumo, sobre todo de bienes durables, a fin de evitar el deterioro del poder adquisitivo entre la fechas de cobro de los ingresos.
El Gato Katona
George Katona fue pionero en realizar entrevistas incluyendo preguntas sobre la inflación esperada, a fin de determinar el humor macroeconómico de los agentes y sus reacciones respecto del consumo y el ahorro. Mientras que en general durante la posguerra la suba de precios indujo un menor consumo, las reacciones ante la inflación esperada en durables (autos e inmuebles) era la de comprar rápidamente. En Suecia encontraron que los efectos sobre el consumo dependía del nivel de inflación. Una inflación de menos del 8% anual inducía una leve reducción de las intenciones de consumir, mientras que una inflación mayor que esa producía un leve incremento.
Inflación de Activos
De todos modos, en general los resultados de las investigaciones tienden a revelar que las reacciones sobre el consumo de la inflación esperada son poco significativas a menos que el individuo reconozca una relación específica entre la inflación que espera y los precios de los bienes que le interesan comprar o que le sirven de referencia. 
Concretamente, desde un punto de vista psicológico la relación entre las percepciones de precios y el consumo parecen más ligadas a los precios de los activos y los bienes durables que a los precios de los bienes de consumo no durable. El consumo y el ahorro de los agentes reacciona más con la suba de los precios de los inmuebles o de los autos que con la suba del precio del maracuyá o de los hisopos.
Los consumidores tienden a formar expectativas sobre los precios de aquellos bienes que persisten en el tiempo, precisamente porque pueden observar en la práctica el precio futuro, lo que se suele usar para comparar y evaluar la racionalidad de la compra. A los precios de los bienes no durables se les presta menos atención porque cuando su precio cambia, éstos ya han sido consumidos. Así, un consumo erróneo de un bien que era “demasiado caro” puede enmendarse fácilmente comprando la nueva tanda de bienes al precio más conveniente. Pero esta nueva oportunidad no existe para el caso de muchos durables o de activos físicos, ya que estos se van consumiendo (amortizando) siempre al precio de compra original.

En el próximo post completamos estas ideas. Verán que sus implicancias son más importantes para otros países que para Argentina...


sábado, 8 de septiembre de 2018

ESCEPTICISMO, CREENCIAS Y TRIBUS*



¿El progreso humano nos ha vuelto inmunes a nuestras creencias más insólitas? Es cierto que algunas de ellas han tendido a desaparecer. Ya casi nadie acude a una medium para hablar con los seres queridos que ya no están; poco le temen a los fantasmas; y solemos reirnos cuando se culpa a gato negro que se cruzó en el camino o a pasar la sal en mano de nuestras desgracias. Pero quizás todavía hay varios que están convencidos de que las pirámides de Egipto fueron construidas por extraterrestres, de que los signos astrológicos del zodíaco determinan la personalidad, o de que la llegada a la Luna fue un montaje hollywoodense.

Los movimientos escépticos del mundo se han ido encargando de demostrar, pacientemente, que el Triángulo de las Bermudas y sus abducciones de naves era imaginario, que el mentalista israelí Uri Geller que doblaba cucharitas con la mente no era más que un mago mediocre, y que el Pie Grande, una especie de gorila gigante no registrado por la zoología tradicional, nunca existió. Pero pese a estos esfuerzos, el público se renueva y reaparecen las especulaciones extravagantes, como los movimientos anti-vacunas, la hipótesis del auto-atentado de Estados Unidos a las Torres Gemelas, y decenas de otras teorías conspirativas. ¿Por qué, pese a que son refutadas una y otra vez, estas ideas extrañas vuelven a florecer?


¿Es la educación, estúpido?

Puede que se trate simplemente de gente desinformada o científicamente poco educada. Se supone que los individuos más y mejor instruidos deberían mostrar una menor predisposición a “tragarse la píldora”. Algo de eso hay, pero la explicación es insuficiente. Por ejemplo, una proporción nada desdeñable de la población educada de los Estados Unidos (entre un 40 y un 45%) son “creacionistas”, religiosos extremos que creen, contra toda evidencia científica, que el universo tiene apenas 5.000 años de existencia. Y solo el 10% de los americanos aceptan la teoría de la evolución sin intervención divina como explicación de cómo llegamos hasta aquí. Más aun, en ese país la creencia en cuerpos poseídos por el demonio, casas embrujadas y la astrología crece con el nivel educativo.

También hay razones teóricas para desconfiar de la baja educación como causa excluyente. La inteligencia humana es compartamental, lo que significa que podemos ser brillantes en algunas tareas, y al mismo tiempo defender ideas completamente ridículas en otros ámbitos del conocimiento. El científico Joseph Rhine dedicó décadas de su carrera a la búsqueda de fenómenos extrasensoriales como la telepatía, sin ningún resultado. Muchas agencias oficiales ofrecieron ingentes sumas a videntes y parapsicólogos con la esperanza de hallar personas desaparecidas, o de rastrear a secuestradores. Alguna vez la Armada de los Estados Unidos invirtió dinero para detectar gente con presuntas facultades paranormales, que se entrenaban intentando matar cabras con la mirada (situación inmortalizada en la película Los Hombres que Miraban Fijamente a las Cabras, protagonizada por George Clooney). Por otro lado, mucha gente puede utilizar su inteligencia para defender ideas absurdas, buscando evidencias espurias o desarrollando argumentos sofisticados únicamente para defenderse de los escépticos. Pregunten a un mago cuál es su público ideal para engañar, y no dudará en elegir a los que se creen más inteligentes.

