Hace poco Santiago Gerchunoff (SG) publicó una nota fantástica sobre el Cholo Simeone y el cholismo. Filósofo y librero, SG se concentra en atacar la visión lírica y "filosofante" del fútbol, encabezada por Menotti, Cappa y Guardiola. Creo que es la patada inicial ideal para debatir sobre las dos posiciones antágonicas del fútbol: lirismo versus resultadismo.
Antes de avanzar, una advertencia: en este debate doy por sentenciado que SG es el lírico y yo un picapiedra sin altura, así que a lo único a que aspiro es a no perder por goleada.
¿Belleza en el fútbol?
SG considera que hablar de belleza en el fútbol es pretencioso y fuera de lugar. Yo entiendo que pueda haber quienes exageren el punto, pero me resulta evidente que no nos interesan los deportes donde no haya alguna destreza o contorsión que remitan a lo artístico. En el caso del fútbol, a esto debe agregarse la demostración de virtuosismo al contrario, entendidas por los troncos como una "humillación" que merece ser vengada fuera de las reglas. Es el terco que, ante un buen argumento, acusa a quien lo esgrime de soberbio, porque eso es más cómodo que cambiar de posición.
Empíricamente, la belleza del fútbol (acompañada o no del "gaste" al contrario) ha sido una enorme fuente de felicidad. Nadie se acuerda de cómo salió el partido del caño de Riquelme a Yepes. Todos queremos ver cómo juega el 10 de un equipo. Y los compilados son de buenas jugadas (y lujos), nunca de los mejores relevos.
Ganar, ganar, ganar
El mantra del resultadismo es, desde luego, que solo importa ganar. Como algunas ideologías exitosas, tiene a su favor la simplicidad de la afirmación. Pero de nuevo, las excepciones son notorias.
Salvarse del descenso, no salir campeón y ascender igual, y clasificar para una copa son casos evidentes. Pero hay más. Infinidad de segundos serán más recordados que los propios campeones. La Naranja Mecánica es la insignia, pero también está el Huracán subcampeón de Cappa, y todos los segundos puestos de Bielsa. Hoy debemos agregar, mal que le pese a SG, las brillantes campañas del Cholo de los últimos dos años, que aun sin títulos serán recordadas por mucho tiempo.
El colmo de la contradicción del resultadismo es que, finalmente, ellos no son los que obtienen los mejores resultados. Menotti en la selección tuvo 15 puntos porcentuales más de efectividad que Bilardo (que contó con los mejores años del Diego), así que al final todo el sufrimiento y el desagrado estético fue en vano.
¿El pobre Aleti?
Y hablando del Aleti, SG anota que el Cholo aspira a ganar teniendo peores jugadores que el adversario. Pero esta "filosofía" futbolística degrada injustamente al club. El Aleti se ubica entre los 20 equipos con mayor presupuesto del mundo y jugadores que, puesto por puesto, no son tan diferentes de los mejores. Qué necesidad de jugar con pataduras para ganarle a las estrellas.
Y ni que hablar de la falsa obligación de tener que defender por contar con jugadores de menor jerarquía, falacia que destrozaron varios rabiosos equipos de Bielsa.
Fútbol y política
La relación entre estilo futbolístico y política creo que es una derivación (no fundamentada) de la discusión sobre belleza. Belleza es bueno, bondad es solidaridad, solidaridad es izquierda. Una fantochada, es cierto, pero esto es lo que parece surgir de los dichos de Menotti.
Para SG, no se puede identificar ser de izquierda (él dice "de izquierdas", porque escribe para un diario español) con un culto a un ideología que alaba el talento individual. Pero me parece que la idea central del lirismo es la virtuosidad en general, sea individual o de equipo. "Formar pequeñas sociedades", decía el Flaco. "Tocar hasta dentro de la propia área chica", establece el código del Barsa. Bilardo, en cambio, fue en el 86 el campeón de la dependencia individual, de su estrella fundamental, sin quien jamás hubiera sido tan reconocido.
El error cholista
Para mí hay un error teórico en el fútbol del Cholo. Si solo te importa ganar, tenés que maximizar las probabilidades de ganar, no jugar para igualarlas. Tener la pelota es condición necesaria para hacer un gol, pero además para minimizar los riesgos de que te vacunen.
Dividir todas las pelotas equivale a embarrar la cancha, a jugar sobre el hielo, a tirar una moneda. El problema, obviamente, es que la mitad de las veces perdés. Y eso es mucho. Tanto que el Cholo se quedó sin nada, un resultado perfectamente factible dentro de su idiosincracia futbolística.