En otro post especulamos sobre algunas propiedades
de las burbujas especulativas, pero no te contamos sobre los personajes que
suelen aparecer en estas circunstancias. Cuando la burbuja se cae, o hay crisis,
la mayoría se queja de los banqueros, los gobiernos y los estafadores. Muchas
veces incluso se culpa del lío al
propio sistema capitalista .
Pero a no confundirse, es
cierto que las burbujas especulativas estimulan la aparición de estafas de alta
gama. Pero éstos representan en realidad la expresión extrema de la conducta
generalizada de todos los que participamos de la burbuja, que podemos ser
muchos. Y si bien no todos ganamos la misma guita especulando, una burbuja no
se debe a la mala leche de unos pocos, sino a la ambición de varios al mismo
tiempo.
Igual, no
quiero aquí ponerme a repartir culpas, sino a contarles la particular historia
de Charles Ponzi,
el estafador más querido de la historia. Los dorados años veinte vieron
nacer en los Estados Unidos a este inmigrante italiano que desembarcó sin un
solo dólar en el bolsillo y logró convencer a media ciudad de Boston de que si
le prestaban su dinero se los duplicaría en apenas tres meses. Presuntamente,
Ponzi necesitaba capital para financiar un negocio que aprovecharía diferencias
cambiarias en los cupones postales internacionales, que no estaban del todo
arbitrados.
Ponzi no
ganó un solo dólar con su negocio, pero increíblemente igual cumplió su promesa
de pagar tremenda tasa de retorno. O no tan increíblemente, porque su verdadero
negocio era pagar a los primeros inversores con la plata de los nuevos. La
confianza de los primeros ganadores fortaleció la de aquellos que vendrían
después y en un par de meses Ponzi manejaba una fortuna de 15 millones de
dólares (de aquella época!), aunque claro... a los tres meses debía devolver el
doble.
A las
pocas semanas de iniciada esta historia, la policía descubrió el fraude y Ponzi
acabó en la cárcel. Casi cien años después, Bernard Madoff usó exactamente la
misma estrategia, pero en otra escala: estafó a miles de personas por 50.000
millones de dólares y también acabó preso. La pregunta para vos, economista:
¿cómo es que se puede engañar a tanta gente al mismo tiempo? Van algunos tips:
Lo que
seguro necesitás, para empezar, es cierto atractivo. Si querés que confíen en
vos deberías lucir seguro y simpático, vestir bien, y ser lo más amables
posible. Debés usar la jerga financiera justa, sin mostrarte ignorante pero
tampoco abusando demasiado de ella, para no espantar inversores con negocios
que parezcan demasiado complicados, y por lo tanto poco factibles.
Tampoco
es necesario convencer a todo el mundo. Estos encantadores financistas logran
construir sus castillos en el aire no a partir de un convencimiento
generalizado, sino persuadiendo a unos pocos ingenuos que se arriesgan a
ingresar y ser los primeros. A ellos, por supuesto, les va muy bien (si salen a
tiempo, son los verdaderos ganadores de la burbuja). Alcanzado el mínimo
crítico de socios, otros se sentirán estúpidos de no participar de un negocio
tan rentable. Pronto se acoplan los más ricos e incluso los más pobres,
arriesgando lo poco que tienen. A Ponzi hasta los niños le rogaban que tomara
sus pocos dólares como inversión.
En medio
de la burbuja, se producen situaciones que rozan el ridículo: el Ponzi o Madoff
de turno comienza a convertirse en una persona poderosa, no solo por su dinero
sino por su poder mágico de multiplicarlo. Ante una eventual mala noticia, los
inversores no necesariamente corren a buscar su dinero y a veces incluso intentan
defender a su héroe públicamente. Ponzi perdió credibilidad solo al ser detenido,
pero durante los meses en los que fue investigado por las autoridades, las
inversiones no eran retiradas y el público abucheaba cada intervención de la
policía contra él.
Esta
reacción es entendible desde la racionalidad: si un inversor se da cuenta de
que su capital forma parte de una burbuja que solo se sostiene con la confianza
del resto, querrá evitar que explote. Por eso, un aportante que sabe
positivamente que el esquema no tiene fundamento tiene pocos incentivos para
salir a gritarlo. Demás está decir que este equilibrio es delicado, porque en
algún momento cierta masa crítica de inversores desconfiados disparará una
corrida y acabará con todo. Pero también vale la defensa a nivel
emocional. Ponzi era un entrepreneur exitoso que prometía mucho más que los
avaros y ricos banqueros. Se conectaba con la gente y la trataba personalmente,
no a través de un frío vidrio.
Una
característica interesante de estos esquemas (que se llaman, justamente,
"esquemas ponzi") es que, pese a repetirse una y otra vez sin
demasiados cambios, siguen funcionando. ¿Es este un caso similar al del chiste
viejo que hace reír porque, pese a tratarse de la misma broma, el público se
renueva? No exactamente. Si bien siempre hay incautos, los esquemas Ponzi son
más que conocidos por el público. Pero la avaricia de la gente puede más. Pese
a que la teoría económica se ha edificado a partir del supuesto de que los
individuos no pueden tropezar dos veces con la misma piedra, la naturaleza
humana no es esa: cada nueva ola de optimismo viene acompañada de su “esta vez
es diferente”, y la piedra nos hace tropezar una y otra vez.
La
solución integral a estas estafas, tal como sucede con otros dilemas sociales,
seguramente no exista. Una vez comenzado el fraude es difícil detectar al
responsable, porque sus inversores pasan de engañados a virtuales socios. Por
ende, no es esperable que una mayor información a disposición del público sobre
los riesgos involucrados evite la aparición de nuevas estafas. No debemos
esperar que un sistema financiero liberado funcione eficazmente con solo dotar
de mayor información al público. Los carteles que avisan en los paquetes de
cigarrillos que “fumar es perjudicial para la salud” quizás hayan ayudado a
disminuir parcialmente el vicio, pero en el caso de los esquemas Ponzi el
problema es más grave, porque lo prometido no es un rato de placer mientras
tomamos un café, sino la salvación económica para toda la vida.
La ambición rompe el saco. había una vez un chabón al que le dijeron todo el terreno que puedas marcar con el alambrado es tuyo. Murió en el intento.
ResponderBorrarAhora volvieron las estafas basadas en el esquema Ponzi, siempre hay alguna dando vueltas. Y conozco a gente que entró dos veces (sí, no era suficiente perder una vez) al grito de "esta es distinta".
ResponderBorrarFantástico. Y te digo más, hay gente que juega (sistemática y regularmente) a la quiniela. (?)
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