Pensamiento crítico

Quizás lo que importa no es la calificación educativa, sino la capacidad de tener pensamiento crítico. Pero esta es un justificación circular, ya que justamente suele definirse como gente abierta y autocrítica a aquellos que no creen en fantasías y delirios. Y aun cuando ésta fuera la llave para volvernos seres razonables, enseñar a pensar críticamente no es sencillo, porque tenemos una tendencia natural a defender nuestros prejuicios, para evitar los costos que nos genera enfrentarnos con evidencia contraria a nuestras ideas preconcebidas.

Pese a lo que usualmente se piensa, la aparición de las redes sociales puede haber dificultado el escape de las creencias erróneas. Hoy resulta poco costoso aislarse eligiendo amigos que piensan parecido, y se tienden a intercambiar opiniones con… quienes opinan lo mismo que nosotros. La ideologización reciente de algunos medios tampoco ayuda, porque tienta al público a ocupar un lugar confortable donde se irradian sus preferencias más enraizadas, dejando poco espacio para la reflexión. Los supuestos programas de TV con “polémica”, para colmo, parecen obstinarse en mostrar que las discusiones no pueden ni deben ser civilizadas, ordenadas ni respetuosas. Es difícil ganar claridad en nuestras ideas desde donde solo se escucha al que grita más fuerte, o al que logra imponerse mediante una frase pomposa, por más vacía que sea.

Tribus

El concepto de moda para definir el encierro en ideas preconcebidas es “epistemología tribal”: la información que se transmite no busca respetar los estándares de evidencia, sino apoyar los valores y objetivos de la “tribu” a la que se defiende. Lamentablemente para quienes creen que esto puede subsanarse fácilmente, es posible que esta estrategia haya jugado un rol en la evolución. A lo largo de la historia humana, las tribus o coaliciones han sido fundamentales para vencer en las batallas, obtener recursos económicos, y… ganar discusiones. Lo que mantiene las coaliciones unidas son las historias distintivas, que les permiten al mismo tiempo diferenciarse de las demás, y a la vez inducir una fuerte uniformidad interna. La religión y los partidos políticos, desde luego, son los ejemplos típicos, pero también hay coaliciones donde el pensamiento mágico e imaginario constituyen el lazo unificador. Para estas tribus los hechos reales poco importan, porque desdibujan su lógica diferencial: cualquiera estaría de acuerdo con que las hadas no existen. La clave está en ubicarse a cierta distancia de la evidencia y la racionalidad obvias, para poder trazar una identidad propia y fortalecerse frente a otras tribus. Una propiedad de las coaliciones es su dinámica polarizadora: cuánto más contraste una coalición con otra, mayores posibilidades de que esa tribu sume seguidores, ya que para el público no definido mantenerse en la diversidad de “Corea del Centro” puede ser muy costoso.

Conclusión escéptica

Los pensamientos mágicos, las utopías, las paranoias y otros caprichos de la imaginación fueron, son y serán un acompañante obligado de los humanos, y seguramente formarán parte de nuestra realidad política por mucho tiempo más. Pero no hay que ser tan escéptico, porque en cierto modo hemos progresado. En la Edad Media la brujería se castigaba con la muerte, mientras que en la actualidad las creencias infundadas ya no suelen derivar en situaciones violentas. La otra buena noticia es que el juicio crítico basado en la razón y la evidencia está comenzando a extenderse, y en el futuro los crédulos serán minoría. Al menos eso es lo que decía el horóscopo de hoy. 

*Este artículo está basado en esta genial nota de Steven Novella.


sábado, 1 de septiembre de 2018

ARRIESGANDOSE A ENTENDER EL RIESGO




Riesgos de Sobremesa

- ¿Y qué es el riesgo? – preguntó un curioso en la mesa del restaurante, ya entrada la sobremesa (uy, que bueno eso…). Se notaba que la cosa venía de desafío.
- ¿Un sistesma para suplanstar la llusvia en el camspo? – intentó suavizar el chistoso del grupo.
- Una medición de la incertidumbre – aplicó con rudeza el economista de la mesa, antes de que la respuesta anterior se devorara el tema.
- Ajá, ¿y como se mide? – insistió el indagador, con esa media sonrisa que nunca logra ocultar escepticismo.
- Fácil, a partir de sopesar las distribuciones de probabilidad de los distintos eventos posibles – dio por cerrado nuestro riguroso teórico.
- Un ejemplo, un ejemplo… - pidió otro, insólitamente entretenido con el tema.
- Suponete que un inversor tiene que tomar una decisión de comprar diferentes bonos nacionales de distintos países. Uno de los eventos posibles es el no pago. Es posible ponderar entonces los rendimientos esperados del bono por la probabilidad de repago de cada uno, para saber qué decisión tomar. –
- Ta bueno. ¿Y de donde sale esa probabilidad? – insistió el pragmático preguntón.
- Se calcula, se calcula… - replica el economista, levantando la cabeza y mostrándose algo fatigado por tener que dar tantas explicaciones a esos iletrados (o imatematizados). Cuando su campo de visión vuelve al horizontal, aparece el mozo con la cuenta. La toma él (siempre hace la cuenta él), y con la velocidad del rayo determina cuánto paga cada uno, propina incluida.

