Parte II: El fruto no vendido
En nuestro post anterior explicamos que los contenidos de Economía de Fronteras Abiertas (EFA) son absolutamente fascinantes.
Pero cuando el lector interesado pero no especialista atraviesa páginas y páginas, el hechizo tarda en ocurrir. Ya adentrado, puede que le asalte la duda: ¿cuánto hacen los autores para que el lector logre degustar estos modelos y entender sus consecuencias más
interesantes? La triste respuesta es: poco.
HPZ son científicos hechos y derechos.
No quieren pecar de imprecisos, ni de presuntuosos, ni de exagerados, ni de
incorrectos en ningún sentido. Conscientes de poseer la mejor fruta y de que no
necesitan venderla, los autores eligen, casi como ofrenda de humildad
intelectual, hacer poco para atraer compradores.
Es su pleno derecho, por supuesto. Pero el mundo de los sistemas complejos está
lleno de explicaciones fructíferas que la sociedad podría aprovechar. La fruta
es deliciosa, y también es barata. Pero los autores se olvidaron de decirnoslo.
Quizás esta actitud sea consecuencia de que los modelos no pueden
simplificarse demasiado. “But not simpler”,
remata el viejo chiste de Einstein intentando explicar la relatividad a un
interlocutor que pretendía una explicación demasiado llana. Se dirá que la ciencia
exige esfuerzo, concentración, matemáticas duras. Y yo les digo, señores
físicos, que ustedes saben bien que esto no es mecánica cuántica. Muchos sistemas complejos son intuitivos
y didácticos, agraciados para pensarlos, aprenderlos y admirarlos. Sé que el objetivo original era hacer notas para los alumnos de un curso de la Universidad
de San Andrés. Y yo les digo, señores
físicos, que este libro es demasiado bueno para ser un apunte.
Algunos pasajes no modelísticos del
libro, en lugar de notar la singularidad del tema, utilizan un tono excesivamente generalista, que mina la relevancia de lo
que se dice. “Esta fruta, que pertenece a la familia de las frutáceas”, parecen
decirnos, “puede cosecharse y traer consigo algunas de las técnicas
más depuradas, que la pueden convertir en una alternativa válida para ser
considerada a la hora de consumir”. La introducción es un tráiler que, en vez
de conectarnos con lo mejor de la película, se despacha con una lista de técnicas para evitar errores en las escenas. Los encantos de EFA, que son
muchos, aparecen tarde y están casi ocultos.
Yo creo que el problema con EFA es que su prosa carece de modernidad. Hace rato que en otros países los autores más famosos
divulgan sus saberes, o los de otros, con una cuidada mezcla de calidad
académica, simplicidad, claridad y un entusiasmo apasionado por sorprender al
lector. Con las mejores intenciones, la fruta se lustra una y otra vez para que
brille hasta en la sombra más tenebrosa. Hasta las conclusiones de EFA, que podrían haber creado el estímulo para repasar lo leído y captar su importancia, parecen pedir disculpas por si algo en el texto ha salido mal.
No quiero ser malinterpretado. Solo digo que los contenidos de EFA y la brillantez de los autores ameritaban, además del desafío intelectual, el desafío del hechizo al lector. Se apodera de mí ese sentimiento de la quema de libros: cuánto esfuerzo desperdiciado, cuántas ideas
derramadas, y cuánta gente que se perdió de conocerlas. En este caso, el libro
se esconde a sí mismo, lo que extiende la angustia por lo que pudo ser. Cual
metáfora de los sistemas complejos, la humildad de unos pocos genios termina por
atentar contra el conocimiento de muchos.
Mientras tanto, casi una decena de
baratijas que prometen enseñar economía a Doña Rosa son arrancadas de los estantes
de las grandes librerías. La mayoría presentan las ideas y los errores de
siempre, pero venden mucho. Frutas demasiado maduras, casi podridas, pero con
envoltorios destellantes que logran colocar el producto masivamente.
EFA cometió el pecado original, pero al
revés. Ocultó sin quererlo el fruto del conocimiento, y es probable que ni las
serpientes se interesen por recomendarlo. Una pena, porque es lo más dulce que
tiene la ciencia económica para ofrecer de su árbol, que cada vez tiene menos
ramas.
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