La gran mayoría de los niños y las niñas odian las
matemáticas. Los adultos también, pero lo importante es que esto le pasa a los
pequeñines y pequeñinas. Temprano en la vida, quizás antes de que ninguna cultura o enseñanza los
condicione. Y mientras Adrián Paenza se desvive para hacerlas más intuitivas, más aplicadas
y más divertidas, esta situación casi no ha cambiado y el porcentaje de gente que aborrece de la matemática permanece más o menos constante (creo). ¿Es
posible encontrar una explicación para esta fobia? La Psicología Evolucionista da
un inicio de respuesta.
Comencemos por contar el clásico experimento
diseñado originalmente por Wason en 1966,
quien mostró a un grupo de personas cuatro cartas con las siguientes
inscripciones de un lado:
Detrás de las cartas también hay inscripciones: las
cartas tienen letras en una cara, y números en la otra. Por ejemplo, del otro
lado de la carta con la B hay un número, y detrás del 3, una letra. Ahora se le propone a un grupo de gente lo siguiente: “Si una carta tiene una vocal de
un lado, entonces tiene un número par del otro lado. Se solicita dar vuelta
solo aquellas cartas necesarias para verificar si esta regla se cumple”.
Mucha gente elige dar vuelta solo la carta con la
“A”, pero muchos inspeccionan también el dorso de la carta
con el “2”. Unos pocos eligen el resultado correcto, que es girar la carta con
la “A” y la carta con el “3”. Dar vuelta la carta con el “2” no nos brinda
información adicional, porque la regla no dice que todas la cartas con número
par de una cara deban tener una vocal en la otra. Pero girar la carta con el
“3” es un test definitorio, ya que esta carta no debe contener una vocal en el
dorso si queremos asegurarnos que la regla se cumple.
A primera vista, esto es simplemente una falla
técnica. Podríamos pensar que las humanas no están hechas para
aplicar estas reglas abstrusas de la lógica formal. Pero esta conclusión es
apresurada. Consideremos el mismo experimento conceptual, pero aplicado a una
situación diferente. El problema describe ahora una situación hipotética en un
bar, en donde un empleado debe asegurarse que los menores no estén tomando
alcohol. Las cartas tienen ahora las siguientes inscripciones:
La nueva regla es entonces: “Si X es menor de
edad, no debería estar bebiendo alcohol”. En el dorso de las dos primeras puede
figurar que la persona está o no bebiendo alcohol. Al dorso de las dos últimas,
habrá una persona menor o mayor de edad. La regla es idéntica a la anterior, y
la disposición de las cartas es la misma. Lo que dicen ambas es básicamente lo
mismo: “si ocurre lo que dice la cara visible de la primera carta, entonces
debe ocurrir lo que dice la cara visible de la tercera carta”. En el primer
caso era “si es vocal, tiene que haber un par en el dorso”, y ahora es: “si X
es menor, X no debe estar bebiendo alcohol”.
Esto echa luz sobre la fobia a las matemáticas de
los niños y las niñas en las escuelas, y también sobre la repulsión que muestran muchos
adultos y adultas para plantear y resolver problemas en términos abstractos o
matemáticos. Tranquilos entonces, que no les guste la matemática es natural. Y lo natural... es una porquería.
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