L'esprit de l'escalier

Yo no estuve en esa mesa de galanes, pero a continuación les cuento qué es lo que hubiera dicho de haber estado presente (mentira, esto solo lo puedo decir después de días de reflexión; en el momento y con algunas copas encima seguramente hubiese dicho cualquier pavada):

No me voy a meter con los modelos que calculan probabilidades de riesgo y voy a asumir que son correctos. Ahora, ¿cómo interpreta la gente común una probabilidad? Fácil, todos fuimos al casino: rojo o negro, una de dos, salvo una vez cada tanto que sale el cero. Bah, un cacho menos del 50%... digamos una de dos. Obvio. ¿Y qué pasa si juego toda la noche a color? Salvo los que creen en ESP, a la larga voy a perder, poquito pero pierdo. Seguro.

Ok, todos entendemos la probabilidad. Vamos ahora con otro test: ¿que significa que hay un 30% de probabilidad de lluvias para mañana?... Ejem… ¿Se quedó pensando el señor economista? ¿Quiere el lector que le hable algo irrelevante por un rato como hace Paenza para inducirlo a reflexionar? ¿Le digo “usted puede” y todas esas cosas? ¿Le escondo la respuesta?

Lo increíblemente desafiante de esta pregunta es que estamos hablando de información que se proporciona de manera regular y sistemática a toda la población, y que solemos asumir que ésta toma (mejores) decisiones gracias a ella. Afortunadamente, alguien hizo una encuesta por . En un estudio en 5 países, la mayoría de los Europeos creen que esto significa que lloverá mañana el 30% del tiempo. Unas cuantas creen que significa que lloverá en el 30% del área. Otro grupo cree que lloverá en 30 de los días que siguen, y otras interpretan que 3 de cada 10 metereólogos piensan que lloverá. Una mujer de Berlín dijo que los meteorólogos miran al cielo y miran 100 nubes, de las cuales 30 son negras. Y una mujer de Atenas (ay, aquellas mujeres de Atenas…) reflexionó esotéricamente que, de tener los humanos 100 vidas, en 30 de ellas mañana llovería.

La respuesta correcta es, por supuesto (por supuesto???), que en días con las condiciones meteorológicas como el de mañana, la estadística muestra que en el pasado en 3 de 10 circunstancias parecidas, llovió. Cuando la pregunta es abierta, casi nadie contesta correctamente, y cuando se le proponen solo 3 opciones, fallan más o menos la mitad (la chance de pegarla es 1/3... casi 30%). La pregunta entonces es: ¿qué nos pasa a los argentinos, o mejor dicho a los humanos, con las probabilidades?

Tal vez lo que nos cuesta es entender las probabilidades para eventos únicos. Todos entendemos las probabilidades de la ruleta porque se trata de eventos repetitivos. Pero ese 30% no se a qué referencia repetitiva aplicarlo. A esto se suma el hecho de que ciertos niveles de probabilidad no son del todo informativos a la hora de tomar decisiones como si llevar o no un paraguas. Aun con una probabilidad del 50%, dice el estudio, muchos deciden no cargarlo.

Calificame esta (economía)

Bien, nos cuesta entender y usar una probabilidad que todos nosotros escuchamos a diario. Pero en economía este problema seguro que no lo tenemos, ¿no? Veamos. ¿Cómo interpreta un inversor una probabilidad de default de Turquía (evento único) del, digamos, 38%? Yo no sabría bien qué contestar. Quizás arriesgaría algo así como que 38 de 100 países como Grecia, en las mismas circunstancias, no pagaron. O que 38 de las 100 ciudades de Grecia no pagarían. O que 38 de 100 griegos no van a pagar. O que si viviéramos 100 vidas en medio de los dioses griegos, éstos nos castigarían en 38 de ellas.

Pero no importa, porque el mercado siempre nos resuelve todo. Para solucionarnos la vida están las incalificables calificadoras de riesgo, que elaboran sesudos análisis en base a una comprensión clara y profesional de la probabilidad y el riesgo. Y con maestría logran transformar esos complejos números probabilísticos… en letras. 

Las calificadoras, muy posiblemente saben tanto de aplicar probabilidades de defaults a países como usted y yo sobre si llevar paraguas o no mañana. Pero tienen una ventaja fundamental: ellos contribuyen a definir si mañana lloverá o no, porque sus calificaciones provocan que los agentes actúen. Eso a veces, hace que la peguen, pero es solo una profecía autocumplida, no calidad intelectual.