¿Podemos
los humanos aprender a ser racionales? Algo que deberíamos manejar bien son los
problemas bayesianos, o sea, cómo calcular la probabilidad de que ocurra un
evento si obtenemos nueva información. ¿Debo comprar dólares luego del anuncio
del BCRA? ¿Me devolverán mi depósito si todos se enteraron que mi banco está en
problemas?
Hay
algunos experimentos que sugieren que el aprendizaje de la resolución de
problemas bayesianos casi nunca se logra. El caso más resonante fue el intento
con el juego del Monty Hall o enigma de las tres puertas.
El Monty
Hall
El
concurso, que formaba parte de un show televisivo, tiene la siguiente mecánica. Al
concursante se le ofrece la posibilidad de escoger entre tres puertas. Tras una
de ellas el premio es un coche, mientras que detrás de cada una de las otras
dos hay una cabra (la cabra tras la puerta intenta dejar claro al participante
que perdió).
Después
de que el concursante escoge una de las puertas, el presentador va a mirar
detrás de las mismas (viendo lo que hay detrás de cada una); y abre una de las
otras dos, mostrando siempre una cabra. Entonces, se ofrece al concursante la
posibilidad de cambiar su elección y escoger la puerta que queda cerrada, o
bien quedarse con la elegida inicialmente. ¿Cuál de las dos alternativas es la
más conveniente?
La
respuesta correcta es que siempre conviene cambiar de puerta, resultado que
surge de aplicar la teoría básica de la probabilidad. De hecho, la probabilidad
de ganar al cambiar es el doble que la probabilidad de mantenerse en la
decisión original. Para entender por qué, llevemos la situación a un extremo.
Supongamos que en vez de tres hay un millón de puertas. Luego de que el
participante elige una de ellas (con probabilidad de ganar de una en un millón,
obviamente), el conductor examina lo que hay detrás de las demás y abre todas
menos una. Ahora quedan 999.998 puertas abiertas y apenas dos puertas
cerradas: la elegida por el participante originalmente y la que el conductor
decidió no abrir. ¿No es obvio ahora que el conductor se vio obligado a dejar
cerrada la puerta donde está el auto? La probabilidad en este ejemplo aumenta
violentamente, pero en el caso de las tres puertas solamente pasa de 1/3 a 2/3,
lo que lo hace menos obvio. Es que con tres puertas sigue siendo cierto que el
conductor… ¡abre todas las puertas menos una! Pero son solo tres, y eso
confunde.
Aprendiendo
a evitar cabras
Muchos
creen que en el juego original de las tres puertas, una vez abierta la puerta
por el conductor las probabilidades son iguales para ambas opciones (1/2).
¿Pero qué pasa si al participante se le esclarece que son diferentes? Luego de
explicar la lógica del juego, dos investigadores lograron
en un experimento de 1998 que apenas el 30% de los participantes elija cambiar
de puerta.
Otros
intentaron ilustrando el problema con 30 puertas. El conductor, luego de abrir
28 puertas con cabras, vuelve a preguntar si cambian o no. El éxito no fue
absoluto: más de un tercio de los participantes todavía mantuvieron su decisión
inicial. En el juego del Monty Hall original la probabilidad de ganar cambiando
de puerta pasa de un 33% en la primera decisión a un 66% en la segunda, pero
con las 30 puertas la probabilidad ¡pasa de 3% a 97%!
Falsas Intuiciones
Aun
cuando la mayoría de la gente podría engañarse y pensar que la probabilidad es
la misma, en la práctica los participantes ni siquiera toman nota de esto. La
proporción de participantes que decide cambiar está lejos de llegar a la mitad.
De modo que hay dos problemas a resolver: primero, ¿por qué fallamos en
calcular probabilidades? y segundo, ¿por qué tenemos tanta confianza en
nuestras intuiciones iniciales en un juego que es puro azar?
En otro
experimento, luego de muchos intentos explicando la lógica del juego, se logró
mejorar el desempeño, pero el esfuerzo tomó 60 vueltas de prueba y error, incentivos
más fuertes, lo que por fin llevó a cambiar al 90% de los participantes.
Krauss y Wang mostraron que formular el problema frecuencialmente incrementa la
cantidad de respuestas correctas: en la versión original solo el 21% de los
participantes cambiaron de puerta, mientras que en una versión frecuencial el
total de cambios alcanzó el 59%. Entre quienes cambiaron de puerta, los autores
quisieron saber si comprendían por qué lo hicieron: en la primera versión sólo
el 5% de los participantes tuvo una intuición o una justificación correcta de
su elección. En el segundo caso el 50% capta la idea.
Irreflexiones
Finales
Tal vez,
el problema es la falta de preparación de quienes participan en estos
experimentos. ¿Qué pasa con los especialistas? No es tan distinto. Marilyn vos
Savant, una columnista apenas conocida con un coeficiente intelectual altísimo,
había resuelto correctamente el problema, pero fue desacreditada durante
semanas por estadísticos y matemáticos académicos que aseguraban que la probabilidad
de cambiar o no era la misma (se pueden ver algunos detalles de esta
controversia en Vos Savant, 1997).
Parece
que los que estaban en tema tampoco lo entendieron. Evidentemente, la mente
humana no ha sido preparada para tratar con problemas analíticos formales y por
lo tanto, en un mundo caracterizado por el riesgo y la incertidumbre, nos quedamos
con pocos candidatos para ejercer decisiones racionales.
* las referencias incluidas se remiten a pedido del lector.
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