Un nóbel para todos y todos
Insólitamente, en 2013 la academia
premió con un nóbel a dos economistas con visiones exactamente opuestas sobre
el rol del sistema financiero. O no tan insólitamente, porque esto ya ocurrió
en 1974, cuando galardonaron a Gunnar Myrdal (a favor de la planificación) y a
Friedrick Hayek (en contra). Ahora el premio lo ganaron Eugene Fama, que
defiende la eficiencia del sistema financiero por sobre sus riesgos, y Robert
Shiller, que pondera riesgos sobre ganancias. No voy a teorízar aquí sobre la
psicosis de los evaluadores, pero sí quiero explicar, para aquellos que no
estén en tema, las ideas en pugna.
Burbujas Especulativas y la hipótesis
de los mercados eficientes (HME)
Las diferencias entre Fama y Shiller
son varias, pero la más importante es que el segundo asegura que las burbujas
especulativas existen y son peligrosas, mientras que Fama ni siquiera acepta el
concepto de burbuja. Dado que es muy fácil entender la posición de Shiller,
detallemos un poco la de Fama.
Para este hombre, los precios de los
activos (sean acciones, contratos sobre commodities
o inmuebles) siempre reflejan la información disponible, y por lo tanto son
precios de equilibrio. Nadie que sepa que una acción debe valer más (porque la
empresa tiene buenas perspectivas) va a dejar de comprarla, y por lo tanto el
precio debe aumentar rápidamente y alcanzar el equilibrio. Esta es, en dos
palabras, la hipótesis de los mercados eficientes.
Esta teoría se basa en dos conceptos de
racionalidad, uno individual y el otro colectivo. La racionalidad individual
deviene de la capacidad de los agentes de estar informados y de usarla para calcular
eficazmente el precio del activo. La racionalidad colectiva necesita que todos
estén seguros de que todos actuarán racionalmente. Las dos son difíciles de
cumplir, pero la segunda lo es mucho más. Si un inversor importante se equivoca
y compra un activo inflando su precio artificialmente, no pasa nada mientras
los otros sigan siendo racionales. Pero si el resto considera que las
decisiones de ese inversor fueron racionales, esto puede confundir al resto y,
eventualmente, generar una burbuja.
Críticas a la HME
La teoría de Fama no predice burbujas.
Pero que las hay, las hay. Todos hemos visto una, y si bien no las podemos
definir con precisión, si tiene cuatro patas, hocico, cola, y ladra... En
general el principio es que si algo sube mucho y muy rápido, tiene buenas
probabilidades de caer bruscamente después. Fama insiste en que para hablar de
burbujas uno debe tener un modelo de cómo se comporta la gente, y luego
comparar este modelo con la dinámica de precios del mercado. Por supuesto,
muchos teóricos (incluyendo a Shiller) hicieron esto y demostraron que había
burbujas. Pero esto no es todo. Muchos experimentos de laboratorio demuestran
que los participantes, aun conociendo el valor “fundamental” del activo,
producen burbujas especulativas, con el mismo formato que observamos en la
realidad.
Como dijimos, un supuesto de la HME es
la plena racionalidad individual. Pero como dijo Thaler, no somos Homo Economicus
sino Homo Sapiens. Hay cientos de sesgos, pero los que importan para las
finanzas son la excesiva confianza (el 80% de los conductores considera que maneja
mejor que la mediana), y los sesgos de opinión (creemos que estamos más en lo
cierto de lo que en realidad estamos). También joroban las limitaciones para
calcular probabilidades (hay menos probabilidades de morir mordido por un tiburón
que aplastado por partes de avión que caen del cielo, pero lo primero nos
asusta mucho más). También nos afecta el sesgo de disponibilidad: nos gustan
más las acciones con más prensa.
Además, los mercados no arbitran. Las colas
de supermercados sí arbitran (¿vieron que son todas iguales?), pero los
mercados financieros no siempre. Para ganar con el arbitraje hay que comprar
cuando todos venden, y por lo tanto hay que bancar la parada mucho tiempo (¿cuando
va a rebotar esta maldita acción?). Keynes dijo famosamente que la brecha de
arbitraje puede mantenerse más tiempo del que podemos financiar.
La racionalidad colectiva (o expectativas
racionales) también tiene problemas teóricos y prácticos. Preguntémosnos por un
instante por qué un individuo A le compre una acción que cotiza en bolsa a otro
B. Una razón son las expectativas discordantes: A piensa que la acción subirá,
y B que bajará. Pero con expectativas racionales todos deberían forman las
mismas expectativas. Si bien las expectativas discordantes no son la única
razón por la que se comercializan acciones, si no fuera por ellas habría mucho
menos transacciones de las que observamos. La práctica tampoco respalda a Fama.
En mi curso de Macro II vengo realizando hace rato el siguiente experimento:
que los chicos elijan un número del 0 al 100 al azar. El ganador será quien
elija el número que se aproxime más al promedio elegido dividido 2. El
equilibrio racional de este juego es cero (si todos elijen al azar, gana el 25.
Si elijo el 25, gana el 12. Si elijo el 12, gana el 6, y así…), pero en general
cuando desconocen el juego se gana eligiendo 11 o 12.
¿Y entonces qué hacemos?
Hay burbujas. Son peligrosas, y son
explicables. Tampoco es tan difícil detectarlas: si los beneficios de un activo
crecen mucho más que la tasa de ganancia promedio de la economía durante varios
años, te vas a caer. Lo que sí, es difícil saber cuándo detonan, porque las
propiedades de las burbujas son difíciles de entender. Son, como dice Taleb, un
cisne negro.
Hay quienes sugieren alfabetizar
financieramente a la gente para disminuir riesgos, pero yo desconfío del éxito
de esta empresa. Limitar los capitales financieros tampoco es fácil porque
inventan nuevos instrumentos que evaden las regulaciones todo el tiempo.Tampoco
creo que la tecnología nos salve en el futuro, más bien todo lo contrario: los
amagues de supernegocios rentables suelen basarse en quimeras tecnológicas.
Habiendo descartado otras soluciones,
solo nos queda esta. Hasta el próximo post, que hablará sobre otro tema.
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