En el post anterior
dijimos que los economistas pueden ser divididos en Erizos y Zorros, vieja y
efectiva taxonomía del filósofo británico Isaiah Berlin. Ahora vamos por un
intento de aplicación.
Dos aclaraciones
antes de tomar estos ejemplos demasiado en serio. Primero, esta división no es
exclusiva de los economistas, sino que aplica a todo analista de cualquier
disciplina con algún grado de profesionalismo que desea ser tomado en serio.
Segundo, la clasificación entre Erizos y Zorros es extrema. Ningún economista
es lo uno o lo otro sin más. Es en el análisis de algunos aspectos de la
realidad donde nos brota el animal. Un mismo economista puede razonar ciertos
fenómenos como un erizo y otros como zorro.
Animales Fiscales
Vamos a un ejemplo
concreto: la obsesión actual de muchos economistas con la necesidad de reducir
el déficit fiscal en Argentina. Un erizo diría que el problema endémico,
central y decisivo de nuestra economía es el déficit, el supuesto origen de
todo lo malo que nos pasa. Este diagnóstico implica que una vez removido el
déficit, todo irá bien. Se elude explicar por qué hay economías desarrolladas
con alto déficit, o economías no desarrolladas con bajo déficit. No se hace
referencia a los eventuales costos de esta política, al menos en el corto plazo.
Tampoco se considera la economía política del asunto: si la solución es reducir
el déficit, ¿por qué tanta gente está en contra? No suelen mencionar cuáles serían
las consecuencias distributivas del ajuste, y por lo tanto no se reflexiona
sobre si siempre mejor crecer que distribuir. El erizo tiene una solución metida
en la cabeza, y luchará por ella con todos los medios a su alcance.
Un economista
zorro, mientras tanto, podría pensar
exactamente lo mismo y coincidir en que lo más razonable sea reducir el
déficit fiscal. Pero su conclusión habrá sido consecuencia de haber sopesado opciones.
Y su análisis de seguro incluirá cierta probabilidad de fracaso en la puesta en
marcha y los resultados de tal empresa. Y estará perfectamente al tanto de los
eventuales problemas distributivos o de otro tipo que esta política pueda acarrear.
Y será mucho más escéptico respecto de los efectos inmediatos y de largo plazo
de la medida.
¿Formalismo erizo o diletancia
zorra?
El ejemplo anterior
sugiere que el zorro estará más preparado que el erizo para los imponderables,
para las consecuencias no deseadas, para ajustar el rumbo si algo malo pasa,
para adecuar la política a los shocks inesperados, etcétera. Ceteris paribus, la sensación que me
queda es la de coincidir con Rodrik (finalmente, todos somos rodrikistas): en
economía más vale ser zorro que erizo.
Pero algunos teóricos
macroeconómicos no piensan igual. Hace poco los economistas Christiano, Eichenbaum, and Trabandt,
a quienes se les eriza la piel de emoción cuando ven la sigla DSGE (Dynamic
Stochastic General Equilibrium), llamaron “diletantes” a los economistas que no
gustan de estos modelos. Estos erizos se referían, con toda probabilidad, a los
zorros. Esta posición generó un aluvión de críticas, resumidas aquí por Noah
Smith. Sinceramente, si Christiano et. al., además de robarse el Balón de Oro,
consideran que ser diletante significa suspender el buen juicio, la reflexión autocrítica,
y la consideración de otras opciones, trabajaré para ser zorro el resto de mi
vida profesional.
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